Hace unos días MORENA rifó una parte de las candidaturas plurinominales entre sus militantes, los objetivos de este procedimiento inédito fueron: acabar con los vicios que se dan alrededor de estas designaciones y otorgar la posibilidad de acceder al Congreso a cualquiera de sus afiliados.

El método utilizado fue criticado y cuestionado, hubo quien se escandalizó porque un taxista, una ama de casa o un obrero pueda ocupar una curul, como si los que actualmente acaparan estas posiciones velaran por los intereses de los ciudadanos. El conservadurismo se manifestó,  paradigmas arraigados difíciles de desterrar que impiden por lo menos dar el beneficio de la duda a una opción que podría extenderse a otros terrenos de la vida pública.

Esta semana se discutieron los nombramientos de Arely Gómez como titular de la PGR y el de Eduardo Medina Mora como ministro de la Corte (continúa discusión), ambos casos abren el debate sobre la conveniencia de que el Presidente y los partidos sean quienes propongan y elijan,  el partido en el poder apoyará de forma incondicional  la propuesta del gobernante, si es mayoría pasará por encima de los demás, en caso de que requiera ayuda comprará los votos de otro partido. Las formas que se usan están llenas de imperfecciones, no garantizan que quienes ocuparán los cargos tienen el perfil idóneo por el contrario quienes llegan están comprometidos con los que apoyaron su postulación.

De nada sirve contar con una estructura robusta de órganos reguladores e institutos con nombramientos que se reparten como rebanadas de pastel. Es en este punto cuando podríamos considerar como opción una tómbola, en la que cada partido podrá enviar un par de propuestas, la sociedad civil también participaría, los aspirantes estarían sujetos a un  mínimo de requisitos, todos los nombres a la tómbola y listo. De entrada se eliminarían  las negociaciones oscuras y todos los aspirantes tendrían las mismas posibilidades. A los que no les convenza les pregunto, ¿qué proponen?