La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas.
Aristóteles
La formación de lazos fraternos es una característica esencial de los seres humanos y representa una parte importante de nuestra salud física y emocional. Pero ¿por qué ha sido tan importante para nuestra especie? En las relaciones interpersonales el amor y la amistad son dos de las fuerzas más importantes que gobiernan nuestra conducta. Las relaciones se establecen de forma muy particular dependiendo del contexto, de la persona y del lugar, siempre dejan una huella no importando la sociedad o época a la que se pertenezca.
El componente más importante de la interacción social es nuestra capacidad empática que nos brinda la oportunidad de intercambiar sentimientos o sensaciones con los otros. La empatía es fundamental para nuestra vida, ya que nos permite compartir sentimientos, vivencias y emociones. Sin embargo, lo más importante es que la empatía nos permite entender qué sienten los otros, cómo lo viven o por qué experiencias están pasando.
El principal factor que puede influir sobre nuestra capacidad empática es la influencia que tiene nuestra percepción de la equidad. Cuando dentro de un grupo no nos consideramos iguales o no nos sentimos parte de él, puede verse afectada nuestra capacidad de participar afectivamente en los sentimientos o vivencias de los otros. Uno de los problemas interpersonales más delicados que pueden surgir es cuando sentimos que no hemos recibido un trato justo o equitativo, pero manifestamos aun más dolor cuando nos sentimos socialmente apartados. La sensación de falta de equidad o pertenencia nos crea un malestar que nos puede llevar a actuar con gran agresividad.
La empatía genera experiencias subjetivas y respuestas que permiten adaptarnos, esto gracias a la activación de regiones cerebrales que participan en la regulación de nuestra conducta social. La empatía nos ayuda a detectar experiencias sociales como el gusto, disgusto, dolor físico o emocional, admiración o rechazo. Las principales estructuras cerebrales responsables de estas respuestas son la ínsula y amígdala, cuyas neuronas comparten información con otras regiones encargadas de regular nuestra conducta, a estas áreas se les ha englobado en lo que se conoce como el cerebro social.
La empatía es un componente esencial de la experiencia emocional humana y de la habilidad para compartir nuestro estado afectivo con la gente cercana y con extraños. Nos permite predecir cómo se comportará o que sentimientos pueden estar experimentando, cuales pueden ser sus motivaciones y que acciones podrían realizar. Una herramienta esencial en esta materia es nuestra capacidad de expresión facial, ya que gracias a los gestos faciales podemos comunicarnos más allá de las palabras. Las acciones o mensajes de nuestras expresiones faciales ayudan a identificar la aceptación y puede ponernos en alerta en caso de que algo vaya mal. En algunas alteraciones como en el autismo, el trastorno antisocial de la personalidad y las demencias de tipo fronto-temporal, se pueden encontrar graves dificultades para el reconocimiento o la comunicación empática.
El cerebro social ha constituido una parte fundamental de nuestra evolución como especie y nos ha ayudado a ser lo que somos. El cerebro social nos ayuda, entre otras funciones, a reconocer gente familiar, evaluar si son de confianza y hacer inferencias acerca de sus ideas e intenciones. Esta habilidad para mantener relaciones sociales es crítica para la protección de nuestros seres cercanos, e incrementa nuestra sobrevivencia y desarrollo. Caso contrario, la soledad mata, nos genera gran dolor y agresividad. La falta de empatía y el aislamiento, produce la destrucción de nuestra sociedad y de nosotros mismos. Por naturaleza somos y debemos ser empáticos, la mayoría contamos con esa capacidad biológica y está en nosotros fomentar su desarrollo. Para crear sociedades de convivencia y protección es menester el fomentar la comunicación emocional e identificar a los que no cuentan con ella. El mejoramiento de nuestra sociedad encuentra sus bases en nuestro cerebro, pero alcanza su cometido en nuestras acciones diarias.
Todos tenemos la responsabilidad de hacer de nuestra sociedad algo mejor.