El Congreso de Sinaloa, es probablemente el único en el país que todavía convoca a elecciones y, no solo eso, decide sin consultar sobre temas torales que competen esencialmente a los ciudadanos y a organismos autónomos en concordancia con lo que debería de ser un Instituto Electoral realmente independiente. Lejos de esto, el órgano electoral, que debiera representar a la sociedad sinaloense y no a los partidos en el acto constitucional más importantes como lo es el ejercicio de la voluntad popular, en la práctica actúa como una dependencia más del ejecutivo y una oficina de enlace del legislativo.

Es preocupante que el Congreso del Estado haya enviado hasta el 15 de diciembre la convocatoria para el inicio del proceso electoral, cuando la Ley de Instituciones y Procedimientos Electorales del Estado de Sinaloa marcaba el inicio justamente el próximo 15 de Septiembre. Y es preocupante porque el silencio de los partidos y el IESS, más que a consenso huele a complicidad.

La ley electoral indica que cualquier modificación a la misma debe hacerse tres meses antes del inicio del proceso, y este 15 de junio se venció el plazo, aunque ya el pasado 03 de junio el pleno aprobó el dictamen de la Comisión de Gobernación y puntos Constitucionales para recorrer el calendario a Diciembre. Lo anterior significa que, aprobada la modificación, los diputados tienen de aquí al 15 de septiembre para seguir haciendo cambios constitucionales.

De por sí el Congreso de Sinaloa es el único a nivel nacional que convoca y mete mano en disposiciones electorales, ahora también pone la nota del desbarajuste y en lugar de aportar a la armonización de los procesos comiciales en el país, trastoca la agenda posponiéndola y rebajando temas de seriedad al sospechosismo, mismos que sin problema pudieron salir adelante en el calendario normal. ¿Pero qué hay detrás de esto? ¿Qué hay detrás del “consenso” silencioso de los partidos políticos y sus representantes en el Congreso? Enseguida lo vemos.

Mientras que en el resto de los estados, donde el próximo año habrá elecciones, las respectivas convocatorias locales se abren a mediados de septiembre, en Sinaloa el proceso inicia formalmente el 15 de diciembre. Pero la confusión vendrá aún más porque en Octubre el Instituto Nacional Electoral convocará a elecciones federales. Es decir, todos los aspirantes, a esas alturas, seguirán sueltos y más exponenciales en sus aspiraciones que el Coronavirus, sin que nadie los llame al orden. ¿Y el Tribunal Estatal Electoral de Sinaloa? Bien gracias, porque esa chavalada goza de una buena beca y hasta ahorita, quizá, apenas vayan en el punto dos, de la orden del día de la sesión tres. Dejar hacer, dejar pasar es su divisa.

Entre otros, uno de los argumentos principales para modificar la fecha de la convocatoria electoral es el financiero. De acuerdo a esto habrá una reducción del gasto público del Instituto Estatal Electoral de Sinaloa, ya que se abstendría de instalar los Consejos Distritales y Municipales y de contratar al personal correspondiente a la organización de las elecciones. Además habría tiempo para realizar cambios a la Constitución Local en materia de derechos indígenas pendientes de cumplir desde el 2018 e igualmente armonizar, con las leyes generales, lo relativo en materia de violencia política contra las mujeres y la llamada paridad de género en materia electoral. Insisto, estos temas pudieron tratarse sin necesidad de cambios de fechas en la agenda comicial. Pero, ya con el control total del proceso electoral, ¿el Congreso solo hará cambios para los puntos anunciados o tiene por ahí otro as bajo la manga? Es solo una pregunta con una fuerte dosis de inocencia.

Debiera preocupar, y mucho, que los partidos representados en el Congreso a través de las llamadas fracciones parlamentarias sigan decidiendo e imponiendo asuntos electorales a su antojo, cuando debiéramos, a estas alturas, contar con un Instituto Electoral autónomo que, por el contrario, los meta en cintura.

Pero, aquí otro pero. ¿Habrá esperanzas de alcanzar aspiraciones autónomas con Consejeros Electorales constituidos en casta dorada, en burócratas medrosos dispuestos a no molestar a sus verdaderos jefes? Ellos, calladitos también, como les corresponde, acataron las disposiciones del Congreso. ¿Pero qué hay detrás de todo esto que la clase política partidaria también avaló sin chistar? Adelante se comenta.

¿Por qué a los partidos les interesa los derechos electorales de los indígenas? porque ahí ven votos y candidaturas, e igualmente les incumbe el tema de la paridad de género porque ahí va el reparto de posiciones entre aspirantes mujeres y aspirantes hombres en los partidos. Es todo. Pueden decir mil cosas sobre los derechos de las etnias y de las mujeres, pero a los partidos nunca les ha interesado ir al fondo de sus problemas. Los cambios han sido siempre desde y para la cúpula y esta vez no será la excepción.

Pero eso sí, en el cambio de agenda electoral los señores no se pusieron límite. Y tan es así que en medio de la pandemia, sus dirigentes y aspirantes, andan desatados “entregando” despensas, tomándose videos y fotos para subirlas inmediatamente a las redes sociales. Para ellos sí hay dinero, pero para un órgano electoral fuerte e independiente ni en sueños. Lo más grave es que sin rubor, frente a miles de ciudadanos pensantes, a las consejeras y consejeros les indican qué hacer y, por lo mismo, le quitan toda facultad para aplicar la ley lo que, a estos últimos, realmente poco les importa.

Los partidos, a través de sus diputados, pospusieron el calendario electoral pero la agenda de ellos no. Sus dirigentes saben, incluso, que a estas alturas ya es muy tarde en términos de competencia y de movilidad y que el tiempo es fatal para sus aspiraciones y posiciones en las preferencias ciudadanas. Paralizaron la agenda electoral, pero la movilidad de ellos la dejaron intacta.

Por cierto, ¿tendrá el órgano electoral local la capacidad técnica necesaria para organizar a partir prácticamente de enero el proceso electoral? Si con el tiempo normal se las ven negras, habría que imaginar cómo, con más de tres meses de retraso, sacan adelante con pulcritud y organización plena el proceso. Aunque la burocracia del IEES diga que sí, no hay razón histórica para creerle.

Vamos al grano. ¿Cuál es el fondo del cambio en el calendario electoral avalado unánimemente por los partidos y sus diputados? La neta, el fondo del acuerdo no es que no haya dinero ni que puedan salir adelante los otros temas arriba señalados. El fondo del acuerdo es que el transitorio pendiente para reducir el número de diputados para la próxima legislatura se eche abajo y queden los actuales cuarenta. En marzo de 2017 el Congreso aprobó el dictamen para que el número de diputados se redujera de 40 a 30 y en el caso de los regidores en un 34 por ciento. Ciertamente, en la elección pasada se aplicó la reducción del número de regidores, pero no de diputados. Hoy, precisamente, lo que los diputados ya acordaron, en petit comité, es darle palo a los dictámenes de la legislatura pasada y de ellos mismos, para que el número de diputados sigan siendo de 40 y que en el caso de regidores se reintegren los 233 de antes, en vez de que sigan los 171 ediles actuales. ¡Que viva la austeridad!

Fuentes muy serias del legislativo informan que ya está listo el acuerdo para que, antes de la fecha legal, que es el 15 de septiembre, se consume el retroceso. En una palabra, todo el discurso sobre la austeridad republicana se vendrá abajo y exhibirá de nuevo la clase política de frente a la sociedad civil. Por cierto, no está demás decir que el disque ahorro de tres meses de inactividad en el IEES, será pulverizado cuando los nuevos regidores cobren la primera quincena en noviembre del próximo año y los diputados sigan haciendo lo mismo. Como siempre, la sociedad pagará los platos rotos de la concentración del poder en unas cuantas manos. Ellos, los partidos, desafortunadamente aún deciden qué, cómo, cuándo y dónde.

A propósito, un buen amigo me compartió un comentario de una columna política publicada por el periódico El Guasavense en la época de los setenta. Se llamaba El Chicotazo y era firmada con el remoquete de Charly Chan. En una ocasión, aludiendo a un conocido personaje de una de las familias destacadas políticamente en ese municipio, escribió: A este tipo de personas, desde niños, a leguas se les nota que van a ser políticos, pues en vez de jugar a las canicas juegan al tomatodo”. Hoy la clase política sigue igual, jugando al tomatodo. Y lo peor, es que hay algunos cínicos que admiten no tener remedio.