Es muy complicado defender lo que no se conoce bien. Un esbozo puede ser suficiente para motivar una acción emotiva, digamos votar por una esperanza. Sin embargo, no es suficiente para comprender y confiar, tampoco para concitar la acción permanente. Eso parece ocurrir con la Cuarta Transformación, que, una vez transcurrido el 12% del gobierno de AMLO, enfrenta la necesidad imperiosa de ser definida, estructurada y desglosada, ser descrita de forma didáctica y comprensible en sus fases, estrategias, programas y acciones.
Darle un rostro identificable para conocerla, entenderla, defenderla o atacarla. Porque hasta ahora, las acciones del gobierno de AMLO se presentan como portadoras de los rasgos de la 4T, pero con el paso de los meses parecen piezas de un rompecabezas cuya forma nadie conoce bien a bien. Pero algunas acciones, como ocurre en todo gobierno, sea o no transformador, son contradictorias, lo cual abona a la confusión sobre lo que realmente es la Cuarta Transformación.
En estas circunstancias, a quienes hacen la apología de la 4T les acomoda un pasaje de la célebre novela El Proceso, donde Franz Kafka presenta una sobrecogedora reflexión sobre la angustia que invade a los abogados cuando tienen que defender a un acusado, pero nadie sabe de qué se le acusa; ni los policías, ni el inspector, ni el juez de instrucción saben cuál es el delito del procesado. En esta obra maestra, kafkiana por excelencia, el sistema judicial desarrolla de forma despiadada cada una de las fases del proceso, pero, hasta el final, nunca se sabe cuál es la culpa del procesado, por lo tanto, nunca se puede articular la más mínima defensa.
Valga la referencia literaria para ilustrar la necesidad de conocer el A-B-C de la Cuarta Transformación, al menos una imagen completa del cambio de régimen que se anuncia todos los días. Con los pedazos que hasta ahora se conocen, los adversarios de AMLO tienen parque de sobra para minar su proyecto transformador acusándolo de incompleto e incomprensible, mientras que sus seguidores, como el abogado de El Proceso, no tienen un corpus, un retrato bien definido qué defender y por lo tanto tiran escopetazos sin precisión alguna.
Esta semana, dos columnistas abordan temas que, de una u otra forma, giran en torno a esta idea de conocer la cara y la historia de la 4T. En Reforma, Jesús Silva Herzog-Márquez critica las conferencias mañaneras de AMLO como ejemplo de la falta de brújula o del voluntarismo de un proyecto que tiene que improvisar acciones cada día. En Milenio, Gibrán Ramírez, intelectual favorito del nuevo régimen, reconoce que la Cuarta Transformación no tiene guion escrito, solo cuenta con líneas generales, por lo tanto, “es preciso estudiar el cambio de cerca, teorizarlo y escribir su historia sobre la marcha, porque solo así se podrá ordenarlo y entenderlo”.
Para conocer y reconocer, más o menos, el rostro de la 4T, hay que armar el rompecabezas a partir, de los postulados, manifiestos, programas y acciones del gobierno de AMLO. Hasta hoy, las líneas generales de la 4T son, en efecto, muy generales: un cambio radical en las prioridades del Estado, para favorecer primero a los pobres y a los indígenas; recuperar la soberanía y la rectoría del Estado en la economía, la educación y el sector energético para lograr el desarrollo económico con justicia y sentido humanista.
En función de ello, se combate a fondo la corrupción, se aplica la austeridad republicana y se cambian a fondo la política social, la estructura de la Administración Pública y se practica una nueva asignación del presupuesto para evitar que los grandes grupos de interés sigan devorándolo. Pero esta es solo una lectura entre muchas, que, además, tienen que contrastarse con acciones del gobierno federal que parecen ir en contra de los objetivos mencionados.
Por ello, cabe otra figura: como ocurre en el fenómeno de fisión nuclear, donde el núcleo de un átomo se divide a consecuencia de bombardeos externos, en una reacción que multiplica al infinito las divisiones nucleares, algo similar puede ocurrir con un proyecto político que se plantea grandes transformaciones, si el núcleo teórico-programático no está bien definido ni tiene la suficiente solidez para resistir los embates que, necesariamente, recibirá tanto desde afuera como desde adentro de casa. Como en la fisión nuclear, las mil acciones del gobierno de la 4T podrían generar una división infinita del objetivo transformador si no se construye y se da a conocer el rostro y el discurso del cambio.
La idea de usar la fuerza del Estado para favorecer a los pobres, a los marginados, a los excluidos, que por cierto son la inmensa mayoría, se entiende perfectamente. Pero los pasos, la ruta, los instrumentos, la intensidad y el ritmo del cambio no se han podido armar y dar a conocer. En no pocas ocasiones, el Gabinete semeja una caja de fisión nuclear, donde los pedazos de átomo, los neutrones y electrones chocan vertiginosamente unos con otros; así se ven a veces las acciones y reacciones de Secretarios de Estado entre sí y entre éstos y el Presidente.
AMLO ha dicho que, por razones de estrategia política, las grandes acciones de la Cuarta Transformación no pueden ser simultáneas, porque la profundidad del cambio va a generar, necesariamente, resistencias muy poderosas que pueden descarrilar a su gobierno.
De ahí su ya famoso calendario sexenal, donde se establece que las grandes reformas fiscales se harán en la segunda mitad de su mandato. Por la misma razón, ha dicho, no pueden darse a conocer de forma explícita las motivaciones y objetivos específicos de ciertas acciones de su gobierno, para desarticular la reacción de los adversarios, que son muchos.
A pesar de esto último, o precisamente debido a ello, parece que llegó la hora de que la 4T haga explícito su programa, teorice los cambios que impulsa y construya la narrativa del cambio de régimen que pretende. De otra forma, el respaldo social que necesita se debilitará paulatinamente en razón de que será otorgado más por la fe en AMLO, por la creencia en su ánimo redentor, que por la aceptación de un programa transformador puntual que, insisto, hoy no se conoce a detalle.
Tampoco creo que tenga validez alguna la insinuación de Mauricio Merino en un reciente artículo, donde diserta sobre los presuntos motivos que tiene AMLO para mantener la confusión e indefinición respecto al corpus programático de la Cuarta Transformación. De forma temeraria, Merino desliza la idea de que esta indefinición de la 4T es premeditada y se asemeja a las prácticas de los regímenes totalitarios descritas magistralmente por Hannah Arendt, las cuales consisten en mantener la indefinición respecto a programas, metas y objetivos, a la vez que se exacerban los sentimientos de revancha contra enemigos del pasado, de tal forma que las grandes masas se entreguen de forma emotiva, absoluta e irracional, al líder que ocupa la cúspide del régimen totalitario.
Como decíamos al principio, este resbalón de Mauricio Merino, quien por lo general es punzante pero sensato, demuestra que, si no se dibuja ya el rostro inequívoco de la Cuarta Transformación, hasta los adversarios del gobierno de AMLO carecerán de referentes para hacer críticas dignas de respeto y atención. También se abonará a la hipótesis literaria, trillada pero certera, de que, de haber nacido en México, Kafka sería catalogado como escritor costumbrista.