Pues nada, no reventaron a Ricardo Anaya. Y vaya que le echaron toda la cargada. Enorme campaña en su contra, como algunas que se han armado contra Andrés Manuel López Obrador.
En caso de ser cierto aquello de que los perros ladran cuando se avanza, parece que el joven maravilla va que vuela para ser el candidato a vencer en las próximas elecciones. Tanto encono por descalificarlo y sacarlo de la jugada obedece a que ya le vieron el tamaño suficiente para llegar a la grande.
A fuerza de hacerlo blanco de ataques, la figura de Anaya crece. Demasiada atención sobre este joven, demasiado evidente el golpeteo diario. La campaña en su contra se revierte: no lo mataron y lo fortalecieron. A tal grado las artimañas, que se hicieron amigos los otrora enemigos para descalificarlo.
A Margarita Zavala la inflan como preferida en encuestas para ser candidata presidencial solo en el ánimo de hacer a un lado a Anaya.
Dicen que Zavala sería la única que podría derrotar a AMLO, es falso, es un ardid para impulsarla a abanderar al PAN; en realidad sería la candidata más conveniente para los competidores porque es la más débil, la que es fácil de derrotar. La mandarían al tercer lugar con la mano en la cintura. El caso es que frente a López Obrador en la próxima contienda se hace necesaria una figura que represente exactamente lo contrario al Peje. Para los ciudadanos atemorizados por la idea de que México se convierta en Venezuela, los que votarán para evitar esa posibilidad, real o imaginaria, urge un candidato que se ubique en el extremo opuesto. Ahí es donde dan la talla Ricardo Anaya y José Antonio Meade.
En ese sentido ambos serían muy buenos candidatos, pero dos con esas características dividirían el voto y ganaría López Obrador. Mead juega carta fuerte porque tiene aliados en el PAN y no se le percibe como un político-político, tiene carisma de ciudadano sin partido. Pero Anaya ganó esta partida. No lo quebraron…ni siquiera lo doblaron.