“El motor de la historia es la lucha de clases.”<br>
Karl Marx
“Una cosa es construir historia y otra repetirla.”<br>
Jacinto Benavente
La gesta histórica
El objetivo último no fue (no era) la victoria en las urnas ni el ejercicio gubernamental. El poder al que accedió López Obrador por la vía electoral institucional, mismo que busca fortalecer día a día con su gestión, tiene como fin completar una gesta de carácter histórico (para él, cuasi heroica): instaurar y perpetuar la Cuarta Transformación en México.
Por ello continúa —y ahora sabemos sucederá probablemente hasta el final de su mandato— su discurso polarizante, arbitrario y divisorio. Ese es un elemento necesario, si bien no suficiente, que le permite al presidente AMLO mantener viva una lucha social.
Nos equivocamos quienes alguna vez pensamos que renunciaría a esa actitud. La fuerza del ejecutivo federal no radicará jamás en la unión nacional; se basa en construir dos bandos antagónicos que se culpen uno al otro de las desgracias del país.
De hecho, sería incluso hasta preocupante que el presidente ya NO profiriera los adjetivos y esa diaria cantaleta (que registra solo ligeras variaciones de una misma tonada) de que hay un “compló” para ir contra él. Y es que ello significará que habría sido exitoso en instaurar en su totalidad esa nueva realidad que tanto anhela para México.
Así, el presidente tiene al país más dividido que nunca; y, unos y otros, en lugar de negar los apelativos por él impuestos, nos hemos apropiado de ellos. Los hemos hecho nuestros: yo soy liberal; tú, conservador.
Brillante. A Andrés Manuel no le sirve una oposición dividida aunque esto sea en el fondo más democrático y representativo; para su gesta histórica lo que necesita es “luchar” contra una oposición fuerte y unida.
Apropiarse de la etiqueta de “liberal”
A la par, en esa lectura binaria de la vida sobre la que todos polemizamos, López Obrador se ha hecho desde hace más de 20 años de una de las dos etiquetas extremas del espectro: la de “liberal”, dejando a que la sociedad asocie a sus adversarios con la de “conservadores”. Muy inteligentemente ha logrado que el colectivo popular, que hace memoria de lo que le enseñaron en la primaria, lo asocie a él con las causas más nobles, que se plasman como correctas en los libros de texto gratuito. “El es el liberal”; se ha pintado como la fuerza positiva de nuestro acontecer nacional.
El ingrediente de la revocación de mandato
Astutamente también, ha agregado un elemento más que le da fuerza a su acción polarizante: el próximo proceso de revocación de su mandato.
De la invitación y el subsecuente proceso de normar la ratificación/revocación para el 2022 extrae un producto que es hoy en día incluso más importante que resultar victorioso en esa consulta. Sí, así como lo digo. Ese fruto es poder seguir polarizando a la sociedad mexicana —hoy y hasta el 2022–, pues (como ya lo establecí antes) ese es el motor para dar dinamismo a su lucha histórica.
La consulta no será sobre su mandato o su persona, ¿se da cuenta usted lector? Será sobre un proyecto “liberal” frente al “conservador”; sobre apoyar o no un proyecto histórico.
Si entendemos lo anterior, entonces comprenderemos que está de más que el presidente AMLO diga que en torno a ese asunto en específico solo pueda haber dos bandos: “estar conmigo o contra mí”. ¿Por qué? Pues en razón de que un plebiscito de este tipo es por naturaleza un ejercicio binario. En otras palabras, el sugerir que en México solo haya dos partidos desde el punto de vista electoral e ideológico está IMPLÍCITO en cualquier ejercicio plebiscitario, incluyendo el de revocación o ratificación de mandato.
No obstante, todos los ciudadanos hemos caído en su tautológico juego. Patético.
El contexto típico de “fin de sexenio”
AMLO juega —a su favor, claro está— con una situación, que si bien es temporal (esto es, no significa que el presidente de la República no tenga la capacidad de corregir y desinflar el globo de la polarización), es similar a la que se vive en México cada fin de sexenio.
Hay cuatro elementos que hacen que en el país se viva actualmente un ambiente político que se considera típico de fin de sexenio. Ya abarqué los dos primeros, pero los recapitulo:
1-
Una aguda polarización social característica del último año de casi cualquier sexenio.
2-
La posibilidad de ratificar o revocar su mandato en el 2022, lo que ha generado una especie de ambiente preelectoral adelantado.
A ambos puntos se suman:
3-
Una pandemia que evidentemente ha puesto limitantes importantes a los planes de gobierno y a la gestión gubernamental, pero que también ha generado en la sociedad —mucho “antes de tiempo”— una sensación de desesperanza, de impaciencia y de expectativas no cumplidas que solo abona a la radicalización.
4-
El agotamiento del presidente AMLO; este muestra una fatiga incluso física y un genuino fastidio que se ven reflejadas en el trato que da a todos los asuntos, acontecimientos y dificultades (sobre todo si estas se relacionan con sus críticos en los medios).