Francisco García Cabeza de Vaca levanta las manos en señal de triunfo en el patinadero del estadio de Cd. Victoria, erigiéndose como virtual gobernador del estado de Tamaulipas. Son alrededor de las veintitrés treinta horas y el lugar está atestado de banderas azules festejando un hecho histórico: la primera victoria de un partido político diferente del PRI en ochenta y seis años.

El estado se estrena en la alternancia. Las luces de las calles aledañas están apagadas, nadie circula, la ciudad está desolada salvo por el espacio tomado por sus simpatizantes para festejar: a esas horas han arrasado en todo el estado, los resultados preeliminares lo llevan por momentos a los catorce puntos de distancia de su competidor Baltazar Hinojosa del PRI.

Tamaulipas es un estado singular: acostumbrados al régimen priista han adoptado usos y costumbres propios de un imperio. La democracia es algo que sucede en otros lugares del mundo y del país, por lo tanto, algo ajeno, un tanto desconocido. Es además un estado con profundas heridas sociales y enormes problemas de seguridad y gobernabilidad. El futuro gobernador la tendrá todo menos fácil. La gente ha depositado sus esperanzas y deseos de cambio en él y a un estado con ese grado de fragilidad y desesperación más le valdría no defraudarlo.

Sucede que cuando todo es novedad, hay que aprender desde lo básico. “Soplan vientos de cambio” fue uno de los lemas de su campaña. Cambio que deberán asimilar no solamente el nuevo partido en el poder sino los ciudadanos del estado. Si la sociedad decide continuar con los arraigados hábitos de rendir pleitesía al gobernador en lugar de exigirle resultados las cosas no cambiarán mucho.

Existe una tradición en el estado: cada gobierno estrena una especie de “himno” que se entona cada vez que el gobernador aparece en un acto político o en un evento público. Los asistentes en su mayoría son empleados del gobierno del estado que son obligados a asistir bajo pase de lista y amenaza de ser sancionados si el evento se ve desairado. A la llegada del gobernador, se le aplaude a rabiar, se organizan porras, gritos, vítores al más rancio estilo de un mundo que tiende a desaparecer.

En Tamaulipas, hasta hoy, nadie se ha atrevido a exigirle al poder ejecutivo, cuentas ni resultados de su gestión. Una gran parte de la población se decanta por asumir el rol de cortesanos solícitos para recibir favores y prebendas del gobernante. El interés individual sobre el interés común, por años, por lustros, por décadas. Y ahí están los resultados: un estado fallido, entregado al crimen organizado, en donde los jóvenes y los niños aprenden que las vías para hacer dinero fácil son el narcotráfico y la política. Esa es la generación que estamos formando en Tamaulipas.

Francisco García Cabeza de Vaca, para ganar la credibilidad del pueblo tendrá que construir un equipo de trabajo que no arrastre lastras de sexenios anteriores, rodearse de expertos en cada área de la administración y cobrar las facturas que dejan quienes se han cansado de saquear al estado. Pero para que eso suceda, la sociedad tendrá que asumir su rol de vigilante, de participante activo en las decisiones, aprobación y censura de los actos de gobierno o nada dará los resultados esperados.

Tendrá, además que demostrar honorabilidad a toda prueba y pasar con honores la más difícil de todas: no caer en la tentación de ser el rey del imperio que le ofrecerá la misma sociedad que ahora lo ha elegido. Y ese será el reto más complicado de sortear. Y queda el tema más delicado: ¿cómo protegerá a una sociedad que se juega la vida a diario, cómo devolverá las calles, los centros deportivos, los espacios públicos, los centros de recreo, los parques a sus legítimos dueños? ¿Qué seguridad podrá darles a los empresarios de que nadie les cobrará derecho de piso, el doble impuesto por tener seguridad?

Gobernar Tamaulipas no es empresa fácil, es de hecho una tarea titánica. Pero Cabeza de Vaca ha peleado por ejercerla y nosotros tendremos los ojos muy abiertos y la atención puesta en cada paso que de. Si ha de haber un cambio, que lo haya en todos o nada funcionará.