En días previos a la celebración de la Natividad de Cristo en el calendario juliano que rige la liturgia de la Iglesia Ortodoxa, Vladimir Putin anunció la expulsión de personal diplomático de la República de Colombia acreditados ante el Kremlin, en represalia a la expulsión de diplomáticos rusos del territorio colombiano, previamente ordenada desde la más alta instancia del Palacio de Nariño.

Lejos de lo que fuera señalado de manera general por diversos comentaristas en radio, televisión y redes digitales, no se trata de la primera ocasión en que un país de América Latina expulsa a personal diplomático acusado de espionaje. Ya que México expulsó en 1971 a Oleg Netchiporenko y otros integrantes de la delegación diplomática acreditada en nuestro país, es si, no obstante, es la primera ocasión que una expulsión de tal índole se lleva a cabo en el periodo postsoviético.

Llama la atención, asimismo, el apellido Pinilla por parte de una de las integrantes del cuerpo diplomático que fuera expulsada de Rusia, dada la relación de añeja de esa familia con la gran oligarquía colombiana desde los días del gobierno de Gustavo Rojas Pinilla.

El asesinato de Jorge Eliecer Gaytán, 9 de abril de 1948 desataría la ira popular durante tres interminables años, hasta que, al menos de manera parcial y precaria fuese establecido un orden de índole policial, sino es que abiertamente paramilitarista bajo el gobierno del presidente Rojas Pinilla.

En septiembre de 1929 Gaytán denunció como senador la masacre perpetrada en la región bananera por grupos armados al servicio de la United Fruit Company, que fuera plasmada en su dimensión más íntima y desoladora por Gabriel García Márquez en su novela "Cien Años de Soledad".

A los sucesos del 9 de abril de 1948, por su parte, le sucedería la suscripción el 30 del mismo mes y año de la “Carta de Bogotá”, constitutiva de la Organización de Estados Americanos.

En 1908, el presidente Wodroow Wilson pronunció una serie de conferencias que serían recopiladas en un libro al que se tituló “El Gobierno Constitucional en los Estados Unidos”.

En estos precisos momentos, al unísono de que afloran en su máxima expresión y crudeza las tendencias políticas centrífugas -que por motivo de regiones y estratificación social se dejaban sentir en la conformación del poder público en Norteamérica desde el lejano año de 1908- el principal aliado estratégico de los Estados Unidos, el “policía” del hemisferio sur, entre el conflicto con el Kremlin.

Resulta por demás claro que la situación en cuestión, derivará en una enorme tensión que no se circunscribirá a Colombia, sino que irradiará a toda la región, presentándose, en consecuencia, un reto para el canciller Marcelo Ebrard Casaubón, la flamante vicecanciller Carmen Moreno Toscano y el subsecretario para América Latina, Maximiliano Reyes Zúñiga.

El 2 de enero de 1945, el avión privado de la legación diplomática soviética en México, estalló en el aeropuerto de la capital del país, cobrando con ello la vida del embajador Constantin Alexandrovich Ousmansky, quién pretendía dirigirse a la Ciudad de San José en donde presentaría cartas credenciales, dado que el Kremlin había decidido extender su jefatura de misión a entera región del Mar Caribe y el Golfo de México.

Episodio del todo olvidado en los días que corren pero que acaso resulte indispensable para entrever los posibles alcances del impasse diplomático que hoy viven Colombia y Rusia.

El 17 de febrero de aquel año, un mes después de haber tenido verificativo los sucesos del Aeropuerto de la Ciudad de México referidos con antelación, tras asistir a un banquete en Atilxco ofrecido en su honor por la central sindical denominada Confederación de Obreros Revolucionaria de México (CROM), el general Maximino Ávila Camacho murió a consecuencia de un infarto; el embajador Ousmansky era considerado por Stalin como un héroe de la “guerra patria” contra la ocupación Nazi.

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