El circo judicilaizado de las últimas semanas de la campaña electoral, ante una tendencia reconocida prácticamente por unanimidad respecto de la coalición “Juntos Haremos Historia” como la más probable triunfadora, y a sabiendas de que los últimos arrestos de los que se niegan a aceptar dicho triunfo se producirán en la operación final del 1º de julio, durante la jornada electoral, y ante la enorme atención que hoy concentra la justa mundialista del futbol, todo junto obliga a preferir el aprovechar este importante espacio con temas mucho más de fondo, relevantes para la sociedad mexicana, como el avance de la criminalidad transnacional en la ciudad capital de México, en una perspectiva de valoración de conjunto.
El avance de la criminalidad transnacional en la capital de la República, el territorio asiento de los tres poderes federales, del Ejecutivo Federal, en vísperas de la elección de un cambio de gobierno federal, del cambio del propio Jefe del Estado mexicano, y del Jefe de Gobierno de dicha entidad, no parece una casualidad, sino algo sobradamente significativo. En términos militares, dentro de sus enfrentamientos y rivalidades, están “tomando posiciones”. Otro grave problema para el próximo gobierno entrante.
Espero no lleguemos al extremo sucedido en Brasil: recientemente, en el mes de febrero de este año: “El presidente brasileño, Michel Temer, firmó (…) un decreto que pone al ejército a cargo de la seguridad de Río de Janeiro, una medida extraordinaria con la que busca restaurar el orden en la segunda ciudad más grande del país y, en general, en el estado de Río en medio de una epidemia de violencia.” (The New York Times, 16 de febrero, 2018). Previamente, el 22 de septiembre de 2017, se produjo la entrada a las favelas que dominan los narco traficantes, incluso, el ejército puso cerco a una de las favelas más importantes, “La Rocinha”, de 60,000 habitantes, con 950 hombres del batallón de choque (Bope), acompañados de tanquetas pesadas, ametralladoras, fusiles y granadas, incluso, armas antiaéreas, despliegue precedido a su vez, por una conjunto de enfrentamientos armados entre grupos criminales rivales en disputa por los puntos de venta, muy rentables, por su cercanía a localidades de clase social de alto poder adquisitivo, consumidoras de marihuana y cocaína, pero también centros de distribución identificados por los consumidores que vienen del sur carioca, donde están Copacabana, Ipanema y Leblón; y los que viajan desde el oeste, desde la famosa Barra.
La batalla es a muerte por un “mercado muy próspero”. Unos años antes, existían allí como en otras favelas, las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) que fracasó en sus intentos, y prueba de ello es la violencia intra-criminal y contra la policía, violencia que se había entonces desbordado. Aunque tales UPPs tuvieron éxito en pacificar (2008) la favela de Santa Marta, hasta escenario de un videoclip de Michael Jackson, y que por ello, abrió sus puertas al turismo extranjero. Después de este éxito, las organizaciones criminales declararon la guerra a las Unidades de Pacificación Policial en todas las favelas en que estaban presentes (marzo, 2014), a solo tres meses de que iniciará el Mundial de Futbol Brasil 2014. Por ello, las cosas cambiaron años después.
Importantísima lección aprovechable para México y su futuro gobierno.
En Ciudad de México, de acuerdo con informes policiales y de prensa (no siempre coinciden), son 3 o 4 (dependiendo de los criterios de clasificación) las principales organizaciones que actúan y disputan el territorio, los puntos de venta de drogas, y se enfrentan a los cuerpos armados del gobierno local y del federal son: el Cártel de Tláhuac, el Cártel Unión de Tepito, y Fuerza Anti Unión de Tepito. A su vez, vinculados en lo operativo, a organizaciones mayores, en el caso de la Unión de Tepito, al Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), por ello, el más poderoso. Y “los Rodolfos” (algunos, lo ubican dentro del Cártel de Tláhuac). Las alianzas giran en torno a varias cuestiones operativas (expansión y control de las diferentes delegaciones políticas, rutas de abasto), pero un foco central es el combate a la Unión de Tepito, a su fuerza e influencia. El territorio en disputa es el que involucra más de 20,000 puntos de venta.
Las organizaciones criminales en Ciudad de México, como todas los demás, se han venido reorganizando y reagrupando territorialmente a partir de tres procesos: la ofensiva policial-militar desde varios años atrás por el gobierno federal; por los golpes sufridos durante esa ofensiva, en su estructura y liderazgos; y por sus enfrentamientos de rivalidad con otras organizaciones delictivas, como en los casos del abatimiento de Felipe de Jesús Pérez Luna "el Ojos" por la marina mexicana (julio 2017), identificado como líder del “Cártel de Tláhuac”, y de Francisco Javier Hernández Gómez, “Pancho Cayahua”, identificado como “líder fundados del Cártel Unión de Tepito”, al parecer, ultimado por Roberto Moyado Esparza, alias “el Betito”. Pero la aparición de partes de cuerpos humanos en lugares como la avenida de los Insurgentes, con sobrada razón, ha generado alarma, en el contexto de un incremento de más del 20% de los “homicidios dolosos”.
Estamos ante una situación de violencia estructural por motivos criminales (que viene desde las organizaciones delictivas, pero también, producto de la estrategia oficial), que ha rebasado a las autoridades locales y federales nada menos que en el territorio del asiento de los poderes federales, del Estado mismo, es decir, cerca de las fortalezas más importantes de sus enemigos naturales, jurados: los cuarteles generales de las fuerzas federales. Esto, nos guste o no, tiene una proyección estratégica relevante., porque su presencia se exhibe en la sede de un Estado en grave crisis de sus instituciones de seguridad, pública, interior y nacional. Cualquier comandante o general, lo entiende.
Así como la estrategia de combate policial-militar al crimen transnacional ha fracasado en todo el territorio nacional (sus logros han sido insuficientes ante el tamaño del problema irresuelto), la cesión del mando único policial al Jefe de Gobierno, ha servido de poco en términos de lograr un retroceso considerable de la criminalidad transnacional en Ciudad de México (El Financiero, 5 de enero, 2016). Hay allí un doble fracaso. Aunque el mando único se conformó de manera más amplia como acuerdo entre el gobierno y las fracciones parlamentarias presentes en el Senado (abril, 2016) para las policías municipales de todo el país, bajo una modalidad flexible (propuesta por el PAN), para los 2,454 municipios del país, creando también, el Sistema Nacional de Policías. Todo, bajo la misma concepción y estrategia, como variantes de la misma. Y allí están los resultados.
En otros países, como Brasil mismo (durante el enfrentamiento entre el Comando Vermelho y el Primeiro Comando da Capital por la ciudad de Río de Janeiro en 2016, las dos organizaciones criminales de alcance nacional-regional, con 25 muertos) las disputas intra-cárteles por los territorios, rutas de abasto, cargamentos, liderazgos, puntos de venta, se manifiestan en las cárceles en donde cohabitan miembros de unas organizaciones y otras, pero en México y Ciudad de México, aparte los enfrentamientos cárteles-fuerzas oficiales, las disputas más agudas se libran en las calles de las grandes ciudades, haciendo más dramática la violencia de origen criminal.
Muy probablemente influye el hecho de que en Sudamérica algunas organizaciones criminales de las más poderosas (como el propio PCC en Brasil) nacieron en las cárceles, y en México, nacieron en las ciudades vinculadas a las autoridades públicas locales. Las cárceles son, para muchos líderes criminales “encarcelados”, más bien, sus despachos privados. Además, los gobiernos de los Estados, sub-ejercen los recursos financieros destinados a seguridad pública, porque caen mejor en campañas electorales y en los bolsillos de funcionarios públicos. Esto no puede continuar por más tiempo.
Hasta hace unos años, distintas capitales del país eran centro de notas periodísticas policiacas por las acciones del crimen transnacional, y Ciudad de México parecía la excepción, decía su Jefe de Gobierno, Lic. Miguel Mancera, que porque su estructura urbana parecía no favorecer las actividades características de la criminalidad. Mentira, ha habido actividad, productos y grupos criminales, desde hace lustros, decir lo contrario era una fantasía política de seguridad. Entre tanto, las organizaciones criminales avanzaban, recrudecían sus enfrentamientos, ganaban espacios, territorios, rutas de abasto, fortalecían liderazgos, obtenían consumidores y asociados para la distribución.
Hoy, la presencia y extensión del crimen transnacional en Ciudad de México, es el otro tigre, no que se puede soltar, sino que ya se soltó y tienen que amarrar los próximos gobiernos local y federal, mediante, no el ocultamiento de la realidad, sino bajo una nueva concepción y estrategia, sin renunciar jamás a la potestad constitucional de hacer uso legítimo de la fuerza armada disponible, pero preferentemente, con una estrategia en la que tenga un lugar adecuado, legalmente enmarcado, la participación de la ciudadanía, en la ruta mayor de avanzar hacia un modelo de Seguridad Ciudadana.