Ninguneado por la nueva administración, abandonado por sus antiguos aliados, aborrecido por su propia militancia, Enrique Peña Nieto pasó de ser aquel relumbrón que con sus reformas estructurales prometía ‘mover a México’ a una mala broma ‘casi de risa’.

Y es que más allá de que el Presidente confundiera ‘Uruguay con Paraguay’, o creyera que Enrique Krauze escribió La Silla del Águila, su paso al frente del gobierno dejó una estela de momentos tan absurdos, que su legado hoy se debate entre la risa y el llanto.

Quizás el Presidente ‘no sea la señora de la casa’ y no supiera de ‘cuanto es el salario mínimo’, pero eso no le daba derecho a ser insensible ante una realidad social que ardía por la injusticia y la desigualdad.

Él y su gabinete pueden seguir pensando ‘que los pobres no comen gasolina’, pero las consecuencias de ignorar a más de 50 millones de mexicanos en pobreza, no sólo lo tundieron en su prestigio sino también llevaron a la debacle a su partido.

El Presidente no se explica por qué los medios ‘no aplauden’, pero poco reflexiona que a lo largo de su sexenio más de 50 periodistas fueron asesinados, convirtiéndose en el país más peligroso del mundo para ejercer dicha profesión.

Su lucha contra la corrupción fue nula, y esta se convirtió en el ‘socavón’ de su gobierno;  aunque los escándalos lo hundían más y más, el mandatorio fue fiel al mantra que algún día le recetó a Rosario: ‘no te preocupes, hay que aguantar’.

Su gobierno se dedicó a construir una ‘verdad histórica’, pero nunca pudo o quiso esclarecer el destino de 43 estudiantes, y un sinfín de desaparecidos que seguramente hoy yacen en alguna fosa clandestina.

Elogió y cobijó a esa ‘nueva generación’ de gobernadores que decían representar la esencia renovada de su partido, y que hoy se encuentran presos o prófugos al desfalcar a sus estados, y traicionar la confianza de sus gobernados.

Y aunque el Presidente crea que el país se ha ‘volvido’ un referente del éxito a nivel internacional, sólo basta con ‘ler’ las páginas de Le Monde, The Guardian o el New York Times, para conocer la imagen real de México en el exterior.

Nos dice nuestro mandatario que deberíamos evaluar el alcance de su políticas ‘con base cuántica’, pero no se da cuenta que su realidad se cierne a una burbuja más chica que un ‘baño de la Ibero’.

Las críticas siempre fueron su pesar, jamás pudo comprender que no se trataba de ‘bullying al gobierno’, sino de un legítimo reclamo de una sociedad indignada que demandaba soluciones, y no un ‘ya chole con tus quejas’ como respuesta.

Desafortunadamente, el Presidente ‘ve que no ve nada’ y no sabe qué vemos nosotros, pero queda claro que las crisis de impunidad, derechos humanos, violencia e inseguridad no sólo ‘están en la mente’ de los mexicanos.

Y mientras el país está en llamas, algunos subordinados del Presidente ‘ya se cansaron’, otros ‘solo vinieron aprender’, y uno que otro ‘como no estudió psiquiatría’ sencillamente no puede entender, aunque parece que todos agarran los periódicos ‘para matar moscas o limpiar vidrios’.

En la recta final de su gobierno, el aún Jefe Máximo de este país se despide con un amparo para evitar futuras detenciones, aunque en esta ocasión el presidente quizás no sea tan empático y nos pregunte en su posición ‘¿Qué hubieran hecho ustedes?’.

La acusación de que el narco sobornaba al Presidente solo vino a rematar a un sexenio que ya estaba muerto desde 2014, y que confirmó ‘que todo lo que vemos es corrupción’.

Definitivamente fue un mal año para México, no menos, como seis.

El autor es Candidato a Doctor en Política Social en la Universidad de Ediburgh

Kevinzapata2012@gmail.com