La vida nos acorta la vista y nos alarga la mirada.<br>​¿Cómo poner otra figura en el paisaje sin desarticularlo como a una feria invadida por la tristeza, sin que las nubes o los árboles se despeguen y salten como muñecos desarmados?<br>​¿Cómo poner una palabra en el paisaje sin que el silencio se asuste igual que un animal sorprendido en el bosque o como una procesión que ha perdido su imagen?

Roberto Juarroz

No le hagamos mucho al cuento

La publicación del lunes en el Diario Oficial de la Federación creó ondas de choque en todos los sectores de la sociedad. Se “olvidó” que tan solo complementa el artículo 5 transitorio de la reforma constitucional que crea la Guardia Nacional, aprobada por unanimidad el año pasado, tanto por el Congreso como por las 32 legislaturas locales. El artículo en comento faculta a las Fuerzas Armadas a realizar funciones de seguridad pública hasta por un periodo de hasta cinco años.

Podríamos culpar a la “oposición” que votó el año pasado para que esta reforma existiese. Pero que no nos digan ahora que no sabían o que lo hizo solo la aplanadora de Morena, lo cual por tratarse de una reforma constitucional, no alcanzaba la mayoría requerida para legislar solo.

El papel de las FA

No solo eso, hace casi un año (16 de mayo para ser exactos) se publicó en el mismo DOF el decreto en el cual el Senado aprobó la “Estrategia Nacional de Seguridad Pública del Gobierno de la República”. Esta contempla la necesidad de la “reformulación del papel de las Fuerzas Armadas en la seguridad pública”. Ante lo cual, cabe la pregunta: ¿alguien leyó lo que se estaba legislando? Por lo visto no.

Un año después, y ante una violencia rampante donde el número de muertos se dispara, el gobierno utiliza el marco legal existente (aprobado, repito, por todos los partidos) para sacar al Ejército y a la Marina a realizar acciones propias de la Guardia Nacional y de la policía.

La SSyPC a cargo

Se puede argumentar que, ante el fracaso de la estrategia de “abrazos no balazos” y el alto grado de corrupción en diferentes policías, se requiere al Ejército y la Marina a cargo de la seguridad. Pero lo anterior siempre y cuando no se olvide que quien coordina esta mezcolanza institucional es Alfonso Durazo como secretario de Seguridad Y Protección Ciudadana. De él dependerá lograr que las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional puedan trabajar de forma conjunta y en el término de un lustro (o antes) los militares vuelvan a sus cuarteles.

La apuesta es arriesgada sin lugar a dudas. Combinar fuerzas disímbolas, las cuales solo están habituadas a acatar las instrucciones de su superior en jefe en el mando castrense. Notar que en el mismo sentido, la parte más obediente del gobierno siempre serán las Fuerzas Armadas. Dada la disciplina militar, los soldados y marinos acatarán órdenes. Preferirán marchar al unísono con la Secretaría de Seguridad, que parecer indisciplinados.

Puede gustarnos o no, pero se debe aceptar que hoy se cuenta con un marco jurídico para estas acciones. Situación que no lograron ni Calderón ni Peña. El mismo ejército pidió al final del sexenio de EPN se pudiera legislar al respecto, tanto para proteger a los miembros del mismo, como para conocer sus obligaciones y facultades.

Ese afán de hacerla de todólogos

Sin embargo, lo que definitivamente sí le quitará mucha fuerza a esta estrategia es desplegar a buena parte de los soldados a la tarea de construir Santa Lucía o a una muy importante fracción de la Marina a encargarse de las aduanas portuarias. De poco servirá la ley que permite a las Fuerzas Armadas participar en la seguridad pública, si no se mantiene suficientes elementos para realizar precisamente dicha tarea.

Lo que es peor, un Ejército y una Marina divididos por trabajos que no deben realizar dejará expuesta la realidad de que las Fuerzas Armadas no son lo suficientemente poderosas para enfrentar al crimen organizado.

Desde que el ex presidente Felipe Calderón mandó al Ejército a la calle, el aura con la cual contaban las Fuerzas Armadas se perdió. Ello tanto por la ocurrencia aislada de violación de los derechos humanos, como porque se hizo evidente el equipo vetusto con el que contaban y las magras compañías.

Es momento para López Obrador decida si quiere a las Fuerzas Armadas construyendo el aeropuerto y las sucursales del Banco del Bienestar, manejando pipas de combustible y un largo etcétera o, bien, dedicado por completo a funciones de seguridad interna.

Es ocasión también para que Alfonso Durazo y los miembros de las Fuerzas Armadas enseñen a los policías y futuros integrantes de la GN cómo mantener el orden civil sobre el castrense de forma respetuosa. Eso, además de demostrar lealtad a México y no a la voluntad de un solo hombre. No es poca cosa.