La carrera presidencial comienza precisamente con el cambio en las dirigencias de los partidos, quienes llegan tendrán un papel preponderante en contienda de 2018. PRI y PAN prácticamente tienen definidos los nombres de las personas que ocuparan el cargo.
El PRI obligado por el contexto actual, con un presidente bastante cuestionado y en declive, decidió apostar a la segura, la designación de Beltrones sin duda alguna es una regresión, es entre otras cosas, la nostalgia por el autoritarismo, nada de eso importa cuando lo que está en juego es: el poder. El sonorense es el priista perfecto, su experiencia de más de 30 años en el oficio garantiza resultados. Más allá de las aversiones que el personaje despierte en ciertos segmentos, tenemos que reconocer su habilidad para negociar y seducir a compañeros y adversarios, y que además cuenta con el apoyo de sectores político-económicos conservadores, que lo ven con buenos ojos para llenar el vacío del poder provocado por Peña Nieto.A manera de ejemplo, esta semana, Oscar Mario Beteta en la mesa de análisis de su programa de radio, se mostraba, por un lado, preocupado por el fortalecimiento de AMLO pero por lleno de alivio afirmaba que el nuevo presidente del ?tricolor? cuenta con la capacidad suficiente para frenarlo. Atrás quedó la falacia del nuevo PRI, el ?revolucionario? entendió que no necesita renovarse, necesita confirmarse, regresar a la fórmula que los mantuvo en el poder durante más de 70 años.
El caso del PAN es singular, el próximo presidente será un joven, supondríamos que es un hecho que le viene bien a un instituto que no ha logrado recuperarse del mal estado en que los dejó el Calderonismo, que luce mermado y sumido en escándalos de corrupción. La juventud suele asociarse con frescura, con cambio, con rebeldía y esperanza, sin embargo este no es el caso. Ricardo Anaya es una simulación, una fachada, una imagen que el blanquiazul podrá aprovechar para venderle al electorado, la idea de regeneración. No nos vayamos con la finta, detrás de Anaya, están personajes cuestionables como Gustavo Madero, Santiago Creel, Javier Lozano, Moreno Valle, entre otros. No deja de ser una pena que un joven envejezca tan pronto, y se convierta en un político tradicional, alineado y al servicio de las cúpulas y grupos de poder a cambio de posiciones. La historia reciente del PAN, desde su llegada a la presidencia en el 2000 hasta la fecha, ilustra perfectamente la degradación de un partido político.