La muerte de Roberto Hernández Jr. es la muerte de un solitario entre las multitudes del futbol regio. Desde hoy Monterrey no es el mismo: la muerte de don Rober le ha puesto otra cara. Único en su género, Hernández Jr. fue un lobo estepario en los ruidos y silencios del micrófono. Sus deficiencias como cronista deportivo las suplió con polémica, insolencia, altanería.

Único, don Rober es uno de los responsables del futbol reconvertido en espectáculo. Nadie ha logrado en el país de los cronistas deportivos, lo realizado por Hernández Jr.: hacer de la plaza de Monterrey el gran parque de diversiones monotemático, futbol más futbol más futbol. A la sombra del Cerro de la Silla, carne asada, chelas y el Volcán se conjugan eternamente en presente: Monterrey es futbol o no es.

Educado en las viejas lides de la radio, la televisión no era lo suyo. Desaliñado, encorvado, hizo lo imposible porque la tele no lo devoró, él se comió a la televisión y logró que su carencia de atractivo televisivo fuera, paradójicamente, atrayente. Oficiante de su liturgia particular, denominó a su misa como “Futbol al Día”. Convocados por don Rober, ahí comulgábamos todos para bien o para mal.

Hernández Jr. nunca fue heredero de las cardenalicias narrativas de Ángel Fernández o del Mago Septién. Su retórica era otra, la malicia como jiribilla, el sarcasmo como insulto, la dicotomía como polémica: el Ser en el mundo regio se resuelve con el “eres” porque eres Rayado o eres Tigre.

Más que paciente, don Rober fue perseverante y logró polarizar la ciudad y a sus empresarios quienes trataron de socavar la influencia de Hernández Jr. contratando a figuras nacionales para contrarrestar, no la esgrima, los machetazos de don Rober, como Jorge Lankenau, quien patrocinó la estancia del Perro Bermúdez en Monterrey.

Militante de la exageración, don Rober no tiene herederos en su oficio de cronista, por eso el hueco de “Futbol al Día” no podrá ser llenado por su hijo Roberto Hernández Contreras ni por ese invento llamado Ernesto Chavana. Único, repito, don Rober no deja sustituto.

La muerte de don Rober prolongará su legado, algunos inclusive se alegrarán del fallecimiento. No es sorpresa: el legado de don Rober ha sido siempre la polémica. Despojado ya de halagos o de insultos, que aquel que cantó y avivó el futbol en Monterrey descanse, descanse en paz.