La designación de Rubén Moreira como secretario general del PRI tiene la relevancia del vuelo de una mosca después de asistir a una degustación en el estercolero de moda, es decir, ninguna. Los nuevos líderes de ese partido representan a dos de las corrientes más protervas y nefastas: los Salinas (Claudia Ruiz Massieu es sobrina del expresidente Salinas) y los Moreira. El mensaje es congruente con la soberbia patológica y la desconexión de la realidad, características del gobierno de Enrique Peña Nieto. Los nombramientos son reflejo de la insania del poder.
Políticos de pueblo con delirios de grandeza, los Moreira se echaron en brazos de Carlos Salinas de Gortari y de Enrique Peña Nieto. Ambos asistieron a la segunda boda de Humberto, en Piedras Negras, frontera tan dolorosa para el clan, pero más para los coahuilenses por las masacres en Allende y en el Centro de Rehabilitación Social, y otros miembros distinguidos de la "mafia del poder" como Manlio Fabio Beltrones, don Corleone (AMLO, dixit), cuyas ínfulas de "genio electoral" estallaron cual pompas de jabón —igual le pasó a Rubén Moreira— el 1 de julio. En Sonora y Coahuila el PRI fue pulverizado por Morena.
Para ganarse la voluntad del villano favorito de los mexicanos y ser admitidos en su organización, los Moreira le ofrecieron, primero, una comida en La Laguna con empresarios afines y una visita al ejido Batopilas, donde los hermanos Carlos y Raúl Salinas, junto con Hugo Andrés Araujo, ensayaron proyectos políticos y sociales que a la postre traicionaron para abrazar el neoliberalismo. (En política, ciertas especies se juntan nada más para rascarse, decía el exgobernador Óscar Flores Tapia).
Quizá la vía de los Moreira para acceder a Peña Nieto fue Salinas. Ya con un pie en Atlacomulco, el clan doblegó con facilidad a Beltrones y a otros miembros distinguidos de la mafia, como Emilio Gamboa Patrón, muñidor de Salinas desde hace 40 años, a base de cañonazos. Mientras el destino de la megadueda siga rodeado de tinieblas, la sociedad tiene derecho a pensar que sirvió para fabricar nuevos ricos y financiar campañas, incluida la de Peña Nieto. La presidencia del PRI para Moreira I y la secretaría general para Moreira II formaría parte de la recompensa.
Entre el salinato y el moreirato existen paralelismos: nepotismo, violencia y persecución política (a escala federal, los asesinatos del cardenal Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio, José Francisco Ruiz Massieu, padre de la nueva presidente del PRI; y en el ámbito local, el asesinato de Jorge Torres McGregor, sobrino del goberndor interno del mismo nombre, acoso contra el obispo Raúl Vera, periodistas, activistas, liderazgos del PRI y la muerte de figuras clave de los Moreira), altos grados de corrupción, negocios a la sombra del poder y crisis derivadas del manejo discrecional de la economía nacional y de la deuda estatal por 40 mil millones de pesos.
Hay otras similitudes: un Salinas (Raúl) pasó 10 años en un reclusorio de máxima seguridad por el asesinato de Ruiz Massieu y lavado de dinero; un Moreira (Humberto) estuvo entre rejas, en Madrid, también por blanqueo de capitales y malversación de fondos. Ambos figuran en la lista de "Los 10 mexicanos más corruptos" de 2013 de la revista "Forbes". Un Salinas (Enrique) murió asesinado; y también un Moreira (José Eduardo, hijo de Humberto). La secretaría general no premia a Rubén, lo castiga: recibe los despojos de un partido moribundo. Ironías: un coahuilense fue el partero del PRI (Manuel Pérez Treviño) y otro será su sepulturero (Rubén Moreira).