La humanidad se ha encontrado a lo largo de su historia ante una constante lucha contra sus semejantes. Durante décadas se ha luchado por evitar el abuso, la discriminación, el antisemitismo, la tortura, la esclavitud, y hoy día, aun no vivimos en un estado de igualdad en el que todos los humanos contemos con el mismo valor y la misma importancia.
Nuestra historia nos enseña que siempre se ha tenido que luchar contra la injusticia, contra la marginación donde solo los más fuertes sobreviven al ataque.
Suponemos que los humanos somos diferentes a otras especies animales, que nos diferenciamos porque en nosotros, no solo el más fuerte sobrevive.
Consideramos que nuestro cuerpo y vida tiene algo de espiritual y trascendente. Los humanos somos solidarios, vemos por nuestro grupo, nos acompañamos y nos cuidamos unos a otros.
Hemos creado un conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran nuestro comportamiento en comunidad, por lo que nos regimos o debemos de regirnos, por valores éticos en beneficio de toda la sociedad.
La historia de la humanidad nos ha enseñado qué es bueno para todos y qué no lo es, nos ha mostrado qué acción nos deja beneficios o perjuicios, en pocas palabras nos ha enseñado a realizar una valoración moral de nuestros actos.
En contraparte, los humanos siempre hemos luchado contra nuestros instintos, contra esos sentimientos profundos e intensos, contra la necesidad de rechazar a alguien que nos provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia.
Los humanos siempre luchamos contra la violenta aversión o repugnancia que una cosa o alguien nos provoca, nuestra naturaleza se basa en cierta medida en luchar contra el odio. Y es ahí donde entra la ética, marcando los límites de lo imaginable y de lo que podemos hacer en la realidad.
La pandemia del Covid-19 nos ha puesto al límite donde nadie se encuentra a salvo, todos estamos ante el riesgo de enfermar o morir.
Cada uno sufriremos las consecuencias de nuestras acciones, pero también nos vemos obligados a ser responsables por la salud de los que están a nuestro alrededor.
La pandemia nos ha exigido acciones empáticas, “cuídate tú para que cuides a los demás”. En este sentido el gremio de salud se encuentra luchando por ayudar, ¿Es su obligación?, sí lo es, pero ellos así lo decidieron, ya sea por un deber ético o por necesidad.
Los médicos en particular saben que dedicarse a esta profesión sin un interés por lo humano, sin un interés por el prójimo, sin sensibilidad ante el dolor ajeno, es faltar al profesionalismo y a la ética. Un médico que impone el odio ante la obligación ética, ¿en que lo convierte?, ¿Es aceptable?
La pandemia de Covid-19 nos ha afectado cubriéndonos de dolor, mermando nuestras esperanzas, frustrando nuestros planes. Pero que un médico desee el mal o la muerte de alguien que ha enfermado de Covid-19, no es una expresión de libertad, es una ruindad humana. La historia condenó a Josef Mengele por su vileza, ¿Quién condenará a los médicos que claman el dolor, la enfermedad y la muerte de sus prójimos?
La responsabilidad es de todos nosotros, no debemos mostrarnos ausentes ante tal conducta. Todos somos responsables de cuidarnos unos a otros, y de mantener la ética y los valores morales como algo importante para sobrevivir.