Aunque en los hechos, el sexenio de Enrique Peña Nieto concluyó la noche misma del primero de julio, cuando se anunció al ganador de los comicios presidenciales -lo cual se ha agudizado en este periodo en el que López Obrador prácticamente es ya quién toma las decisiones- el informe de gobierno, a la sazón el último que dirigirá a los mexicanos- es el parteaguas simbólico que marca el fin de un sexenio que para muchos mexicanos ha sido una pesadilla.
He escuchado decir a muchas personas que esperan que Enrique Peña Nieto se sincere y hable de frente a los mexicanos y les diga: "Damas y caballeros...les fallé". Que en un acto de humildad asuma que se va con una gran deuda moral y política para con el pueblo de México.
Y en cierto modo, esa actitud ya lo ha asumido el presidente Peña en algunas entrevistas y apariciones, aunque sea de forma velada y tibia. Y de manera más clara en un mensaje grabado que colgó en sus redes sociales, en el que se disculpa por el tema de La Casa Blanca, aunque sin aceptar del todo la culpa.
Ese mea culpa, a estas alturas ya no sirve de nada. Habría sido útil cuando Peña aún tenía el tiempo y el momento político para poder cambiar el timón ahora ya es demasiado tarde.
Peña Nieto tenía todo. Y no logró transformar al país -para bien-, como lo prometió. Con un arranque a todo vapor, en el que los partidos de oposición se sumaron a un Pacto por México, con el cual las famosas reformas estructurales no tuvieron obstáculo (algo no visto en sus antecesores), las condiciones estaban puestas para lograr poner a México en el primer mundo, según prometió el mexiquense.
Prometió que la gasolina y la electricidad no subirían. Prometió que la educación básica por fin sería de calidad. Y que habría más inversión y empleos. Tenía todas las herramientas. Pero nada de eso pasó. La historia todos la conocemos.
Y el balance sin duda ha sido negativo: la Casa Blanca, Ayotzinapa, los socavones como máximo legado en la obra pública, la inseguridad y las desapariciones o la Estafa Maestra, y que los peces gordos como Gordillo y próximamente Duarte, estén libres a pesar de que fueron presumidos como las detenciones del sexenio, son botones de muestra.
Muchos dicen que el gran derrotado del primero de julio fue precisamente Enrique Peña Nieto otros dicen que fue el PRI, partido que por cierto está al borde de la desaparición.
Nada de eso.
Me permito usar un lugar común, para sintetizar lo que fue este sexenio: el gran perdedor una vez más como ocurrido durante los últimos decenios fue el pueblo de México.
Es por eso que cualquier reconocimiento de culpas no sólo llega a destiempo sino que se trata de la última afrenta de Peña a los mexicanos.