Sí, probablemente los mexicanos somos un cúmulo de rarezas. Podemos apelar a nuestra historia. Mas si osare un extraño enemigo dice la letra de nuestro himno nacional, y esa frase suena rabiosa, concebida después de la tumultosa independencia, la invasión norteamericana, que dio origen a algo parecido a la identidad nacional.
Pero, la historia quizá no basta. Los sucesivos gobiernos post revolucionarios apelaron de manera progresiva a ese nacionalismo ramplón, hecho de pura tragedia donde los héroes casi siempre morían. La solidaridad con el derrotado le llaman. Y por eso esta mañana me preguntaba de que iba la marcha. Los convocantes invocaban a una unidad que el sistema se ha encargado de torpedear manifestación tras manifestación, un eterno retorno al cuento de Pedro y el lobo.
Por sus frutos los conoceréis dice la biblia. Henos aquí en una situación complicada, un enemigo externo que amenaza justo en el medio de una tormenta perfecta, un protofascista que llega al poder justo cuando nuestro presidente es quizá el más débil de la historia. Y es débil por heridas auto infringidas. Porque ese es nuestro sistema. Se llega al poder tejiendo todo tipo de amarres para asegurarse el poder, para luego recompensar con cuotas a aquellos que ayudaron.
Por eso la marcha suena tan falsa, tan artificial, que no importa que se invoque un fin tan noble, el de la unidad nacional, que ellos mismos se han encargado de torpedear por tanto tiempo. Y los resultados hablan por sí mismos. Puede haber capital politico, pero este es diferente del capital moral. No es lo mismo marchar contra la amenaza externa, cuando la amenaza interna se ha cobrado doscientos mil muertos, cuando no hay justicia para los niños de la guardería ABC, Ayotzinapa, Tlataya y un largo etcétera.
Esos mismos que ayer marchaban e hicieron mutis ante el tamaño de la tragedia nacional, ahora se arropan en la bandera, pero su pedazo pequeño, limpio, oliendo a naftalina que es su bandera. No la bandera sangrante y llena de injusticia en el que nos arropamos la inmensa mayoría.
Cierto, los mexicanos estamos profundamente divididos, pero esta división nace de manera precisa de la politización de las instituciones, sus instituciones, utilizadas a discreción para sus fines politicos.
La amenaza es cierta, pero el nuevo presidente norteamericano ha abierto muchos frentes. Su antimexicanismo está al mismo nivel que su anti institucionalismo, su propensión a falsear los hechos y una serie que empieza a ser interminable de hechos desafortunados. Su pelea no es solo contra México, sino contra todo lo que se mueva en contra de su voluntad.
La solidaridad Mexicana se construye cuando hay una genuina preocupación por el otro, cuando se conocen los problemas a nivel de calle, no desde sus torres de marfil donde se construyen realidades alternativas, muy parecidas a la del nuevo inquilino de la casa blanca.
No se puede perdir solidaridad cuando no se ha sido solidario, cuando ante la desaparición de 43 estudiantes, tardas días, semanas en contestar. Cuando la mitad de la población vive en extrema pobreza y hay gobernadores huyendo después de robarse decenas de miles de millones de pesos.
Cuando las marchas de los otros son un problema pero las tuyas son legítimas. El sistema politico está podrido y este mismo sistema que niega los mínimos derechos elementales a sus ciudadanos clama por apoyo, cuando hicieron trampa para hacerse con el poder y no supieron gobernar, y ahora intentan una salida digna ante el desastre electoral que se avecina.
Ser solidario con tu país no significa una carta en blanco, un apoyo ciego, porque al igual que los norteamericanos debemos poner a nuestro país primero. En eso estoy de acuerdo.
Pero si quieren solidaridad empiecen por ser honestos. Por reconocer sus errores. Y si van a marchar, marchen por todas las injusticias. No nada más por su temor a la pérdida del status quo. Ni por apoyo a un gobierno que hace mucho perdió el rumbo.
México es más grande que todos ustedes.