Hace un par de días leía un apunte editorial de Sergio Sarmiento sobre el asunto de los huevos encarecidos. Ahí nos decía Sarmiento que el problema de los huevos caros - hablo de los huevos de gallina - nos pone en evidencia la ignorancia de los políticos mexicanos respecto de la ciencia de la economía. Y señala esto en referencia ejemplar a Marcelo Ebrard, quien recién se ha dado a la tarea de repartir huevos a precio de risa, a diestra y siniestra, entre los habitantes pobres de la megaciudad que le ha tocado gobernar.
Déjeme describirle en breve la argumentación que usa Sarmiento para afirmar lo que afirma. Él no lo explica como lo haré yo en esta ocasión, pero centralmente es lo mismo. Se trata de un razonamiento abstracto muy sencillo; algo que apela a la típica argumentación de los dogmáticos del neoliberalismo cada vez que pretenden echar por tierra todo aquello que huela a nación, interés público y Estado de bienestar.
Sergio se da a la tarea de mencionar brevemente los puntos principales en torno a la operación del sistema de precios en el mundo del libre mercado en el caso específico de una escasez de algún bien o servicio. Para Sarmiento, si el mercado de los huevos de oro es dejado libre en su accionar, sin interferencia del Estado, resolverá por sí mismo el problema de la escasez a través del estímulo que representa el sobreprecio que ha generado aquél. Al existir un sobreprecio atractivo, con sus ganancias extraordinarias correspondientes en el corto plazo, la producción de huevo se verá estimulada a la alza hasta que el precio del producto se restablezca en un nuevo punto de equilibrio. Tentativamente, podríamos decir que ese nuevo precio de equilibrio sería el existente antes de la irrupción del problema de escasez – aunque esto no será así necesariamente -. El estímulo a la producción viene de varias fuentes, pero se pueden denotar principalmente las siguientes: entrada de nuevos competidores al mercado influidos por la atracción de las ganancias extraordinarias – creo que esto no lo menciona Sarmiento – y el incremento en la capacidad de producción de los empresarios nativos del mercado de huevo – nuevas inversiones -. Al final, una vez que la producción incrementada lleve el precio a su nuevo punto de equilibrio, la escasez se habrá resuelto y todos felices.
Ahora bien, en opinión de Sarmiento, el accionar de Marcelo en este caso, aunque no es significativo, está interfiriendo en el libre accionar del sistema de precios, lo cual luego mete distorsiones que complican o entorpecen la operación de éste a fin de que encuentre por sí mismo una solución eficiente al problema de la escasez de huevos en México. Y para Sarmiento esto denota la ignorancia de Marcelo en materia económica; lo cual solo ejemplifica la ignorancia de la clase política mexicana en esta materia.
Magistral disertación de Sergio Sarmiento. Y debo decir que sería deseable que el mundo operara como dice Sergio en su apunte. Nadie puede ocultar que sería maravilloso que las cosas sucedieran tal como él las describe. Pero el problema de Sergio es que su demostración es imaginaria, como sacada del mundo mágico de algún texto básico de introducción a la economía.
En efecto, la economía del mundo real no es tal como piensa Sarmiento, y mucho menos en entornos institucionales como el de México, donde la ilegalidad y la impunidad son el pan de cada día. En el mundo real, los mercados y las decisiones económicas son tan imperfectos, tan alejados de lo ideal, de lo modélico, que la ciencia económica desde Keynes se ha cuidado mucho más de tomar esa realidad para diseñar modelos alternos pragmáticos de mercados imperfectos que ayuden a explicar y a pronosticar el comportamiento de los individuos en los mercados del mundo real.
En el ámbito de los estudios de organización industrial, por ejemplo, existe abundantísima bibliografía sobre investigaciones empíricas que nos describen bastante bien cómo es que los mercados del mundo real distan mucho de operar en la forma ideal que imagina Sarmiento. Ni el flujo de los factores de producción, especialmente del capital, es tan eficiente y libre como imagina Sarmiento, porque existen múltiples y variadas barreras para este flujo, y ni los empresarios están tan exentos de la codicia excesiva y destructiva que eclosiona en la forma de prácticas afines a la colusión y a las ganancias monopólicas. Así que aquello del restablecimiento del equilibrio por obra y gracia del mecanismo de los precios puede sonar más bien a fábula cuando contrastado al mundo real.
A nadie escapa que la actual situación de escasez en el mercado de huevo es un verdadero paraíso para productores e intermediarios del ramo. Para algunos representa la oportunidad de resarcir las pérdidas sufridas por la gripa aviar a través de un impuesto a los pobres – precios altos sobre el producto -; para otros, para los que no vieron mermada su capacidad por este fenómeno natural, representa un atractivísimo mundo de ganancias extraordinarias por la misma vía. Y el hecho relevante es que para nadie en ese ramo económico es despreciable la posibilidad de que tal situación siga prevaleciendo en el largo plazo prolongando así una injustificada transferencia de recursos extraordinarios desde los consumidores – pobres en su mayoría – a los productores y distribuidores. Y como estamos obligados a suponer que todo productor e intermediario de huevo en el país debe tener cierta cultura económica, por mínima que sea ésta, entonces debemos suponer luego que todos ellos deben estar plenamente enterados de que si el libre mercado opera tal como supone Sarmiento, al tiempo todos verán concluida esta bonanza de ganancias extraordinarias. Y sentado esto, cabe hacerse las siguientes preguntas que deben ser respondidas, no con sueños modélicos de corte Sarmiento, sino con realismo:
¿No hay ahí suficientes estímulos para que productores e intermediarios prolonguen esta situación de escasez hasta las últimas consecuencias a través de acuerdos ocultos que levanten barreras al libre flujo de factores de producción? ¿Se puede esperar que los productores e intermediarios se abstengan de acudir a acuerdos de semejante naturaleza?
En estos casos, la experiencia traducida en estudios empíricos ha demostrado que quien encuentra un nicho de ganancias extraordinarias a costillas de los consumidores, hará hasta lo imposible por sostenerlo hasta las últimas consecuencias con todo tipo de argucias legales. Hablamos de las colusiones y las conductas monopólicas que pueden irrumpir hasta en mercados teóricamente competitivos. Y si esto es una realidad en economías desarrolladas, ¿qué se puede esperar en un país de la impunidad como México?
Solo apelando a la ingenuidad de los primeros economistas liberales de la historia - ingenuidad explicable en los pioneros pero no en un hombre moderno - se puede creer que productores e intermediarios de huevo se verán libres de esa codicia por prolongar el estado de ganancias extraordinarias y que la Mano Invisible de Smith los llevará a ceñirse de buena manera a la operación del libre mercado con un espíritu industrioso y para contento de todos.
La paradoja marceliana:
Pero si Sarmiento trabaja bajo el principio indemostrable de que los empresarios del ramo se dejarán llevar dócilmente por la Mano Invisible del libre mercado hasta renunciar a las ganancias extraordinarias de que hoy disfrutan, lo cierto es que no juzga con el mismo rasero a Marcelo Ebrard. De éste supone toda clase de astucias mañosas para lucrar políticamente con la necesidad de la gente; astucias que luego, en su opinión, dañan al libre mercado.
Así que, en el discurso de Sarmiento, lo que es válido por principio no demostrado para los empresarios del huevo, no lo es para Marcelo. Y esto resulta paradójico tratándose de iguales seres humanos. ¿O es que acaso Marcelo es un ser inferior en el plano moral cuando visto contra los empresarios del ramo huevero?
La suspensión del juicio moral:
He platicado en estos días con algunas buenas señoras en el mercado sobre el asunto de los huevos de oro. La solución de estas señoras al asunto ha sido simple: dejar de consumir huevos en absoluto o bien racionarlos privilegiando a los niños y a los ancianos de la familia. Y por supuesto que cabe esperar que ésta sea la solución de los sesenta millones de pobres que orgullosamente ostenta este país.
El resultado neto de todo esto es que una enorme multitud de mexicanos - especialmente chiquillos - se está absteniendo de consumir huevos total o parcialmente por su alto precio. ¿Cómos se puede justificar esto?
Aunque Sarmiento no lo dice, con su discurso responde implícitamente a esto de la manera siguiente:
Que nadie intervenga. Dejemos que suceda ese racionamiento en las familias pobres de México a fin de que el libre mercado pueda restablecer su equilibrio. No hay escape si queremos soluciones eficientes. En cuanto al hambre y la indignación que devienen como resultado, veámoslas como costos colaterales y pasajeros.
Se trata de la respuesta típica del neoliberal dogmático, del heredero de Milton Friedman, el amo y señor de la filosofía del salto al vacío sin paracaídas. Y se trata de una posición ideológica que no aguanta el más mínimo examen ético. Y para ver esto con claridad, bastaría con preguntarle a un dogmático del neoliberalismo lo siguiente: ¿Seguiría justificando al libre mercado en este caso de los huevos de oro si se viera en la situación desesperada de tener que racionar los huevos a sus propios hijos?
Juzga y obra como si fueras un legislador universal, como si tuvieras que emitir principios válidos para todos y para ti mismo. Ahí es donde se derrumba todo para los dogmáticos del neoliberalismo.
El dogmático del neoliberalismo podría argüir contra lo anterior que la economía no tiene punto de conexión en sus soluciones en el papel con la ética y con sistema de moral alguno, ya que establece su única norma interna, intrínseca, en la eficiencia en el uso de los recursos. Confieso que yo tendría que mostrarme de acuerdo con esto. Sin embargo, tendría que aclarar un punto que pone fuera de servicio al anterior argumento.
En el caso de los huevos de oro en México no estamos tratando un asunto económico al estilo escolástico, académico, en el pizarrón. Estamos tratando un asunto económico que está íntimamente interconectado con las exigencias de la política práctica. Y en este ámbito no hay normas fijas y definitivas para las respuestas al problema. Todo dependerá de la posición ideológica de los postulantes. Por supuesto que Sergio Sarmiento juzga mal a Marcelo porque parece que, desde su óptica en este asunto, el dogma neoliberal debe primar sobre la política, así esto reporte los resultados desastrosos consistentes en sesenta millones de pobres, violencia generalizada y, ahora, racionamiento de huevos y frijoles. Sin embargo, en lo personal, creo que la política debe primar sobre las exigencias de la economía si es que en verdad se desea que la primera adquiera tintes humanistas. Y aunque la experiencia de la historia ha demostrado que el primado de la política sobre la economía ha brindado mejores resultados, en este punto estamos en un problema. Y es el que sigue.
Desde su postura, Sergio no puede demostrar de manera objetiva que Marcelo está equivocado en su proceder. Solo le queda el recurso de la persuasión. Yo tampoco puedo demostrar que lo que hace Marcelo es lo mejor porque yo piense que la política debe tener aires humanistas y debe imperar sobre el economicismo; así que también estoy restringido al recurso de la persuasión. Pero si Sergio Sarmiento no puede afirmar ni demostrar nada en este asunto, ¿por qué afirma que Marcelo es un populista ignorante que daña al libre mercado?
La cuestión central es que la misma existencia del mercado libre y del espíritu industrioso de los empresarios del huevo está bajo sospecha. ¿Existirán? ¿Podrá Sergio ir más allá de las corazonadas en este terreno?
Por lo pronto, creo que Marcelo hace bien en repartir huevos entre los pobres a precio de risa. Me ciño a esa creencia con la más fuerte adhesión. Mi mejor esperanza está sembrada en que lo siga haciendo por el bien de esas familias desheredadas mientras el problema persista. Y si en eso Marcelo saca partido político, bueno, ni modo, lo mismo hacen los hueveros en estos tiempos de escasez. La diferencia es que el uno saca partido remediando el hambre, y los otros lo hacen hambreando.
Buen día.