En mi reciente viaje a Argentina, compré una biografía de Pablo Neruda ("Neruda el príncipe de los poetas") escrita por Amoros, recién publicada en aquel país. Ya había leído de este autor español una muy documentada biografía de Salvador Allende, que le llevó 10 años de investigación. En su libro sobre Allende, Amoros sostiene la tesis muy sólida de que el presidente chileno fue asesinado en el momento que el golpe militar tomó el Palacio de la Moneda (equivalente chileno al Palacio Nacional mexicano), lugar en que resistía armas en mano, el presidente constitucional, la salvaje ofensiva del golpe militar encabezado por Pinochet desde las sombras.
En su libro sobre Neruda, una vez más el autor muestra que el muy reconocido poeta, militante comunista y Premio Nobel, fue asesinado en el hospital en que se encontraba internado unos días después del golpe militar. Las investigaciones de Amoros son muy serias y su trabajo es sobresaliente.
Ni qué decir que me conmovieron profundamente la lectura de ambos libros. Eso me llevó, al regresar a México, a retomar la lectura de un libro que hace tiempo quería leer y que por alguna razón u otra venía aplazando. El libro se llama: "Víctor Jara, un canto truncado". Fue escrito por Joan Jara, su viuda (Joan Turner). Junto con el libro "Un hombre " de Oriana Fallacci, son de los textos que más me han conmovido y han tocado lo más profundo de mi corazón.
El libro es un testimonio valiente, de amor, de lucha, de esperanza, marcado por la tragedia del cobarde y brutal asesinato de Víctor Jara perpetrado por la dictadura militar de Augusto Pinochet.
A diferencia de los asesinatos de Salvador Allende y Pablo Neruda, el de Víctor Jara está plenamente documentado. Fue detenido al día siguiente del golpe de estado realizado el 11 de septiembre de 1973 y recluido en el Estadio Nacional hasta su asesinato realizado después de haberlo sometido durante días a brutales torturas.
Víctor Jara era un hombre de origen muy humilde, su madre era una indígena mapuche que tenía un puesto en el mercado en Santiago de Chile. Su madre preparaba comida para los trabajadores que acudían al mercado citado. Tocaba la guitarra y cantaba y sin embargo, su vida fue cocinar, planchar, lavar y trabajar de manera muy dura para sacar adelante su familia.
El padre de Víctor Jara era el clásico macho alcohólico y perdido, que se convirtió en un lastre para la familia.
A pesar de que la madre de Víctor Jara era una estupenda guitarrista y cantante, nunca enseñó a su hijo Víctor a tocar la guitarra ni a cantar. Fue un maestro en la primaria que lo enseñó a hacerlo.
Pero Víctor Jara no estudió música. Estudió actuación y se graduó, estudió dirección teatral y se convirtió en un talentosísimo director de teatro. Su talento como director fue reconocido en Europa y Estados Unidos, por supuesto en América latina y en su patria, Chile. Y sin embargo, lo que lo hizo famoso fue su trabajo musical.
"Yo no canto por cantar, ni por tener buena voz, canto porque la guitarra tiene sentido y razón" dice una de sus muchas canciones. Porque Víctor Jara era un poeta que escribía la letra y la música de sus canciones sin tener, como ya lo dije, ninguna preparación musical.
Víctor Jara era un cuadro del Partido Comunista chileno. Toda su música está impregnada de un fortísimo sentido humano, de muchísimo amor al pueblo y de absoluto compromiso y conciencia de lucha por impulsar la libertad y la justicia en su patria y en el mundo.
Le indignaba la brutal desigualdad social existente en Chile. No escogió el camino fácil salir de un lugar humilde y beneficiarse de sus muchísimos talentos. Escogió el camino de la lucha y del compromiso que lo llevó finalmente a una salvaje muerte.
Víctor Jara se convirtió en el símbolo más destacado de la música, como el llamaba, revolucionaria. A mí, me sigue conmoviendo profundamente, desde que la oí la primera vez en la adolescencia, "La plegaria a un labrador".
Víctor Jara, profundamente creyente como son los hombres y mujeres de nuestros pueblos, compuso esa canción que es una plegaria y que es un grito de compromiso y de combate. La música de Víctor Jara y de grupos chilenos como Quilapayun e Inti-Illimani nos acompañaron a los jóvenes universitarios de finales de los setentas y principios de los ochentas, junto con muchos músicos y artistas mexicanos de la mal llamada canción de protesta (Amparo Ochoa y los Folkloristas, Oscar Chávez, el negro Ojeda y una larga lista).
El libro de Joan Jara si bien es en parte autobiográfico y en parte plasma la biografía de un hombre profundamente humano y absolutamente generoso y comprometido, es también un valioso, muy valioso relato de cómo el gobierno de Estados Unidos, el imperialismo por él encabezado y la derecha fascista de nuestros pueblos, combate a los gobiernos legítimamente apoyados por su pueblo y puestos a su servicio.
Hay que recordar que Salvador Allende fue cuatro veces candidato a la presidencia de la República. Por lo menos en una de esas cuatro ocasiones, la derecha chilena le hizo un fraude electoral cerrándole el paso a la presidencia.
Salvador Allende ganó finalmente la presidencia la República apoyado con el voto popular en 1970. Allende obtuvo el 36.63% de los votos, contra 35.59% de los votos obtenidos por Jorge Alessandri quién era el candidato de la oligarquía y de la derecha chilena. La democracia cristiana, el equivalente al Partido Acción Nacional Mexicano obtuvo el 28.08% de los votos.
La Constitución chilena preveía que de no alcanzarse la mayoría absoluta de los votos, es decir el 50% más uno, correspondía al congreso designar al presidente de la República.
No era la primera vez que se presentaba una situación de esa naturaleza y, evidentemente, el congreso siempre designaba a quien había quedado en primer lugar en las preferencias electorales. En esa ocasión, se dieron enormes presiones para que el congreso nombrara a quien había quedado en segundo lugar y le arrebataran así la legítima victoria a Salvador Allende.
Las maniobras no fructificaron. Allende tomó protesta como presidente constitucional en Chile. Pero tenía un congreso dominado por la derecha que obstaculizaba todas sus iniciativas, todas sus propuestas y lo fundamental de su programa. A pesar de ello, pudo nacionalizar el cobre, la principal riqueza chilena que estaba en manos de compañías trasnacionales estadounidenses.
Tomó medidas básicas como dar 1 litro de leche a cada niño chileno y mejorar las condiciones de ingreso de la población trabajadora de aquel país.
Las presiones clásicas se cebaron sobre la economía chilena. Empezó a darse desabasto de productos básicos, se presionó a la moneda chilena y se empezaron a realizar paros patronales que buscaban tirar al gobierno legítimamente constituido.
Con todo y las presiones, la Unidad Popular que apoyaba a Salvador Allende obtuvo la mayoría de votos en las elecciones intermedias para renovar el congreso chileno. Pero no alcanzaron una mayoría calificada necesaria para llevar a cabo las reformas constitucionales que pudieran impulsar el programa socialista del gobierno de Allende. La democracia cristiana chilena dio todo su apoyo a la derecha fascista para tirar al gobierno de Salvador Allende. Pero a pesar de todos los sabotajes y presiones, del asesinato del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas primero (General Schneider) y de la presión para que renunciara el segundo comandante en jefe (General Prats) que tenían posturas de apoyo al gobierno constitucional, no lograron la caída del presidente chileno.
Los sabotajes al gobierno de Allende fueron terribles. Paralizaron el transporte, dificultaron el abasto a tal grado que ya no se conseguían alimentos y generar un caos absoluto en la economía chilena. El día del golpe de estado, el presidente Allende daría conocer la convocatoria a un plebiscito para decidir democráticamente su permanencia o su salida del gobierno. Pero la derecha chilena había sido derrotada electoralmente en la elección presidencial de 1970 y en las elecciones intermedias de 1973 y no quiso correr el riesgo de ser derrotada nuevamente.
Tuvieron que recurrir al golpe de Estado y a la más cobarde, brutal y salvaje represión para frenar un desarrollo democrático, civilizado y pacífico hacia el socialismo, que encabezaba Salvador Allende en Chile.
En ese marco fue asesinado un artista comprometido y emblemático como lo fue Víctor Jara.
Recomiendo ampliamente la lectura del libro de Joan Jara. Es un testimonio político invaluable y un análisis muy lúcido de cómo se comportan las fuerzas fascistas para liquidar a los gobiernos populares.
El libro fue escrito cuando Pinochet había sido obligado, mediante el voto el pueblo chileno, a dejar el poder y terminar con ello su dictadura militar. Reclamaba Joan Jara que los crímenes de la dictadura siguieran impunes. En 2016, esos crímenes brutales que incluyen la tortura y el asesinato de decenas de miles de chilenos siguen impunes.
"El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz"
Gerardo Fernández Noroña.
México D.F. a 19 de enero de 2016.