Llegar a ser Senex obliga a la construcción de la personalidad madura.
Se nace desnudo, indefenso, frágil, sin derechos, sin habilidades, débil y sin lenguaje, sin ningún saber. Nacer es un acto brutal, un despertar de la nada que al paso del tiempo nos retorna irremediablemente a la nada. ¿Por qué hay algo y no nada? Porque el algo y la nada no son más que lingüísticas creaciones, de estos seres raros y extraños que han aparecido evolutivamente en el tercer planeta, de un sistema espacial gobernado físicamente por una estrella enana en una galaxia periférica de un extenso universo que no deja de expandirse formando al tiempo.
El tiempo domina a la sabiduría
Ahí se inventó el lenguaje y con él el conocimiento, los saberes que se cultivan en y por el tiempo. El tiempo domina a la sabiduría y está modera al tiempo, lo hace útil, importante, trascendente, humano. Ser Viejo es, al verso de Renato Leduc, una sabia virtud de vivir en el tiempo. Para ser Senex es necesario dejarse seducir y poseer por Sofía, la virtud de vivir en el tiempo con sabiduría (sentir, asentir, sentenciar, dar sentido a las cosas, ser sensato). Llegar a ser Senex obliga a la construcción de la personalidad madura, el saber deleitarse (saborear) de la verdad en el anhelo de vivir, el sapere aude kantiano. Ser viejo es un orgullo, el orgullo de perdurar en la esencia y forma humana, la continua necesidad de ser sabio en el tiempo y contra el tiempo. Acumular saberes que se transforman en el poder como virtud creadora, una Biblioteca en acción continua que se renueva, actualiza y vive.
Prudencia y sagacidad son los atributos de un espacio de vida que no se sabe a ciencia cierta (pese al ánimo malsano de clasificar todo y por todo) cuando comienza y si cuando termina. Sofia no es un atributo de la vejez, hay que conquistarla y poseerla amorosamente, una amante a la que hay que prodigar día a día en la obtención renacentista del conocimiento. Así, hay Iuvenis y Senex sabios, cuando se juntan en dialéctica trascendencia como Sócrates y Platón, y construyen, el diálogo de diálogos, la Dialéctica que es el arte de preguntar y responder, de argumentar y refutar, la Lógica de lo probable, la Crítica.
La tecnocracia posmodernista incrustada en las burocracias de los organismos internacionales, que tienen su fuente en el acuerdo político celebrado por potencias hegemónicas y triunfadoras de la segunda guerra mundial, en su afán administrativo y clasificatorio, han instaurado las reglas para el rebaño humano de finales del siglo XX y del siglo XXI. Los tiempos y las definiciones, quién es quién según el espacio que se ocupa en la matriz de gabinete, que nada sabe de una realidad concreta cruzada por múltiples, terribles y creativas relaciones de poder. Así, se le impone a todo el mundo, desde el púlpito internacional, el hablar correcto y el lugar que hay que ocupar en la vida bajo la bandera blanca de unos derechos humanos, cuya esencia es esa dignidad humana que día a día se disuelve en estudios y documentos cuya única finalidad es el mantenimiento de la hegemonía global.
Ser Viejo, Senex, y no adulto mayor (neologismo creado desde la magistratura de la corrección política de la burocracia internacional) es un orgullo, como lo es ser Jovén, Iuvenis, que se disfruta en la experiencia del deseo de aprender las lecciones de vida, el jokmôh hebreo que significa pericia y sabiduría, la actitud meditativa y el deseo de aprender las lecciones del tiempo vivido, remembrar despreciando a la nostalgia. El Senex debe, por principio ético y práctico, aprender del Iuvenis la lección de la contradicción paradoja-cambio; desde la duda y la certidumbre de asumir las experiencias de la vida sin miedo al cambio. La sabiduría sólo puede ser pináculo de la vida humana cuando aprende a someterse a la virtud del cambio. El conservadurismo es la antípoda de la Sabiduría.
Mente y virtud, pensamiento dialéctico, sentido común, conocimiento experto, empatía, intuición e introspección, experiencia e inteligencia son las armas que el Senex ha de poner delante de sí para debatir y discurrir con el Iuvenis, que al tiempo será Senex. Un diálogo en el tiempo que rompe todo sentido generacional desde el amor, el respeto y la alegría, comprendiendo y reivindicando la Dignidad que nos convoca a ser libres y autónomos.