Esa mañana de marzo de 2014, recibí una llamada de número desconocido. La secretaria particular del Alcalde me pide asistir a las 14:00 horas a una reunión en la que estará presente el Licenciado Roberto Campa Cifrián, Subsecretario de Gobernación. Al parecer, el funcionario había realizado reuniones de la mano de autoridades locales a lo largo de toda la República en la que eran convocados empresarios, políticos y uno que otro chismoso; era obvio algo estaba comunicando, algún mensaje estaba transmitiendo, yo tenía que estar presente.

Suelo ser una persona puntual. Algunas ocasiones en contra de mi propio destino, soy la primera persona en llegar a la reuniones. En esta ocasión, así sucedió, lo que me sirvió para saludar a un par de gobernadores buenos para muy poco y que, a pesar de no ser invitados a la reunión, hacían antesala para saludar a Campa Cifrián. Pasé a la sala de reuniones, lo que me generó alivio, no porque dejara atrás a los gobernadores, sino porque en el recinto había una mesa puesta y lista para servir alimentos (ya eran las 14:00 horas y también soy puntual para tomar alimentos). Los invitados fueron llegando algunos segundos después, los gobernadores no fueron vistos en la reunión. Asistieron empresarios locales, ex alcaldes, priistas de vieja guardia, el Alcalde y un par de funcionarios menores. 

Campa Cifrián tardó poco en hacerse presente, seguramente despachó con celeridad a los Gobernadores que lo esperaban y se apersonó en el punto de reunión. Lo había visto en otras reuniones, en el pasado, en condiciones diversas; cuando fue Diputado Federal, cuando fue candidato a la Presidencia, en aquellas ocasiones vi a un Campa Cifrián descuidado en su persona poco carismático. Sin embargo, arreglado, con seguridad, como si lo suyo fuera verdaderamente la prevención del delito, por lo menos eso quería demostrar y parecía conseguirlo. 

Nos sentamos a la mesa y tuve a la vista el menú que por cierto estuvo muy mal balanceado, elaborado con poco conocimiento del arte culinario, debido a que algún empleado municipal, probablemente el Alcalde, sugirió los alimentos que más le gustaban para crear su propia esencia culinaria: Jocoque con pan acompañado de entradas de cocina árabe, crema de frijol, Chop Rib con papa cocida al horno y un pastel tres leches (en otra ocasión escribiré un artículo de qué alimentos ofrecer en una reunión como la descrita). 

Campa Cifrián tomó la dirección de la reunión, daba cifras, explicaba con ahínco el avance del gobierno federal en contra del crimen organizado, los índices confirmaban la victoria sobre la inseguridad. En palabras del vocero del gobierno, México era otro, uno diferente al que se vivió con Calderón. En dos años de gobierno, el Presidente había logrado lo inimaginable: abatir la corrupción y ordenar al país. Mientras que Campa presumía los logros descritos, los asistentes nos veíamos unos a otros con incredulidad evidente, como preguntándonos por qué Campa Cifrián y nosotros veíamos dos películas diferentes. Nuestra realidad local resultaba muy diferente a la planteada por el Subsecretario.

Un año después de aquella reunión con Campa Cifrián, parece que la realidad ha vencido a la política de comunicación social de la Presidencia. Lo sucedido en los últimos doce meses en estados como Guerrero, Michoacán, Morelos, Tamaulipas, entre otros, me fuerza a cuestionar el mensaje traído por Campa Cifrián en 2014 y me permite retar: entonces, ¿quién tenía la razón?

Saludis. @Sexy_Romis