¿Protesta intrascendente contra AMLO?
Sobre las caravanas de autos que –sorprendieron- el sábado pasado, la artillería del gobierno –no AMLO- han dicho lo siguiente.
Número uno: no cuenta, ni caso voltear a verla, son grupúsculos –minoritarios.
Número dos: Son los ricos, fifís, los conservadores, defensores del vilipendiado neoliberalismo.
Número tres: Es inoportuno protestar ahora contra el gobierno. Para eso están las elecciones de 2021 y –colateral- está fuera de lugar pedir la remoción de AMLO, si con este fin está la revocación de mandato, en 2022.
Número cuatro: No tienen razón. Protestan porque no quieren pagar impuestos. Denigran los avances del combate a la corrupción y la mejoría en los pobres. Son, quieran opacar el cambio de la 4t - la revolución – como catalogó su movimiento López Obrador en la primera parte de la entrevista con Epigmenio Ibarra.
EL ESLABÓN PERDIDO
¿Cierto?
En cuanto al primer punto de defensa del gobierno – de que son grupos minoritarios, ¿son pocas protestas simultáneas en 40 ciudades?
No sé si considerarlo minúsculo pero no es intrascendente. La gente salió a la calle, aún antes de dar luz verde a la reanudación de actividades.
El segundo –de que son los ricos quienes salieron- es difícil de sostener. No hubo grandes potentados. Cierto, se notaron carros de modelos nuevos. Empero, la característica principal del perfil de los manifestantes apunta claramente hacia un segmento social: las clases medias.
Así es.
El eslabón perdido de este gobierno (y de muchos), el segmento social “sándwich” según han advertido los sociólogos: los gobiernos tienden –es justo y permite una narrativa atractiva- a dar prioridad a los pobres. Ignoran a los ricos con el razonamiento de que por su condición elitista, no requieren apoyo –lo cual es razonable-
Pero en condiciones de normalidad y –más aún- de excepción, como es ahora, con crisis múltiples y agudas que se empalman, las clases medias son ignoradas. Lo dicho: el eslabón perdido.
Mencione una –una- medida de apoyo del gobierno de AMLO en esta crisis económica que está emergiendo y será de dimensiones catastróficas; algo reconocido como significativo por tirios y troyanos.
Seguro, si anotó en un papel, lo dejó en blanco.
No. El sábado pasado, vimos desfilar por las ciudades más importantes de México, incluido el Palacio Nacional, a una muestra de las decenas de millones de mexicanos ubicados en la medianía, que pagan colegiaturas particulares, que viajan una o dos veces al año -excepcionalmente fuera del país- , que tienen uno o dos carros, que viven en casas – sin lujos- de dos pisos (no del Infonavit), que constituyen el núcleo o semillero de los gerentes o algunos pocos dueños de pequeñas o medianas empresas (no grandes), que integran la burocracia de medio nivel, que van a Sanborns o a Vips dos o tres veces al mes y ocasionalmente a Palacio de Hierro, que pagan impuestos, y que tienen probablemente un crédito – y una cuenta nada aparatosa- en el banco.
No.
Proliferó en estas caravanas del sábado la clase social que es el semillero aspiracional.
Que -¿por qué no?- abriga el sueño de llegar a ligas mayores –hay historias de éxito – y que por cierto es motor importantísimo de la economía, por su patrones de consumo.
La colonia del valle en la ciudad de México es la zona de clase media más grande de México y probablemente de América Latina. Hay áreas donde en un perímetro de varias cuadras se ubican la mayoría de los bancos, dos o tres centros comerciales con cine, un amplio menú de tiendas, gimnasios, y hasta centros nocturnos.
Este segmento ha sido herido, vilipendiado, ignorado, puesto en el cajón del mismo discurso del odio contra los ricos (totalmente injusto), que ve con desesperación que sus cuentas de banco se hacen humo, que recibieron apoyo CERO del gobierno, que ve con angustia que en la nueva normalidad más bien una nueva realidad- al reanudar actividades sus negocios de dos a tres - máximo cinco o 10 empleados- se vienen a pique.
Son quienes están desesperados por la amenaza de convertirse en pobres, no por falta de ganas, sino porque son acosados por una política que castiga el emprendedurismo.
Es el corazón de México que está golpeando más el nuevo gobierno.
Así que no fueron los ricos, fifís, o dueños de las grandes empresas quienes se vieron en las calles el sábado pasado pidiendo la renuncia de AMLO.
Son la masa de la medianía que ve con angustia que el gobierno ensaya un experimento al que no se le ve pies ni cabeza.
El grupo gobernante debería preocuparse porque estas clases medias tienen un atributo al que tratarán de sacar jugo los consultores políticos en las elecciones de 2021.
A saber: ser el segmento social dominante del voto volátil, “switcher”, quienes inclinan la balanza –quizá el 20 o 25% de los electores- que ahora simpatizan con un partido y mañana con otro, y – OJO- votaron por AMLO en 2018, y ahora se ve defraudados, y salen en caravanas a quejarse.
¿A quién castigarán –estos grupos- en las boletas en las elecciones del año pasado?
PIQUETES DE OJO
La réplica oficiosa –de que son inoportunas y fuera de lugar las protestas, en particular solicitar la renuncia de AMLO- amerita un par de comentarios.
Cierto, como algunos analistas han dicho, no procede pedir la renuncia de un presidente elegido democráticamente -por seis años- en 2018.
Así es, está fuera de norma si ya hay la figura de revocación de mandato, consensuada por los partidos, para 2022.
Son verdades.
Pero la política se asemeja a la lucha libre. Se valen los piquetes de ojo y las maniobras rudas como un recurso para criticar al contrincante - que ahora visualizan en AMLO- quienes salieron a las calles el sábado.
¿Cuántas veces protestó la izquierda –antes de tener el triunfo- contra el odioso régimen liberal?
¿Acaso AMLO en su larga carrera no hizo de la protesta la norma, incluso con tácticas rudas como tomar pozos petroleros o bloquear la Avenida Reforma?
Más aún, como está consignado en las benditas redes sociales, que son nuestra memoria contemporánea, López Obrador pidió no una –sino varias veces- la remoción de Peña, y antes, de su archienemigo Calderón.
De modo que más allá de la pertinencia los manifestantes de las caravanas –en su mayoría clases medias- protestan porque se sienten agraviados.
¿Qué alguien está detrás? ¿Los empresarios, por ejemplo? No lo sé. Podría ser.
Finalmente, la protesta –como ha reconocido el propio presidente- es un recurso legítimo de la sociedad.
Pero si así fuera, un recurso corriente en el laxo mundo de la política mexicana - de la joven e imperfecta democracia- es que en la práctica la mayoría de los grupos y organizaciones incluyendo los afiliados a los partidos políticos – contando quienes ahora gobiernan en su larga lucha hacia el poder- reciben o han recibido apoyos diversos.
LA RAZÓN DE LA SINRAZÓN
El argumento último de que los manifestantes salieron a la calle porque no quieren pagar impuestos –ni viene al caso refutarlo. Como ya se acotó- si alguien paga impuestos son las clases medias.
¿O acaso el propio AMLO no presume de que en medio de la crisis está creciendo la recaudación?
El último argumento de que quienes protestan buscan echar abajo el combate a la corrupción se cae por su propio peso.
¿Alguien en su sano juicio, más allá de la feligresía de Morena, puede demostrar con contundencia que se está combatiendo la corrupción en este gobierno?
¿Es – en verdad- un punto a favor de la 4t?
Con casos como los de Bartlett, la revelación de los contratos del compadre de Nahle, más del 75% de las asignaciones de compras sin licitación, y la casi absoluta opacidad de las adquisiciones del gobierno, ni cómo defender el punto.
¿Protestas para derribar el régimen que ha ayudado más a los pobres?
Sería insano reconocer los apoyos del gobierno a las clases marginadas. Quizá junto con la austeridad, forma parte de los aciertos.
Empero frente a los monumentales agravantes, como la destrucción institucional, el desmoronamiento de la economía previo a la pandemia sin razón alguna, la defensa a ultranza de Pemex sin racionalidad de ningún tipo, la cancelación de obras como Texcoco o Constelation Brand, la embestida contra las energías limpias, el entronizamiento del discurso de polarización, la concepción de los empresarios como enemigos, la erosión de la confianza en la inversión, y la negativa a apoyar en medio de una aguda crisis a la planta productiva, las ventajas del nuevo gobierno palidecen.
Sin contar con que la principal bandera del gobierno -el combate a la pobreza - será empequeñecido porque este año se sumarán por lo menos 9 millones a las filas de la marginación –pudiendo ser menos en condiciones de mayor solidaridad de parte de las políticas públicas con los trabajadores y empresarios-
De modo que, en el balance, las protestas dibujan principalmente el descontento de un sector de la sociedad –clave en la generación de riqueza- que ha sido olvidado por la cuarta transformación.
No hay otra forma de verlo.