Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan?

William Shakespeare, Hamlet.

En los humanos existe un miedo natural por la muerte y se manifiesta por reacciones psicológicas, conductas especificas o expresiones sociales. La famosa celebración del día de muertos en México es un ejemplo de manifestación cultural ente la muerte. Sin embargo, de manera individual la percepción de la muerte es muy diferente. Para muchos pensar en la muerte puede provocar ansiedad o angustia, lo que nos obliga a la búsqueda de estrategias que nos ayuden a combatir ese estado. Podemos realizar acciones directas como hacer ejercicio o comer sanamente. Sin embargo, también podemos elaborar pensamientos o creencias que nos ayuden a tranquilizarnos. Por ejemplo, algunas civilizaciones han desarrollado creencias como la existencia de la vida después de la muerte o la posibilidad de la inmortalidad. El desarrollo de las ideas o pensamientos culturales sobre la muerte suele ir ligado a una fuerte identificación de símbolos, ritos o celebraciones.

A todo el sistema de creencias que los distintos pueblos generan ante la ansiedad producida por la muerte se le denomina por los expertos: la teoría de manejo del terror (TMT por sus siglas en ingles). En años recientes también se ha estudiado la forma en como nuestro cerebro reacciona ante la idea de la muerte. De primera instancia, palabras relacionadas con la muerte provocan sensaciones negativas y activan zonas específicas de la corteza cerebral como el cíngulo y la ínsula. La idea de la muerte y palabras relacionadas con la muerte, activan zonas ligadas a experiencias emocionales y a un estado de alerta. La activación de dichas regiones apoya la hipótesis psicológica de que las ideas, costumbres o creencias que se generan culturalmente para combatir la ansiedad que la muerte produce, podría tener una base neurobiológica.

Pensar en la muerte de inmediato activa mecanismos de sobrevivencia que tienen como objetivo cuidarnos. Estos mecanismos se han desarrollado de manera más compleja en los humanos gracias a nuestra capacidad de planeación a futuro y autoprotección. Nuestra preocupación por la muerte nos genera una copiosa necesidad por recopilar todo tipo de información relacionada con ella. En estos términos, todo mecanismo que nos ayude a mantenernos a salvo ante el peligro y nos permita perpetuar nuestra especie es importante.

Como podría intuirse, situaciones contrarias al auto cuidado o protección corresponde a una situación preocupante y podría incluso ser causa de atención médica urgente. Favorecer la muerte, contar con ideas de muerte o realizar acciones que nos pongan en peligro de muerte, no es un estado de sanidad y requiere de apoyo social, psicológico y psiquiátrico inmediato. Cuando una persona pierde el interés de vivir, cuando no encuentra motivadores para mantenerse con vida o cuando se realizan conductas que ponen en riesgo la vida, se debe de acudir con urgencia a un centro médico psiquiátrico. Es muy importante destacar que estas situaciones no corresponden “solo a ideas”, sino que están manifestando un verdadero estado de peligro. ¿Qué hacer cuando nos encontramos ante alguien con este tipo de ideas o conductas? Lo primero es tratar de apoyar en la medida de nuestras posibilidades, nunca dejar sola a la persona, no minimizar sus pensamientos y llevar al paciente con un médico psiquiatra para su valoración.

Por otro lado, la prevención natural de la muerte también implica la prevención de la muerte de nuestros semejantes. Esto no pertenece exclusivamente al terreno legal, moral, o de credo, también forma parte del funcionamiento de nuestro cerebro con áreas especificas destinadas al control de nuestra sobrevivencia. Mantenernos sanos para preservar la vida, promover el bienestar y la sobrevivencia de nuestros semejantes es la base fundamental de nuestra especie. Una sociedad debe de proveer todos los medios que ayuden al cuidado de su gente, debe de minimizar los riesgos de muerte y prevenir cualquier causa de peligro. La premisa siempre debe ser ayudar a cuidarnos y cuidar a los demás.