“¡Parece mentira que hayas existido!<br>te veo tan lejos...<br>Tu mirada, tu voz, tu sonrisa,<br>me llegan al fondo de un pasado inmenso...<br>Eras más sutil<br>que mi propio ensueño;<br>eres el fantasma de un fantasma,<br>eres el espectro de un espectro...<br>Para reconstruír tu imagen remota<br>he menester ya de un enorme esfuerzo.”<br>
Amado Nervo, poeta MEXICANO
La cuarentena ha dejado ver dos tipos de servidores públicos que “habitan” Palacio Nacional. Los que de forma reiterada insisten en agudizar una situación de por sí crítica y los fantasmas. Bien por estos últimos porque al parecer sí han seguido la instrucción de quedarse en casa; mal porque no han sabido ser efectivos ni trabajar a distancia. Confundieron las medidas para hacer frente a la pandemia con convertirse en meras “presencias” espectrales del gabinete.
En esta categoría tenemos a Graciela Márquez, secretaria de Economía, que sólo se dejó ver el día que Zoé Robledo, director del IMSS, anunció lo de los créditos a los micro negocios. Política tan mal diseñada, por cierto, que solo consiguió otorgar una mínima fracción. De ahí en fuera, no se le ha visto en esta emergencia... económica, ni siquiera para coordinar la reanudación de suministros y producción en cadena, que es parte de lo acordado en el nuevo T-MEC.
Mejor no hablar del secretario de Salud. La actuación de Hugo López-Gatell, encumbrada por el presidente López Obrador, ha dejado al doctor Jorge Alcocer fuera de las tardeadas en Palacio y del imaginario político nacional.
Lo mismo sucede con el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, quien aparece de forma menos que esporádica. Quizá se deba a los malabares que debe hacer a regañadientes con el magro presupuesto o que simplemente no ha podido convencer al titular del ejecutivo que deje de gastar en el barril sin fondo llamado Dos Bocas. ¿Nada qué decir sobre como los recortes al ejercicio presupuestal y a la actividad administrativa terminarán por ahorcar al gobierno?
Alfonso Romo, “puente” entre empresarios y el ejecutivo federal, podría pasar por desaparecido en Alerta Amber pues no se sabe nada de él. Su oposición a la decisión gubernamental de parar la energía limpia brilló por su ausencia.
En el caso de Pemex solo se escucha a Rocío Nahle “decidir” sobre el precio del petróleo, acudir a Dos Bocas, comentar sobre la necesidad de producir más combustibles, pero del encargado directo del tema, el ingeniero Octavio Romero, director de Petróleos Mexicanos, nada se sabe.
A Alfonso Durazo, titular de la SSPyPC solo lo vimos este último mes cuando se comentó la no militarización vía militares de la seguridad nacional y cuando diagnosticó que había disminuido el robo a vehículos y transeúntes (¿será por qué están encerrados?). Se esperaría una participación más activa, pues no olvidemos que atravesamos una pandemia y protección civil depende de su secretaría. Quizá López -Gatell también pretenda hacerse del control de la estrategia de la protección de la población...
Alejandra Fraustro, quien “despacha” como secretaria de Cultura, es el fantasma perfecto. Tuvo que salir Guillermo Del Toro a protestar por la posible desaparición del Fideicomiso para el Cine para que la funcionaria se dejara ver por un breve momento. Esto señala algo más: requerimos más galardonados con un Óscar para que con su voz frenen las barbaridades cometidas por la actual administración.
Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, y Javier Jiménez Espriú, de Comunicaciones, pasaron a la categoría de sombras nada más, como decía aquella canción.
Ahora bien, en la primera categoría de servidores públicos antes mencionada aparecen quienes no cejan en su empeño por llevar a este país al precipicio. Efecto que se multiplica mientras el Covid mantiene en casa a una importante parte de la población, pues ello dificulta reaccionar con efectividad para discutir o detener sus tonteras diarias. Estos funcionarios, en cambio, no paran. Continúan diariamente generando problemas a la nación y ahondando otros.
Me recuerda esta situación al Bolero de Ravel, pero al revés. Me explico: la obra cumbre de Maurice Ravel es una melodía que se repite una y otra vez con la inclusión en cada reiteración de un nuevo instrumento. Lo que es una música sencilla en su monotonía se vuelve grandiosa al enriquecer sus tonos con nuevas participaciones instrumentales.
Las acciones de estos miembros de la 4T, al igual que en el bolero, son reiterativas, monótonas e insistentes en torno a un tema sencillo. El problema es que, a cada nueva repetición, se unen más acciones erradas, más vueltas al mismo argumento desentonado.
Así, las consultas populares se repiten para cancelar acciones y proyectos que podrían fortalecer nuestro país. O qué decir de la presentación —siempre en viernes por la tarde— de iniciativas imposibles a manos de diputados de Morena. Se desechan por impasables y días después las vemos reaparecer presentadas, eso sí, de otra forma.
Lo mismo sucede con el tema del petróleo. Llevamos más de un año sabiendo que, no importa el malabar, cada centavo invertido ahí es una nueva pérdida.
No se diga en el tema de electricidad, donde lo reiterativo ha sido consumir energías contaminantes para su producción. Aumentando la demanda de carbón (la energía más sucia y cara en estos momentos) y ahora también el combustóleo.
Ante esos ejemplos es fácil identificar a quienes no son espíritus y sí presencias de carne y hueso que reiteran sus acciones en Palacio.
Rocío Nahle y Manuel Bartlett quienes prefieren utilizar las energías de antaño y desdeñar el presente de las energías limpias.
Hugo López-Gatell (el guapo de Palacio), quien con su reticencia a usar cubrebocas, lo desaseado de sus mediciones, su necedad de no hacer pruebas y el baile de cifras, solo ha causado más incertidumbre que certezas.
María Helena Álvarez Buyllá, directora de Conacyt, quien el año pasado ya había dejado sin apoyos a los becarios en el extranjero y ahora pidió (o su gente) a los científicos que reciben su pago del SNI, que donaran su estipendio.
Irma Eréndira Sandoval, titular de la Función Pública, quien insiste en decir que persigue la corrupción, pero cuando tuvo el caso de las 23 casas de Bartlett, argumentó un tecnicismo legal para no investigarlo.
Ana Gabriela Guevara, desde su ingreso a la CONADE se han tenido noticias de manejos extraños (por decir lo menos) a bastante turbios. Demandas penden ahora sobre su persona.
Ricardo Scheffield, de Profeco, quien se contagió de Covid, se retiró dos semanas, a dios gracias se recuperó y volvió a Palacio sin cubrebocas a contaminar a vivos y muertos por igual.
Marcelo Ebrard, quien pensó en el Perro Bermúdez, con aquello de "¡cerca la bala!" cuando el coronavirus afectó a su cercano y leal colaborador Roberto Velasco, Lord Cacahuates. Ebrard no tenía el bicho, y qué bueno: se salvó de convertirse en otro fantasma. El canciller es el único que intenta no llevar al país al precipicio, corrigiendo hasta donde puede todo lo que otros hacen completamente a chuecas.
El mismo Andres Manuel López Obrador cuando insiste en disminuir el gasto corriente del gobierno, cuando lo que requiere el país es liquidez (que, por cierto, no es sinónimo de derroche).
Los fantasmas de Palacio son una carga pesada y onerosa para México. Uno, por no realizar las actividades para las cuales fueron contratados. Y, dos, porque han renunciado a su responsabilidad de generar un contrapeso frente a los otros “habitantes” de ese recinto, mismos que continúan actuando a sus anchas erosionando al país.