Los “huachicoleros” del periodismo son los que sustraen o roban a los ciudadanos el derecho a la veracidad. Privan de ese derecho, manipulan y difunden información falsa. Así como lo han hecho recientemente Carlos Mota, Pascal Beltrán, León Krauze, Fernanda Familiar, Héctor de Mauleón (quien tiene talento, pero se pierde a menudo) y otros en relación al combate al robo de combustibles (como lo hacen en tantos otros temas Jorge Berry, Ricardo Alemán, Carlos Alazraki, Pedro Ferriz, Pablo Hiriart, Rubén Cortés, Fernández Menéndez, etcétera; de los periodistas “objetivos” no me ocuparé ahora).
Los mencionados se han convertido en un batallón frente a las políticas del nuevo gobierno. Acaso ya lo eran desde el periodo de la campaña electoral; acaso lo hayan sido siempre contra quien encabeza ese gobierno. Ya sea por ignorancia, mala leche o queriendo ridiculizar la acción gubernamental contra la corrupción en la vertiente del robo de combustibles, Carlos Mota, León Krauze y Pascal Beltrán difundieron una información equívoca del The Washington Street Journal, más bien, una interpretación equivoca de un reportaje sobre el llamado desabasto de combustibles. Al leer en un tuit la entrada al reportaje de Robbie Whelan con el título “Mexico Reduces U.S. Gasoline Imports”, estos periodistas dieron por hecho, “insinuaron” que la actual “crisis” de los combustibles habría sido creada por la ineptitud del gobierno, o peor, porque López Obrador había mentido al anunciar el combate al “huachicoleo”, que este era en realidad una pantalla, una simulación porque había dejado de comprar el combustible proveniente de Estados Unidos y que por eso habría desabasto. Esto, pese a que el propio presidente había informado que existe energético suficiente en el país, que era cuestión de logística el hacerlo llegar a las gasolineras al tiempo en que se combate el fenómeno del robo. El propio Whelan tuvo que desmentir en twitter a los periodistas mexicanos que vergonzosamente habían usado su información de manera ignorante o dolosa. Les dijo que lo que ellos difundían como verdad era, más que una mala interpretación, una falta de lectura del artículo, por lo cual, ridiculizándolos, los invitó a suscribirse al periódico y leerlo.
De la misma manera dolosa (¿o cegada?), Juan Pardinas -que debuta este 14 de enero como director editorial del periódico Reforma-, en su texto de despedida como articulista “se lanza contra el plan de combate al huachicol de López Obrador”, señala Federico Arreola en su columna del 13-01-19 en SDP, y añade: “Es decir, Pardinas está en contra de la opinión mayoritaria de los lectores de Reforma, insisto, según datos de sus propias encuestas, y afirma que las cosas han empeorado ¡solo porque Andrés Manuel está haciendo lo que no hicieron Fox, Calderón y Peña Nieto: combatir al huachicol! ¿Tiene sentido culpar tan a la ligera al nuevo gobierno?”.
Y no sólo está Pardinas contra la encuesta del Reforma y prácticamente dice que estaríamos mejor con Peña Nieto (“las cosas siempre se pueden poner peor”), sino contra todas las que han salido y que dan un rango de 75 a 90% de aprobación a la presente acción del gobierno. Esta postura necia no puede ser buen augurio para el periódico.
A esta necedad se añade otra expresión negativa de Pardinas. En su despedida del programa “La hora de opinar” en diciembre pasado, despotricó en contra de las redes sociales. Leo Zuckerman las calificó como “la locura”; Pardinas dio vuelo a su rencor:
“Las salvajadas de las redes sociales… Cuando leo las barbaridades que dicen en twitter, una parte de mi dice, entiendo porque ganó López Obrador… Le sacan lo peor a la naturaleza humana… Ese es el parámetro en las redes sociales, de quién hace el chascarrillo más imbécil y ocurrente y se vuelve una competencia…”.
Sí, nada bueno augura un periódico cuyo director niega las encuestas, insulta a los usuarios de las redes sociales, y manifiesta marcada intolerancia. ¡Y todavía insisten en cobrar por leerlo! Muchos de estos periodistas que mienten, que distorsionan la realidad, que manipulan, utilizan las redes para promocionarse. Sin embargo, no dudan un instante en descalificarlas, en ponerlas en condición de “cloaca” de la internet (así lo hizo Enrique Krauze en el pasado). Y como alguna vez señalé al respecto, lo que no se tolera es que la internet y las redes sociales, pese a todo, han contribuido a la democratización de los medios y de la sociedad, han abierto la información a todas las posibilidades. Esto, naturalmente, pese a los espíritus rancios, hay que celebrarlo.