Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar.

Antonio Machado (1875 - 1939).

Dormir es una de las funciones vitales de los humanos y no dormir la suficiente cantidad de horas puede provocar enfermedades o llevarnos hasta la muerte. Aunque no prestamos mucha atención a la importancia del sueño, hay que considerar que pasamos alrededor de un tercio de nuestra vida durmiendo. No todos los animales que duermen requieren de las mismas horas de sueño, mientras que los ciervos o caballos duermen alrededor de dos horas al día, las zarigüeyas y los osos perezosos duermen cerca de 20. Los humanos requerimos, al igual que los monos y los cerdos, alrededor de 8 horas diarias. Pero ¿por qué destinamos tanto tiempo en dormir? Sin duda la respuesta es que el sueño nos mantiene saludables. El sueño cumple con una función de mantenimiento preventivo de las distintas células de nuestro cuerpo, incluyendo a las neuronas.

Dependiendo de las horas que dormimos y de la calidad de nuestro sueño, será el nivel de rendimiento físico durante el día y la estabilidad de nuestras respuestas emocionales. Cuando alguien no duerme adecuadamente de inmediato se presenta una sensación de cansancio, traducido en una disminución de la fuerza física, problemas en la concentración, así como la disminución en la coordinación motriz, lo que vuelve a las personas torpes, lentas y mal humoradas. Un sueño deficiente acarrea consecuencias negativas al no permitir que el cuerpo se recupere de todos los factores estresantes a los que nos vemos expuestos durante el día.

Las nuevas investigaciones científicas muestran cada vez más evidencia de la importancia del sueño. El sueño mantiene la homeostasis metabólica del cerebro. Es decir, la actividad del dormir ayuda a eliminar sustancias producto de la actividad de nuestro cerebro, que de no desecharse pueden causar un daño en las neuronas. Durante el sueño se moviliza más intensamente el líquido que rodea al cerebro (líquido cerebro espinal) para facilitar la eliminación de estas sustancias neurotóxicas.

Una de las funciones más conocidas del sueño es su importancia para la memoria. No dormir adecuadamente produce alteraciones en la memoria y, por el contrario, un sueño reparador ayuda a mejorarla. A pesar de que esta función es conocida, no se sabía con precisión cuál era el mecanismo que la generaba. Recientemente se ha demostrado que el sueño ayuda promover un cambio en la forma de las neuronas. Al igual que un árbol que cuenta con un tronco y ramas, las neuronas cuentan con una serie de ramificaciones llamadas dendritas, que son las responsables de intercambiar información; mientras más ramas dendríticas tiene una neurona, más información podrá intercambiar y viceversa. Muchas enfermedades que afectan a la memoria, al razonamiento o la concentración, tienen como característica una disminución en la cantidad de ramas dendríticas. En este sentido, el sueño promueve la formación de estas ramas, y, por lo tanto, mejora la consolidación de la memoria, almacena mejor los recuerdos y promueve las habilidades motoras.

La vida en las ciudades industrializadas puede influir de manera importante en las alteraciones del sueño, con factores como la aparición de la electricidad y con ello la iluminación artificial, hasta el trabajo en turnos nocturnos. Por ejemplo, entre el 8 y el 32% de los trabajadores que constantemente sufren de cambios de turno en el trabajo, desarrollarán trastornos como la privación del sueño (insomnio) o desajustes en su ciclo circadiano (horarios de sueño y de despertar). Esto puede producir a lo largo de los años riesgo para desarrollar hipertensión arterial, diabetes mellitus, alteraciones vasculares coronarias o alteraciones vasculares cerebrales. También se producirá una disminución importante de la actividad del sistema inmunológico. Recientemente se ha descrito que jóvenes que cursan con periodos prolongados de insomnio y pesadillas, podrían tener mayor riesgo de ideas suicidas. Al sueño se le debe considerar como un indicador de nuestro buen estado que impactará directamente en cómo nos sentiremos al día siguiente.

Por el contrario, muchas enfermedades pueden afectar el sueño o la calidad del sueño. Entre ellas principalmente encontramos a la apnea obstructiva del sueño, la depresión y la ansiedad. Sin embargo, factores como la edad, la personalidad, la interacción social, el estrés, o simplemente la cantidad de horas que pasamos en cama, pueden provocar alteraciones del sueño. Un punto muy importante para considerar, por paradójico que parezca, es que una preocupación excesiva por el sueño también puede alterar nuestro sueño. Personas con una preocupación excesiva sobre el sueño suelen utilizar dispositivos electrónicos para “monitorizar el sueño”, no obstante, cabe hacer mención que ninguno de ellos es efectivo y no brindan la información suficiente sobre la calidad de nuestro sueño.

En caso de padecer problemas del sueño, es necesario acudir con el médico especialista o a una clínica del sueño. Los especialistas en atender estos problemas son los médicos psiquiatras especialistas en sueño. Ante la presencia de alteraciones para dormir se recomienda: Establecer horarios fijos para acostarse y levantarse. Ante situaciones de falta de sueño no es recomendable permanecer en cama por mucho tiempo, si en 20 minutos no se duerme, hay que realizar una actividad monótona o relajante con la finalidad de inducir el sueño. Si nuevamente en 20 minutos no se duerme hay que repetir la actividad y tratar de intentar dormir nuevamente.

El sueño no es algo accesorio de nuestra vida es un pilar básico de nuestra salud, por lo que debemos cuidarlo y atenderlo con la mayor de las prioridades.