“Edificios, construcciones coloniales y ruinas prehispánicas de un Tlatelolco que no se cae. Ahí están como testigos de la historia vieja y moderna de la gran ciudad. Lugar emblemático de una y mil historias, (y para profesar con el optimismo, de relatos humanos más alegres que tristes...). Zona habitacional que no sólo tiene significados políticos, sino trascendencia arquitectónica y social (es una de las unidades habitacionales más grandes en México y de Latinoamérica). Cuauhtémoc, como Tlatelolco, sería un águila que cae, pero que no se quiebra. Tlatelolco significa: Montón de arena solidaria.”
El anterior, es un fragmento del libro “Tlatelolco es más que un minuto de silencio”, que esta semana di a conocer a través de redes sociales digitales, puesto que es un material que tiene ese formato, electrónico. En este libro se reúnen algunos textos que originalmente escribí de manera separada, en diferentes espacios y tiempos, como colaboraciones, artículos o notas aisladas, pero motivadas o vinculadas con una sola conexión: Tlatelolco. Lugar donde vivimos desde 1966 hasta 1990. Sitio que nos regaló la infancia y los inicios de la juventud.
Para unir los textos como una pieza integrada, decidí colocarlos en un solo volumen al cual le di el título de “Tlatelolco es más que un minuto de silencio”. Por lo tanto, el material de lectura (publicado en su totalidad en el sitio SDP Noticias, gracias a la generosidad de don Federico Arreola y Marina Morales), ya unificado en forma de libro, no sólo se refiere a hechos trágicos o a escenas de tragedia, sino que abre y cierra con algunos textos reflexivos o de interpretación con intencionalidades antropológicas o politológicas, sobre los hechos ocurridos en los años 60´s, y particularmente en el año de 1968, en México y el mundo.
En la parte central del volumen se podrán leer algunas narraciones o piezas descriptivas, que dan cuenta de las vivencias y experiencias en las cuales jugamos el papel de “protagonistas anónimos” durante más de 25 años en esta excepcional tierra; tiempo en el que fuimos vecinos de la tercera sección de la unidad habitacional, a la cual siempre me gusta decirle “el barrio”, nuestro barrio de Nonoalco-Tlatelolco.
Al final del libro, como epílogo, también incluí dos textos: Uno, publicado en 2018, sobre lo vivido en nuestro barrio después del sismo del 19 de septiembre de 1985; y el segundo, publicado este 2019, sobre lo vivido la madrugada y el resto del día 3 de octubre de 1968, en Tlatelolco.
Tengo la esperanza de que estos textos, en su mayoría, no sólo aporten algo al análisis histórico, desde la vida cotidiana, en torno a los hechos sucedidos en ese espacio singular de la Ciudad de México, Tlatelolco, sino que también se convierta en un material a través del cual se preserven la tradición y la memoria de nuestra sociedad, de nuestra comunidad tlatelolca, en un momento y una circunstancia específicas. Pero sobre todo, aspiro a que esta voz se una a muchas otras voces, desde la ciudadanía, que se han empeñado en no olvidar el pasado, para recrear el presente y proyectar el futuro, dentro de un ámbito de libertades y de justicia social tanto para las propias como para las siguientes generaciones.
“El moño negro no forma parte del imaginario social de la vida comunitaria en Tlatelolco. Por eso entre los vecinos la conversación se da en torno a la defensa de la convivencia sana; sobre cómo cuidarnos, unidos, de las olas de violencia y criminalidad que azotan no solo a nuestro barrio, sino a toda la ciudad. De lo que se habla es de la colaboración vecinal; de cómo resolver los problemas de la basura, del mantenimiento de los edificios, del funcionamiento preventivo y de la protección civil (las alarmas sísmicas). Es un lenguaje más cercano a la idea de colaborar mano con mano que divididos.”
“En el contenido del lenguaje tlatelolca están por delante el bienestar de las familias, la convivencia civilizada entre las personas y la solidaridad: Es un código que consiste en decir, pensar y actuar por los niños, niñas, jóvenes y adultos, con especial atención a los adultos mayores. El Tlatelolco actual, así como del pasado, es y ha sido habitable por eso, porque su gente prefiere la paz. Un lugar para vivir en confianza con sus familias, para convivir con los amigos, recibir a los familiares cercanos. Por eso, además de su gente, por su actitud fraterna Tlatelolco sigue de pie. Águila y Jaguar que se unen y se separan; que no dejan de luchar...”
“La vida en Tlatelolco sigue. Las enseñanzas del pasado han servido y deben usarse para continuar con un ánimo narrativo esperanzador como el que evoca Cristina Pacheco, en el sentido de “Aquí nos tocó vivir”. Vecindad es destino, lo que significa: Aquí decidimos vivir; éste es el camino que elegimos.”
*Fragmentos de la presentación y contenido del libro: “Tlatelolco es más que un minuto de silencio”, de reciente publicación en formato digital. El archivo en “PDF” puede descargarse, sin costo, en el blog.episistemaseducativos.com
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