La firma Uber Eats registra miles de millones de entregas de alimentos a lo largo y ancho del territorio nacional, actividad que le deja sumas millonarias sólo por vincular a negocios, repartidores y clientes; sin embargo, deja indefensos a miles de repartidores —la mayoría modestos— que identifica con el sobrenombre de “socios”, lejos de considerarlos como empleados.
En la década de los años ochenta la firma Dominos Pizza usó la fórmula de entrega de sus pedidos en periodos menores a los 30 minutos, caso contrario, el cliente recibía -a manera de obsequio- el pedido de alimento solicitado, fórmula que hasta nuestros días aún se utiliza.
La situación llevó a que se registrarán miles de accidentes entre repartidores y conductores debido a las faltas de tránsito y medidas de precaución que se registran entre los repartidores, (esta práctica aún es frecuente), con la intención de que la firma —que ahora administra en México el Grupo Alsea-- fuera a descontar de su pago el cargo por el paquete de alimentos solicitado.
Años más adelante, la firma de alimentos comprendió que el riesgo hacia sus empleados y los costos, provocaban una pérdida en sus finanzas debido a la frecuencia de los accidentes; por lo que decidió dejar de cobrarle al repartidor el valor del alimento que, en ocasiones, ofrece de manera gratuita por el incentivo en caso de que la entrega llegue excediendo 30 minutos.
Hoy, la firma Uber comete el mismo error. De inicio, a pesar de mantener un servicio que “asegura" a repartidores con la firma Seguros Sura, este “beneficio” es sumamente limitado, quizá vincula a la atención de alguna víctima a los primeros auxilios en un hospital privado, después, el mismo “socio” decidirá su propio destino.
Sobre su patrimonio, bicicleta o motocicleta, Sura y la firma Uber Eats se deslinda de las reparaciones que pudiera requerir el vehículo en caso de accidente, robo, o deficiencia al manejar entre las complicadas calles y avenidas de nuestro país, incluso, en el mismo momento de realizar una entrega de alimentos entre su “socio” y el cliente que requirió la orden, aunado que se hacen entregas en zonas de alta incidencia delictiva.
Si esto fuera poco, el socio repartidor debe tener en cuenta que el pago de estacionamiento deberá salir de su propio bolsillo; en ocasiones los clientes están ubicados en edificios de zonas residenciales que sólo permiten estacionarse pagando una respectiva cuota. De la misma forma, el “socio” se hace responsable del pago de estacionamiento cuando recoge alimentos en algunos de los centros comerciales del país.
Si por algún motivo el cliente decide hacer el pago en efectivo al “socio”; este podría concluir con su jornada pagando de su bolsillo el propio alimento que pidió el cliente; sucede que Uber recibe las quejas de algunos de sus usuarios y si este decide afirmar que el producto no lo recibió, que lo pagó (aunque no lo hiciera) o que le llegó incompleto, el “socio” termina pagando la orden.
Uber también se enfrenta a la serie de acusaciones de sus propios “socios” repartidores al momento de hacer el depósito de las ganancias; sucede que para garantizar la demanda de entregas de alimento, propone a los repetidores pagarles incentivos por completar algunos números de entregas, beneficios que van desde los 50 y hasta las 200 pesos extra; sin embargo, de manera frecuente, estos incentivos no son depositados y, en algunos casos, los repartidores no se percatan de la falta de pago en estos ingresos extra.
Uber Eats garantiza un pago de 25 pesos por cada entrega y según la demanda, llega a pagarle a sus socios hasta el doble por cada entrega; además ofrece algunos pesos extra si la entrega rebasa los 5 kilómetros en el trayecto hacía el destino del alimento. El número de entregas podría alcanzar una veintena, si es que se dedican unas 12 horas al día en esta actividad.
Sin embargo, la empresa llega a cobrar al cliente (consumidor final y también el negocio de alimentos) hasta 100 pesos por el envío del producto, esto depende del día, la zona, la demanda y, hasta el clima, en la región en la que se solicita la entrega, que al final también incluye otro cobro por la venta de los productos. Margen económico que hace casi una fábrica de dinero a sus grandes inversionistas.
Estos números se deben de multiplicar por millones de entregas que hace Uber Eats en México al día, bolsa económica que sin duda sirve como ganancia para los dueños, desarrolladores, campañas de publicidad, empleados de oficina, equipo y para el pago de los socios; suma que al final supera los millones de dólares al día que recibe esta firma que se basa en el desarrollo de la tecnología a través de teléfonos celulares de última generación.
Por todo lo anterior, Uber termina el día con millones de pesos en sus bolsillos al practicar una estafa masiva en contra de los que deberían ser sus empleados —y a los que apoda “socios”—; la plataforma utiliza el tiempo, la pericia, el vehículo e incluso los propios recursos económicos de miles de personas que ven en Uber Eats una forma de recibir, de manera inmediata, recursos por falta de un empleo formal.
Los integrantes del Congreso de la Unión, así como el presidente Andrés Manuel López Obrador, están obligados a adecuar el marco legal y garantizar el respeto de los derechos humanos de estos personajes que día a día desarrollan una actividad económica si la garantía del derecho a ser empleado, a gozar con un empleo digno, a la atención médica y al desarrollo económico como persona.
Ojalá que para la próxima vez que decida pedir alimentos hasta la puerta de su hogar u oficina, lo haga con empresas que tengan debidamente contratados a sus empleados, después de todo, el círculo económico en el país puede ser reconstruido por la propia sociedad con este tipo de acciones; que hoy en día, Uber violenta los derechos humanos de quienes deciden hacer esta actividad.
La pregunta que me queda en el tintero es, ¿debemos aplaudir que Uber inició operaciones en la Bolsa de Valores de Nueva York?