Rosario Robles dormirá al menos dos meses en Santa Martha Acatitla. En vez de “las faldas bien puestas”, como le gusta decir, viste un feo uniforme beige. Está vinculada a proceso por ejercicio indebido en el servicio público, tanto en la SEDESOL como en la SEDATU. El juez le decretó medidas cautelares de prisión preventiva. Es decir, cárcel. En ese lapso tendrá que desahogarse la investigación complementaria.

Algunos colegas periodistas han dicho que no se vale lo que le hicieron a Rosario, que no existía el riesgo de fuga. Según esto, fue una chicanada. Alegan que Rosario se presentó voluntariamente ante las autoridades, aunque estaba fuera de México; que regresó valientemente para atender el citatorio, que la medida fue violatoria de los derechos humanos. Ciertos medios han llegado incluso a suponer que la resolución del juez fue ilegal y que Rosario es una presa política. Nombre. No es para tanto.

Rosario no debió tramitar una licencia de manejo con una dirección falsa. Ahí se equivocó de plano. También, cuando le entregaron el citatorio de la primera audiencia, debió estar presente. Sin embargo, no fue localizada en su domicilio de Coyoacán. Andaba de vacaciones en Costa Rica. Además, si por un sexenio ganó mensualmente 220 mil pesos como secretaria de Estado, sí podía sospecharse el riesgo de que se fugara.

No digo que estando en libertad, Rosario hubiera destruído pruebas, como deslizó ante el juez la fiscalía. No digo que estando libre, hubiera comprado el silencio y la complicidad de sus ex colaboradores. Ni que hubiera tomado cartas contra los tres funcionarios que testificaron en su contra. Pero Rosario si pudo haber pensado escapar de las autoridades mexicanas. Ahora, aunque lo piense, no podría hacerlo porque está en prisión. Y ahí seguirá por un buen tiempo, el suficiente para que la traicionen sus supuestos mentores.

La medida cautelar, eso sí, fue severa. El juez se portó duro. Muy estricto. Sorprendió a una presunta inocente con la cárcel inmediata. Nadie se lo esperaba, empezando por Rosario que llegó muy entrona ante el juez y al final se le salieron las lágrimas frente a sus familiares, mientras escuchaba la resolución. Rosario le pidió que no la metieran en prisión, que no se valía; que tenía constancia de vivir en la Ciudad de México durante 24 años, cosa que sí le creo porque vivía muy cerca de mi casa. Y con frecuencia la veía salir de su domicilio en una camioneta blindada. Nunca me saludó ni a mi ni a sus demás vecinos. Andaba muy ocupada con sus proyectos para sacar de la pobreza a la gente marginada. Eso le quitaba tiempo para saludarnos.

No se si podrá dormir Rosario Robles en su celda de Santa Martha Acatitla a pesar de que lleva en vela más de 24 horas. Cuando los oficiales de la policía federal se la llevaban al penal, ya no trasladaban a una mujer con las faldas bien puestas, sino a una ex funcionaria que trae el santo de espaldas. Y a uno que otro protector del anterior sexenio que también le dio la espalda. Aquí se le acabó el corrido a Rosario Robles. ¿Y los 5 mil millones de pesos perdidos? De estos si, hasta ahora, no se sabe nada.