Un hombre negro en un impactante video, es golpeado por un policía en Minneapolis.
Un transeúnte graba las imágenes, en diez minutos, del hombre que, con la rodilla de un policía en el cuello, grita “no puedo respirar”, “me duele el estómago, me duele el cuello”, “agua por favor”, y clama por su mamá.
Y muere.
Las protestas cunden en EU como fuego en un pajar.
En Minneapolis, cerca de la Casa Blanca, a la puerta de las instalaciones de CNN.
Trump alerta al ejército para contener la turba.
¿Qué está pasando?
¿Por qué la reacción, tan intensa, de un acto –obviamente- injusto?
Las protestas encendidas reflejan –además de la reacción a la brutal agresión policíaca- un caldo de cultivo, de excepcional tensión en los Estados Unidos, y en el mundo, con el mismo epicentro: una enemigo misterioso en la forma de un virus, que asaltó por sorpresa al individuo, a su familia, amenaza su salud, que lo sumió en confinamiento, le quitó su empleo, lo golpeó con un retorno incierto a una normalidad que –para nada- será la misma, donde no podrá divertirse, viajar, hacer vida en su oficina, como antes; con el riesgo de un rebrote.
Estados Unidos ya va para 30 millones de desocupados, más del 15% de su fuerza laboral, todo ello a la velocidad del rayo.
En menos de tres meses.
Como una película de Netflix, o Scorsese.
Ayer veíamos aquí mismo, como el premio Nobel de Economía, Robert J. Schiller, galardonado por sus aportaciones a la investigación del cómo impactan las conductas psicológicas a la economía, en una entrevista con la BBC de Londres, señaló que a raíz de la sacudida global del COVID 19, está creándose, OTRA pandemia, una patología social que ahonda la crisis, y –acotación mía- por supuesto que puede mover al individuo a actitudes destructivas en un escenario de tensión social.
Schiller describió así la otra pandemia.
“Se crea un estado de ánimo ansioso y esa ansiedad es una epidemia en sí misma, no es una respuesta racional a las noticias, por eso digo que son dos pandemias”
¿Puede estar esta conducta anómala, esta otra pandemia como dice el Nobel, detrás de las manifestaciones de odio, que hemos visto en quienes protestan – en su origen- por una brutalidad policíaca?
Si así fuera –que es probable-, estamos frente a una alerta.
Frente a la probabilidad de conductas colectivas violentas en un caldo de cultivo extraordinario –por su letalidad en vidas y empleos-, secuela del COVID 19.
CALDO DE CULTIVO EN MÉXICO
Por supuesto, que la lección es para todos los países. Porque esta crisis es universal. Y desde luego para México.
Las condiciones son inéditas en México.
La economía caerá probablemente 10%, el mayor hundimiento en 88 años, desde 1932, en la época de la Gran Depresión.
Habrá, por lo menos 1.5 millones de desempleados formales. Ya van 680 mil en marzo y abril, y mínimo, otros 500 mil en mayo, lo que sumaría cerca de 1.2 millones en cinco de los siete meses del año. Y la crisis apenas está agarrando vuelo. Son gente que es dada de baja del IMSS, que se queda en la calle, sin sustento para su familia. Con tres dependientes por cada uno –si la cifra final de 2020 fuera 1.5 millones- con impactos en 6 millones de mexicanos.
Crecerá la pobreza como nunca.
Irónico, con un gobierno que dice paliarla como su principal bandera.
CONEVAL previó en su estudio de hace un par de semanas que se añadirán 9 millones de pobres por la crisis en 2020. Una investigación difundida por Bancomer, estima la cifra en 10 millones.
El mundo de la informalidad –semillero de empleos- será duramente golpeado. No hay cifras confiables, pero ¿500 mil mexicanos que se quedarán sin ingreso? ¿600 mil? ¿Un millón? O con percepciones aún más raquíticas que las que tienen.
Aunado a eso hay por lo menos 1.5 millones de mexicanos –los que nacieron hace dos décadas o menos- que saldrán a buscar un trabajo que no encontrarán.
Por si fuera poco no todas las pandemias, que padece el país para utilizar un término de moda.
La inseguridad golpea sin control, a todos, principalmente a los más débiles.
El propio gobierno reconoce que no ha habido avances.
Los expertos pronostican que dentro de la gran masa de mexicanos arrojados al desempleo o a la miseria, habrá quien –para llevar de comer a sus familias- salga a delinquir.
Está también la pandemia del odio, de la polarización, del discurso de confrontación, de chairos contra fifís, de gobierno contra empresarios, de periodistas que defienden al gobierno versus quienes lo condenan; que exacerba, ahonda, la tensión social – la otra pandemia- como describe Schiller.
De modo que las protestas que detonó Minneapolis son una lección para México.
Sobre todo para el gobierno, al timón.
Son dos sociedades diferentes, pero con el mismo –enorme- problema.
Veámonos en ese espejo.