Fabio, notable autoridad se saca<br>de escribir el autor por darnos mueca,<br>que sacó de su propia biblioteca<br>la historia de Charlín y Tacamaca.<br>Articular humana voz la urraca<br>es como remojar la arteria seca,<br>porque es llamar al guante quiroteca<br>esto de biblioteca o bibliotaca.<br>¿Qué librería de rador hispano,<br>de senador iurisconsulto grave?,<br>¿qué fénix Escurial?, ¿qué Vaticano?<br>Por libros quiere Persio que le alabe,<br>¡oh misera ambición de aplauso humano!<br>que el libro es el que enseña, no el que sabe.<br>
Lope de Vega
No, no fue el vestido de Beatriz; se siguió al pie de la letra el rígido protocolo exigido por el Vaticano para sostener una audiencia con el Papa. Las mujeres que visitan al jefe del Estado Vaticano deben vestir de negro, con espalda, escote y brazos tapados. Eso, además de falda/vestido por debajo de la rodilla, tacón moderado y zapato negro. Lo que tampoco debe faltar es cubrirse el pelo con mantilla o velo, también negro.
Solo en caso de que las mujeres pertenezcan a alguna casa real o sean cabeza de nación, pueden usar colores claros para reunirse con el Pontífice y, entonces, no es necesario usar velo en la cabeza.
Así, Beatriz Gutiérrez Müller no fue EL despropósito en el Vaticano, aunque sí la emisaria del mismo.
Iniciando con las formas. Para enviar una misiva, desde hace centurias existe el correo, no es necesario el gasto de acudir a la Ciudad del Vaticano a entregar la misma. Viviendo en pleno siglo XXI y atravesando una pandemia, bastaba con que el gobierno mexicano mandara la comunicación por correo electrónico de un jefe de Estado al otro.
Sin embargo, dada la terquedad de entregar la misiva en propia mano, esta al menos debía haberse enviado vía canales oficiales, sea el canciller Marcelo Ebrard o el embajador de México en Italia o en el Vaticano (dos diferentes). Claramente, “la austeridad republicana” —de cuyos frutos reales aún no vemos un solo peso— fue olvidada en aras de un visita a un Estado teocrático...
Pero la forma de envío es solo el inicio del despropósito montado. Más allá de si se considera que la iglesia católica debía pedir disculpas por lo que pasó hace 500 años, la carta demostró poco conocimiento de nuestro presidente de la historia y de lo que ha sucedido en el mundo contemporáneo. ¡Esas disculpas ya fueron ofrecidas por el Vaticano a nuestro pueblo dos veces a falta de una!
La primera vez por Juan Pablo II, en marzo de 2000. Fue durante una ceremonia sin igual, pues la iglesia pidió perdón por sus pecados.
- Pecados en contra del amor, la paz, los derechos de los pueblos, el respeto de las culturas y de otras religiones, en concomitancia con la evangelización.
- Faltas en contra de la dignidad humana y la unidad del género humano: hacia las mujeres, las razas, las etnias.
15 años después, el papa Francisco I (2015) pidió humildemente perdón “no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.
Ante lo cual cabe preguntarse: ¿cuántas veces se debe disculpar el Estado Vaticano con los pueblos originarios de Mesoamérica?
Ya que los perdones se solicitan a un país, no a su gobernante en turno, cabe la posibilidad de que todo este penoso espectáculo trate exclusivamente de que YSQ quiera ver a la iglesia católica rendida ante él.
Ahora, vale recordar aquí que también la corona española ya pidió disculpas a nuestra nación cuando Isabel II reinaba. En un ya lejano 29 de diciembre de 1836 se signó el “Tratado definitivo de Paz y Amistas entre la República Mexicana y S.M.C. la Reina Gobernadora de España”.
Raro que para alguien quien se dice conocedor de la historia de México no tenga en el radar los perdones pedidos, tanto por la iglesia católica como por la monarquía hispana.
Lo mismo sucede cuando el mandatario habla de Miguel Hidalgo y José María Morelos, héroes de la patria. Sí, es cierto, estos en algún momento fueron excomulgados, pero al haberse confesado antes de morir, dejaron de estarlo. De hecho, Hidalgo fue enterrado en la Catedral Primada de México, el recinto religioso más importante en ese momento y ciertamente ningún excomulgado pudo haber sido enterrado en un lugar tan sagrado.
Y ya que a esas vamos, ambos personajes fueron excomulgados NO por iniciar/incitar la independencia, sino por ejercer la violencia física contra un religioso. Tanto Hidalgo como Morelos aprisionaron en su momento a sacerdotes contrarios a la causa de la independencia.
Tampoco ninguno de los dos fue acusado nunca de herejía como argumenta nuestro titular del ejecutivo federal. Insisto, para quien dice conocer la historia, es extraño que no la recuerde... La frase de Hidalgo citada en la misiva en cuestión no la pronunció él (es decir, no se le adjudica al libertador) porque lo acusaran de hereje, sino porque algunos sacerdotes defendían que, por ser buenos católicos, no buscarían la independencia.
Pero el despropósito continúa. En el rubro constitucional, el presidente desconoce que el artículo 4° de nuestra Carta Magna señala que los pueblos indígenas son parte del Estado mexicano…
Todo lo anterior además de que el texto se enredó en la sintaxis, de que abusó del uso de adjetivos calificativos y que los verbos perdieron su función. Presenta una de las faltas de lógica más comunes: redactar, en una misma misiva, una petición y un reproche para terminar con una segunda petición.
Falta también al protocolo del pequeño Estado. La epístola enviada al jefe del Vaticano, más allá de cualquier petición, debe extender una invitación al Papa a visitar el país. Ello sin olvidar que estuvo carente de tacto (por llamarle de alguna manera) cuando redacta: “no hace falta encontrarnos”. Frase que rememora más a un párvulo externando su sentir que a un jefe de Estado que debería ser al menos diplomático.
Total, para quien de verdad está versado en estos menesteres, el episodio mostró que “el que enseña” definitivamente no sabe. Todo un nuevo despropósito de México ante el mundo.