Donde pone el ojo, pone la bala.<br>
Dicho popular
Porque puede quedarme un amor, una sombra y un olvido, y más que eso ha de quedarme un modo de hacerme daño, hasta el fin y en la noche.<br>Un modo de afilar la puntería para arruinarme y perseguirme a través de la agotadora y muy extraña cacería en que soy arma, a la vez presa.<br>
Santiago Montobbio
Las Afores (administradoras de fondos para el retiro) están en la mira de López Obrador.
No es algo nuevo. Ya en el Congreso, de parte de Morena, se ha tanteado el tema; con objeto de catar reacciones, recientemente se presentó —por lo pronto no ha prosperado— una iniciativa en forma para cambiar la naturaleza de las mismas.
Para variar, la idea que sopesa la 4T es que, en lugar de que todas las cuentas sean manejadas de forma individual, las afores sean integradas a una gran bolsa administrada por el Estado. Esa tentación de centralizar las contribuciones da espacio a que se puedan revivir —incluso empeorar— viejos males que ya creíamos superados: no llevar cuentas claras y que el gobierno se pueda servir (con mucha más facilidad que antes y ahora) de lo que cada trabajador —bien que mal— ha cotizado para su pensión.
Actualmente, algunas de las administradoras de los fondos cobran una comisión superior a las de otros países con sistemas similares al nuestro. Esta situación sin duda puede y debe mejorarse. Sin embargo, eso no debiera ser pretexto para instrumentar que el ejecutivo federal las maneje a su antojo y en su totalidad.
¡Si tan solo la puntería de la 4T fuese distinta! Pero no, cada vez que al gobierno se le ocurre intervenir en algún asunto, este corre la peor de las suertes.
¿Que no es así? Me permito diferir: tenemos desde los “abrazos no balazos”, hasta la promesa rota de mandar a las Fuerzas Armadas de vuelta a los cuarteles. En el ínterin, un aeropuerto que se esbozaba podría haber llegado a ser el mejor del mundo pasó a ser abandonado, pagando un poco más por ello que si se hubiese terminado.
Pero ni por un momento olvidemos otras ocurrencias: la de transportar combustible en pipas y no en ductos, la de construir un tren en medio de la selva o la de una refinería destrozando manglares. En lugar de invertir el dinero de todos quienes sí pagamos impuestos en las cosas necesarias (medicinas oncológicas, mejores salarios al personal sanitario, infraestructura digital en las escuelas, incrementar subvenciones a becados del CONACYT, etcétera), tenemos un gobierno que solo gasta en programas de corte clientelar que no generan el incentivo (y las oportunidades, claro está) en quienes reciben los recursos de volverse productivos, y ayudar y ayudarse a construir un mejor país.
Y para los que han contribuido fiscalmente hablando y han ido ahorrando en fondos para sus retiros se vislumbra un panorama todavía más tétrico al que de por sí existe: el problema de que las pensiones no alcanzan para enfrentar la 3ª edad. Esto es, a la dificultad mayor en nuestro país, donde no solo no son suficientes, ahora existe el riesgo de que el gobierno quiera manejarlas.
Hemos sido testigos de cómo tomaron los fideicomisos creados por gobiernos anteriores para usar el dinero en ellos para no sabemos qué propósitos, pues la rendición de cuentas no está presente en el vocabulario de la 4T. La sola idea de tomar el control de los fondos para el retiro produce escalofríos, además de ser un despropósito y una violación flagrante de los derechos de todos quienes hemos ahorrado. Máxime cuando las Afores tienen esquemas que sí permiten invertir en valores gubernamentales y que no requieren que el gobierno tome su control.
Dada la situación “feliz, feliz” que atraviesa nuestro país y el resto del mundo, el retiro por desempleo de las afores es hoy un 95.5% mayor a abril del año pasado. Si usted cree que esto se debe solo al Covid-19, está equivocado.
Abraham Vela presidente de la CONSAR, dijo que “el monto retirado aún NO refleja los efectos generados por la contingencia ante el Covid-19”. Y tiene razón, pues para retirar los recursos (en parcialidades), el trabajador debe llevar al menos 47 días desempleado. Si una persona no desempleada quiere retirar el dinero de su AFORE, se enfrentará a un viacrucis de papeleo institucional, una espera considerable y también una penalización por pedir sus recursos. Sin embargo, ante la incertidumbre creada por el actual gobierno federal, que arrasa con lo que quiere sin ponderar ni asumir los costos, no pocos nos comenzaremos a plantear la siguiente disyuntiva: ¿qué prefiere usted ahora, perder un porcentaje o perderlo todo?
“Donde pone el ojo, pone la bala” puede ser una buena o pésima habilidad. La experiencia vivida en un año seis meses señala que donde AMLO pone el ojo, fastidia todo. Terrible lo que se vislumbra para las Afores; aunque raquítico, el ahorro para nuestra vejez está bajo ataque.