Detrás de cada escándalo de ostentación por parte de tal o cual político, está un mensaje que tiene harto al pueblo de México: los privilegios de mi cargo son para servirme a mí, tú y los tuyos pueden esperar sentados.

Por eso, no se trata de ver cuánto cuesta el reloj del actual gobernador de Veracruz. El punto no es ese, porque ya sean 6 millones o 200 mil, eso es una barbaridad de dinero para un estado rico en recursos naturales y jarochos honestos, pero gobernado –es un decir- por quienes buscan el poder por el poder a costa de lo que sea, aunque en el discurso oficial se pregone lo contrario.

Y todavía les extraña que Andrés Manuel López Obrador vaya arriba en las encuestas. Y todavía les desconcierta que la austeridad republicana que es la base de la propuesta política de AMLO haga “clic” en los ciudadanos hartos e indignados por la clase política que tiene todo, excepto clase para vivir con la sencillez que debe caracterizar a un buen funcionario público, porque en México hay quien no ha vivido más que de su salario y tiene propiedades hasta en Europa.

El verdadero escándalo no es el reloj de un gobernador mexicano,  sino la falta de empatía de los poderosos en turno, de los encargados de brindar el mismo bienestar del que gozan ellos y sus familias, a sus gobernados.

La mayoría de los políticos mexicanos tienen relojes, pero carecen de elemental timing político y humano. Sin embargo, hay uno que tiene bien sincronizado su reloj con la hora de la indignación ciudadana y es que López Obrador no representa a los pobres del país, pero es el pararrayos que canaliza lo que muchos quisiéramos decir sobre tantos temas que sin pudor protagonizan algunos miembros de la clase política mexicana, que sin él probablemente el México bronco ya se hubiera despertado.

Aquí, a ras de suelo, la lógica indica que un buen servidor público que siempre ha vivido de su salario no tiene para relojes de los calibres que manejan los poderosos, pero quién sabe…el tiempo y las matemáticas suelen ser entendidas de manera diferente por la clase política mexicana.

¿Usted qué opina, estimado lector?