"Se subió al ladrillo y se mareó".<br>
Refrán
Alguien quien no hablaba —o no en voz alta— sobre las políticas económicas y comerciales de la 4T, sabiendo que de hacerlo con racionalidad y conocimiento técnico habría tenido que verse muy crítica, y no le convendría, de pronto se lanza a ser la “reportera” (dicho por ella misma) de todo cuanto sucedió en la reciente reunión que sostuvo el presidente AMLO con su homólogo norteamericano.
Siendo la única participante de la IP invitada a la gira de trabajo (a una cena, concretamente), antes ya se había adjudicado el papel de “representante de las empresarias mexicanas”. ¿En serio las verdaderas mujeres de negocios de nuestro país le otorgaron ese papel? Y hablo de “verdaderas mujeres de negocios” porque ella, Patricia Armendáriz, lo es solo —y no muy importante— porque incursionó en la actividad financiera privada después de haber tenido un cargo en el gobierno ¡de supervisión de quienes se dedican a las actividades financieras!
Es decir, hizo lo que Andrés Manuel tanto critica y pretende prohibir: que la gente que se vuelve influyente gracias al gobierno en cuanto deje su tarea se vaya a hacer fortuna a las empresas particulares. Ella saltó de participar en el Fobaproa (robo del siglo, AMLO dixit) a los negocios financieros personales. De ninguna manera se hizo a sí misma en el quehacer empresarial, sin relaciones logradas desde el poder político. Era cercana a uno de los diseñadores de aquel rescate bancario, Guillermo Ortiz, colaborador de Ernesto Zedillo.
Tampoco es Armendáriz una empresaria de nivel por participar en un mal show de TV sobre negocios, abaratada copia del original británico.
Tristemente, la ex funcionaria no se desempeñó en la cena AMLO/Trump ni como empresaria ni como reportera de la fuente presidencial. La hizo más bien de cronista de sociales (y mismo eso, no muy buena) pues se la pasó un buen rato que duró el evento tuiteando sobre el menú que se sirvió en la cena, la disposición de los lugares y al respecto de quien profirió más elogios al invitado o al anfitrión. Empezando por el de ella misma, solo por haberse sentado a la mesa con los mandatarios en esta única ocasión: “a partir del momento mismo que note (así sin acento) la actitud de dos jefes de estado que pueden trabajar juntos por el bien de Mexico a pesar de sus diferencias...”, dijo.
De lo que ciertamente no se percató es que si el servicio secreto / logística de la Casa Blanca le permitió mantener su celular era porque no esperaba que alguien que había sido invitada como empresaria por el primer mandatario estadunidense no se comportara a la altura o, lo que es lo mismo, que el público norteamericano no se iba a fijar en lo que hiciera esta invitada. En cambio, era de suponerse —ciertamente por parte del equipo de este lado de la frontera— que una persona no solo fuese zalamera y grilla (eso lo fueron todos y todas quienes estuvieron presentes), sino además incorrecta, alimentando de propaganda a un pueblo ávido de información llamativa pero evidentemente intrascendente.