Desolación y ruina,<br>orfandad y miseria;<br>en hospital de sangre<br>conviértese el museo;<br>todo es dolor y lágrimas,<br>confusión y laceria;<br>incendio, asesinatos,<br>violaciones, saqueos...<br>Y el blando tintineo<br>de la vacuna esquila<br>se apaga en el relincho<br>del caballo de Atila.<br>

Emilio Bobadilla

Lejos y entre los árboles<br>de la intrincada selva,<br>¿no ves algo que brilla<br>y llora? Es una estrella.<br>Ya se la ve más próxima,<br>como a través de un tul<br>de una ermita en el pórtico<br>brillar. Es una luz.<br>De la carrera rápida<br>el término está aquí.<br>Desilusión.<br>No es lámpara ni estrella<br>la luz que hemos seguido:<br>es un candil.<br>

Gustavo Adolfo Bécquer

“Serenos, tranquilos, tenemos la capacidad para enfrentar esta situación”.<br>

Andrés Manuel López Obrador (tras anunciarse el primer caso de covid-19 en México, dejando en claro la calma con la que percibió el inicio de la pandemia en el país y los efectos que en ese momento ya se preveían)

Cortesía de López Obrador, México está dividido en dos. Conservadores y liberales; leales y detractores; seguidores y críticos. En realidad —pues a eso se resume—, entre quienes le creen al presidente y quienes no. Yo soy de este último grupo.

Por ello, para mí es menester subrayar que una nueva simulación de la 4T ha iniciado. Tal vez la más triste y con peores consecuencias de todas las que se han gestado durante la presente administración federal.

La vacunación anticovid debiera ser pronta y expedita, empezando por la inoculación del cuerpo médico que está en la primera línea de atención ante la pandemia. Sin embargo las dudas han ahogado a las certezas sobre el número de vacunas, los tiempos prometidos y quienes reciben las mismas. Toda la implementación de la campaña de vacunación ha sido incomprensible. Además de incompetencia, la indolencia se ha instalado; hemos pasado de la rifa sin rifa a la vacunación sin vacunación. Toda una burla, pues.

Pero “serenos, tranquilos”, al fin tenemos al doctor Hugo López-Gatell de vacaciones en Huatulco, previo haber tomado un vuelo sin portar cubrebocas, dando ejemplo de cómo no guardar sana distancia. Del ‘Quédate en casa’ a ‘La risa en vacaciones’, pues (con todo y Pedro, Pablo, Paco y René Cardona incluidos).

A la incompetencia se suma la haraganería al parar las de por sí escasas inoculaciones porque se cruzaron días festivos; poco importa que al virus le tengan sin cuidado los mismos. 

En una situación de emergencia nacional/mundial, la prioridad tendría que ser la población y el lograr que las vacunas lleguen lo más pronto posible para así disminuir la crisis, pero en México se viven otros tiempos. Los de la Transformación...

No se sabe por qué se decidió suspender el proceso de vacunación el primero de enero. Tal vez porque siempre sí ganó la fiesta, la flojera o simplemente no había más dosis que suministrar y era más fácil que cargaran la culpa los encargados que hacer que sucediera lo planeado... ¡por el propio gobierno federal!

¿Puede haber vacaciones cuando México ocupa el deshonroso sexto lugar mundial por muertes por millón de habitantes (cifras oficiales)? ¿Cuándo el 73% de las personas que han fallecido por covid solo estudiaron primaria o secundaria (indicando desigualdad y pobreza)? ¿Cuándo el gobierno informó de la llegada a México de apenas poco más de 53 mil dosis desde el 23 de diciembre y de esas solo se han reportado 24 mil 998 personas vacunadas (maldita lentitud)?

Tal vez hay más preguntas que respuestas porque los primeros días de inoculación hubo filas interminables y un descontrol absoluto en la logística, porque se supo de integrantes del personal administrativo quienes fueron vacunados en lugar de aquellos que lo requerían o porque las grillas internas entre los militares y la Secretaría de Salud, que tanta atención han cobrado en notas en los periódicos, ocasionaron importantes desgarriates en el proceso de inoculación (errores de implementación; fallas en los registros; influyentismo para acceder antes de turno).

Lo que me lleva a lo más reciente hasta al día de hoy: ¿Cómo creerle a López Obrador quien dice que, para el 31 de marzo (de este año, supongo), todos los adultos mayores estarán vacunados? 16 millones de personas de 60 años o más en México. Para ello, por supuesto, el proceso de vacunación no tendría que iniciar sino hasta el 24 de enero...

Hagamos cuentas: 242,424 personas por día para cubrir dicha población en el plazo convenido. Sin olvidar que las vacunas de CanSino (las desarrolladas y producidas en China), mismas cuya respuesta inmune en personas mayores a los 55 años no es recomendable, todavía no han llegado a México. Por cierto, ¿a partir de qué criterios se está definiendo a qué poblaciones/regiones/estratos de la ciudadanía les corresponderá cierta marca de vacuna y no otra? Me temo que al gobierno están a punto de lloverle amparos y protestas sociales al respecto.

¿Cómo creerle a AMLO si apenas este fin de semana mencionó: “ya tenemos todas las vacunas, 120,000, para que nadie se quede sin vacunar”? ¿Olvidó de pronto que somos 128 millones de mexicanos habitando en territorio nacional o de qué estamos hablando?

¿Cómo pensar que la vacunación en nuestro país será un éxito si, para la pandemia, se limitaron las pruebas (contrario a lo que sugirió la OMS) y se midieron las camas vacías, pero no se procuró la prevención? ¿Cómo, si somos —deshonrosamente otra vez— el país número uno en muertes del personal hospitalario, dada la falta de equipo de protección sanitario?

¿Cómo creer que esta vez sí resultará la planeación, presumiendo que México fue el país que primero recibió vacunas en todo Latinoamérica, pero cuando hasta Costa Rica nos gana en número de dosis recibidas?

No, frente la evidencia y lo hecho antes en cualquier rubro que se elija —simulaciones aparte— es imposible creer ahora que el proceso de vacunación anticovid en México irá de acuerdo a lo anunciado y que este será un éxito.

La administración federal todavía puede probar que estoy equivocada, en cuyo caso deberé de reconocerlo y yo callarme la boca. Para ello se requiere algo muy sencillo: que lo hagan de acuerdo a lo publicitado; eso sí, eficaz y adecuadamente bajo los mejores estándares; sin mentir, sin exagerar, anteponiendo las validaciones y obviando fingimientos.

No se requieren milagros, escapularios o caldos de guajolote, tan solo trabajar, lograr vacunar a toda la población. Tampoco se acepta el uso electoral ni promocional de las vacunas. Se necesita, en cambio, poner en marcha y ceñirse a mecanismos que utilicen un sistema digital —de preferencia único—establecido, que eviten el surgimiento de un mercado negro de vacunas, que se sustenten en variables epidemiológicas y demográficas actualizadas al momento y en una base de datos nacional, que arrojen certificados de vacunación (para la primera y segunda dosis; digo, en caso de que se requieran dos aplicaciones) y que estos alimenten una nueva base de datos digital, y que haya comprobantes de vacunación para uso de la gente en lo individual.

Mientras eso no suceda, me sostengo y diré: señor presidente, no le creo.