Como si la historia sísmica de nuestro país fuese cíclica, ayer 19 de septiembre un terremoto de 7.1 grados en la escala Ritcher sacudió a la capital mexicana y a cuatro entidades federativas más: Morelos, Puebla, Guerrero y Oaxaca.
El mismo día como el 19 de septiembre de 1985, aunque entonces la intensidad del movimiento telúrico fue de 8.1 grados y de escala destructiva mayúscula: Dejó 20 mil muertos en la capital del país, y más de dos mil 800 inmuebles afectados.
La menor intensidad del sismo registrado ayer y la cultura de protección civil desarrollada en México evitó un desastre como aquél entonces. Pero hubo personas muertas, cuyo número aún es incuantificable; preliminarmente se contaban esta mañana alrededor de 217 muertos, entre las cinco entidades afectadas.
La mayor tragedia, sin duda, fue la muerte de más de 30 niños del colegio Enrique Rébsamen, en la Ciudad de México.
Septiembre, el mes Patrio, ha sido trágico para México. Y no solamente por los terremotos del mismo día 19, sino porque en la primera semana ocurrió otro terremoto de 8.2 grados Ritcher, que afectó los estados de Chiapas y Oaxaca, pero sobre todo la región del Istmo de Tehuantepec en la entidad oaxaqueña, donde se registraron más de 76 muertos y miles de inmuebles dañados, entre viviendas y edificios públicos.
En nuestro país estamos acostumbrados a los temblores. Incluso, Oaxaca es una entidad con actividad sísmica constante; puede decirse que tiembla todos los días, pero la intensidad es casi imperceptible en la mayoría de las ocasiones.
No obstante la sismicidad en nuestro país, la historia no registra dos terremotos en menos de quince días. Bueno, en 1985 ocurrieron dos sismos: El gran terremoto del 19 de septiembre, y el temblor del día siguiente cuya intensidad alcanzó los 7.6 grados, y se le consideró réplica.
En este caso, en el que estamos viviendo ahora, el sismo de ayer de 7.1 grados no puede ser réplica del ocurrido el 7 de septiembre. Pero cabe una duda: ¿Tendrán alguna relación? ¿Corresponden a desplazamientos de placas tectónicas conectadas entre sí? Ojalá los geólogos y científicos estudien el caso.
Por cierto, en la mixteca oaxaqueña (esa sí está conectada a la mixteca poblana) habitantes han reportado el agrietamiento de la tierra. Pero no grietas cualquiera, sino de tres metros de ancho y hasta 500 metros de longitud, por lo cual presuponen tratarse de una falla geológica.
Las aperturas de la tierra se registran principalmente en el Distrito de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco, donde las grietas han afectado a las comunidades de Santiago Nundiche, Tres Cruces, San Juan Ñumi, Santo Domingo Yosoñama y La Paz, por mencionar algunas.
Las autoridades correspondientes deberían poner atención en tales agrietamientos de la tierra, considerando los siguientes datos:
“La Sierra Mixteca, conocida también como Nudo o Escudo Mixteco es una zona montañosa localizada entre los estados de Puebla y Oaxaca, en el sureste de México. Se le conoce también con el nombre de Zempoaltépetl (las veinte montañas, en náhuatl), que es también el nombre de su pico más alto, localizado en el noreste de Oaxaca. Se trata de una de las regiones geológicas de mayor antigüedad en el territorio mexicano. En ella confluyen la Sierra Madre Oriental, el Eje Neovolcánico y la Sierra Madre del Sur).
Claro, revisar y estudiar no solamente las formas geológicas de la caprichosa naturaleza, sino también el daño provocado por el cerebro y la mano del hombre. Y me refiero a los experimentos “científicos” que diversos países han hecho con bombas nucleares, haciéndolas explotar en el fondo de océanos y mares.
¿Ustedes no creen que el impacto de una bomba nuclear no desacomode las placas tectónicas? Incluso, mucho del cambio climático obedece a experimentos de ese tipo. De nada sirve entonces que los Estados Nacionales se reúnan en cumbres mundiales para acordar medidas sobre los cambios climáticos, cuando saben de los destrozos naturales provocados por los experimentos científicos de grandes potencias.
MÁS DINERO PARA DESASTRES
Los desastres naturales ocurridos en el último mes, sobre todo en entidades del Sur y Centro del país, considerando huracanes y terremotos que han dejado infinidad de viviendas destruidas, edificios públicos dañados, centenares de muertos, inundaciones, cosechas inservibles, y miles de damnificados, deben alertar a los poderes Ejecutivo y Legislativo, en los órdenes federal y local.
No precisamente para implementar más y mejores estrategias preventivas, sino para considerar fondos mayores para enfrentar desastres naturales. Quiero decir, que en México debemos destinar más recursos a la protección civil y para la atención inmediata de contingencias como las que viven en estos momentos Oaxaca, la Ciudad de México, Morelos, Puebla y Guerrero.
En nuestro país se desinan grandes presupuestos para partidos políticos, para procesos electorales y para diputados y senadores. Y también son destructores como ellos solos. ¿Por qué no se les va restando presupuesto para sumarlo al fondo o seguro de desastres?
Y que fluya rápido, porque tarde sirve de poco. Ahí está el ejemplo del llamado bono catastrófico; es la hora en que no se sabe si procede o no.
¿NO SE DESATENDERÁ OAXACA?
Tras el terremoto de ayer, el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, ordenó no desatender a los damnificados de Oaxaca y de Chiapas, donde hay miles de familias sin vivienda por el sismo del 7 de septiembre.
Ojalá. Porque en ambas entidades hay zonas devastadas, a eso súmenle las afectaciones en las comunidades de la mixteca oaxaqueña provocadas por el sismo de ayer, que impactó severamente en la Ciudad de México, Puebla y Morelos.
Los oaxaqueños pensaron que el Gobierno Federal los abandonaría por atender la contingencia en las otras entidades.
El presidente Peña Nieto ya dio su palabra de continuar la atención; esperemos que cumpla.
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