La política mexicana ha sido el cuento de nunca acabar a lo largo de su escasa o larga historia, según se le quiera ver.

Políticos y altos burócratas llegan al poder o a la representación popular casi por regla, a aprender “echando a perder”, como práctica indisociable de la teoría de la prueba y el error; al agandalle, buscando fama, fortuna y poder inmediatos y fáciles; generando un alto costo para la sociedad. Sin una formación mínima, además, en la ética y el servicio.

En México no hay una institución, del estado o privada, que forme servidores públicos y políticos de carrera, respaldándolos a la vez a lo largo del desempeño de sus funciones y garantizándoles un retiro decoroso y digno, sin necesidad de violentar el marco legal con delitos patrimoniales o inherentes al ejercicio indebido de su cargo.

La ley del servicio civil de carrera impulsada en anteriores administraciones, “fifís” según la perspectiva oficial del momento, nunca se pudo consolidar. En los próximos 4 años se podrá menos.

Arriban al cargo pues políticos y altos burócratas, del origen ideológico o socioeconómico que sea –lastimosamente- a aprender dos cosas que cualquier individuo de otras latitudes aprende en su casa, escuela o congregación: a servir y a ser civilizado.

Dos funciones con correspondencia biunívoca: la una no es sin la otra y viceversa.

La ciencia ha evolucionado y construido nuevas teorías en todos los órdenes, a la vez que se parapetan los nuevos paradigmas que cada época trae consigo: En la Antropología por ejemplo, se ha comprobado que el primer signo de civilización en una cultura, dejaron de ser hace tiempo las vasijitas de barro, los anzuelos o los artilugios; ahora, el primer signo de civilización en una cultura antigua es un fémur (hueso del muslo de un individuo) que se rompió y luego sanó.

En la dinámica histórica de la cadena alimenticia del reino animal, si un individuo se rompe la pierna, muere indefectiblemente. No se puede huir del peligro, llegar al río a saciar la sed o buscar comida por sí mismo. Ese individuo se vuelve carne de bestias al acecho. Ningún animal u homo erectus sobrevive. Un fémur roto que ha sanado es evidencia de que alguien se ha tomado el tiempo para quedarse solidariamente con el que cayó, que vendó la herida y llevó al individuo a lugar seguro para su recuperación.

Ahí empezó la civilización; en el servicio al prójimo. En la conciencia de grupo.

Hoy que son tiempos previos a las campañas para la llamada “elección más grande de la historia” en este país, vemos con decepción, especialmente en los estados, no en la CDMX, a aspirantes a puestos de elección popular de todos los partidos sin excepción, salir a la calle a “colgarse” materialmente de la pandemia y a llevar despensas o kits de higiene personal con el nombre del precandidato rotulado o con una tarjetita personalizada del “donante”. Eso sí, sin faltar la rigurosa fotografía para las redes sociales. Es un servicio temporal e interesado el que brindan. No hay compromiso; no hay un espíritu genuino de servicio y civilización.

La preparación de nuevos cuadros ha quedado en segundo plano. En el PAN con el joven dirigente nacional Marko Cortés, no ha logrado levantar la expectativa; en el pasado reciente Ricardo Anaya, tampoco pudo remontar la ventaja del ahora presidente en campaña y los niveles de afiliación de jóvenes va desde entonces a la baja.

En el PRI el panorama no es mejor; al igual que en el PAN, pareciera que en los últimos 20 años se han dedicado a formar cuadros presupuestívoros, aptos para el negocio surgido del influyentismo y la poca transparencia y lo que es más abrumador, como lo revelan los más recientes escándalos de corrupción de la vida pública nacional, sin el escrúpulo mínimo para marcar una “sana distancia” de las historias de corrupción. Ahora el PRI se volvió un botín de familias: los nuevos cuadros dirigentes se apellidan Ruiz Massieu, Beltrones, Murat… Lozoya, entre otros.

Por el rumbo del Movimiento Ciudadano, la maravilla de Nuevo León, Samuel García, se cayó por un desafortunado vídeo misógino; Luis Donaldo Colosio Riojas no arranca y Clemente Castañeda no adquiere talla nacional.

El PRD a punto de desaparecer y surgen intentos de formar más burocracia partidista con nuevos partidos con viejos militantes que buscan prerrogativas y no ofrecen nuevas opciones de gobernabilidad o políticas públicas para rescatar al país.

De los llamados independientes ¿Quién? ¿Tatiana Clouthier?... no da el “do” de pecho aún. ¿El sempiterno Santiago Creel, José Narro (el exrector) o Gabriel Quadri? El cuadro es desolador. ¿Quiénes serán pues los políticos y servidores públicos de los próximos años?

Sin una oposición íntegra, que posea un discurso probo y puntual, de por sí México tiene ya una gran crisis en este momento, por la falta de contrapesos al poder concentrado de que dispone el Presidente de la República; ahora sumémosle la ausencia de una nueva generación de individuos preparados para el servicio público en su adecuada concepción y filosofía.

Finalmente, los fundamentos ideológicos (documentos básicos, principios de acción) de los partidos son copias burdas, carentes de viabilidad en las propuestas que lanzan sus ideólogos para presentarse como partidos “diferentes” entre sí. Ningún partido los respeta al final. No hay ética alguna que valga. ¿Cuál? ¿La de la izquierda rabiosa y vengativa que busca el exterminio del opositor y que domina las acciones de gobierno actualmente? ¿O la ética de los neoliberales que prevalece aún?

¿Qué pasará entonces en un sistema político sin oposición y sin nuevos cuadros que dignifiquen el servicio público?