Ni los veo, ni los oigo.<br>

Carlos Salinas de Gortari

Si usted tuvo un déjà vu cuando Andrés Manuel contestó muy campante: “Fíjense que no leo ni siquiera la editorial de El Universal o del Reforma, menos voy a leer el editorial de ese periódico”, pero no pensó en Salinas de Gortari, aun así habrá tenido razón. Les voy a explicar por qué:

Quizá es cierto eso de que “lo que te choca, te checa”, ya que López Obrador le copió a Vicente Fox cuando, hace algunos años, espetó: “Ya no leo los periódicos para evitar enojarme”. Eso no fue el único desencuentro del ex presidente con la prensa; también soltó un: “no traten de destruir la presidencia”. Recuerdo bien que, en ese momento, el jefe de gobierno del DF le pidió serenarse. En aquel noviembre del 2001, AMLO le pidió “paciencia, prudencia y presencia…” , ante lo cual algo ha de tener la Silla del Águila donde hoy nuestro presidente se parece más al de entonces...

Ambos, Fox y López Obrador hicieron patente su desdén a la prensa. Algo no termina de convencerles al respecto de que la crítica (así, sin adjetivos) es parte del ejercicio de la libertad de expresión. Derecho consagrado en la Constitución. Gracias.

Fox prometió sacar del gobierno a todas las “tepocatas”, “alimañas” y “víboras prietas”; López Obrador habló de los “fifís “y “la mafia del poder”, círculo que ha ido ampliando para incluir a “conservadores”, “gacetillero vendido”, etcétera, hasta alcanzar más de 40 adjetivos descalificativos como bien consignó Gabriel Zaid.

Durante el foxismo, Milenio y La Jornada se convirtieron en los principales medios en señalar los errores y pifias del ejecutivo federal, al grado que Vicente Fox consideraba que estaban tratando de destruir la presidencia y quitarlo.

Esta semana, que el Financial Times, el diario más serio en materia económica del mundo, escribió (con veracidad o no, esa ya es otra cuestión) de los supuestos errores cometidos por el ejecutivo federal, él, de manera foxistica, dijo que no lo leía. Quizá se trate de un comploj internacional para desestabilizarlo (la editorial del Financial Times y la disminución de nota de la deuda soberana por Fitch), pero eso no justifica que no revise ese rotativo. ¡Lo contrario!, de hecho.

Tristemente, aunque no tiene tiempo de leer a la prensa, el presidente AMLO sí dedica parte de su atención para enterarse, ver y quejarse de los comentarios de un cómico, una artista y un futbolista que se señalaron errores de su administración.

No es negando la realidad o lamentarse de lo que se dice de la gestión de su gobierno cómo nuestra realidad nacional va a mejorar. No sucedió con Fox y tampoco ocurrirá con él. Algo está mal si le importan más los comentarios de quienes impactan en la opinión pública nacional, que de quienes son los expertos en la materia en cuestión.

La editorial del FT sin lugar a dudas es dura y esboza un panorama terrible para nuestro país. Hay, sin duda, un primer “ajuste de cuentas” con respecto al espectáculo brindado por Rocío Nahle en la reunión más importante de la OPEP

En época de crisis y dudas mundiales, los inversionistas tienden a emigrar a monedas más sólidas y bonos con menos rendimientos, pero pagaderos, los cuales no les darán sobresaltos. Donde la política económica y monetaria son autónomas de las decisiones y ocurrencias del presidente en turno.

Olvida que si el PIB decrece –aunque él tenga otros datos– hará que se pierdan más empleos y aumente el número de pobres. Algunos estudios señalan que esta crisis, sin los apoyos necesarios del gobierno a las empresas, impactará en la creación de 21 millones más de pobres. Una verdadera desgracia.

En dado caso, eso podía haber esgrimido López Obrador a favor suyo. La crisis mundial por la que atravesamos hace que las inversiones busquen otros países como opción. Sin embargo, su desprecio hacia todo quien ose señalar los errores de su mandato es mayor a la necesidad de que actúe como un estadista, o de perdis, con paciencia, prudencia y presencia.

Fox y López Obrador tienen —desafortunadamente— otro rasgo en común. Ambos lograron llegar al poder como la gran esperanza que arrasaría con la corrupción y con la pobreza, la que haría de nuestra patria un México más justo y unido. Fox decepcionó. López Obrador aún tiene tiempo de enderezar el rumbo.