Ante sus ojos se abrió una ventana, y supo que se trataba de una oportunidad única en la historia de México. Oyó la voz del país que llamaba desesperadamente. Clamaba por la inteligencia, por la creatividad y la honestidad, para realizar un maravilloso viaje colectivo a la mexicanidad, esa virtud esencial de los mexicanos. Porque México es un país de buenos, si bien desorganizados, y con algunos malos, pocos, eso sí, pero bien pertrechados. Por eso la ciudadanía comprometida habría de reunirse en torno a un buen presidente, como una grande y bien avenida familia, para avanzar por la senda de la virtud hacia la meta de un país ejemplar, de transparencia, honestidad y pulcritud. Los conceptos, con licencias sintácticas, son de Pedro Ferriz, un hombre con una misión, un activista cuya “labor es la de inspirar”. Bajo su amparo propone en las redes “juntos recuperar México” con la iniciativa “juntospor.mx.” como parte de su postulación para la presidencia de la república.
¿Nos está dando Pedro Ferriz motivo para echar cohetes o para deprimirnos? ¿Son estas piadosas visiones la verdadera contraimagen del país? ¿Lo hemos poseído alguna vez tanto como para ahora tener que recuperarlo? ¿Será la presidencia del país un foro de conciliación? ¿Hemos llegado al punto de que tenga que llegar Pedro Ferriz a arreglar esto?
Pedro Ferriz, otrora eminente periodista, cultiva un estilo personal como antisistema. Cuestión de elegancia. Su “activismo” ha sido siempre individual, lo ha ejercido en su profesión como crítico de los poderes, aunque no de todos, y nunca se integró en plataforma alguna. No obstante, se considera “un hombre de la sociedad”, si bien el tenor de sus manifestaciones apunta más bien al tipo de quienes no se ven si no es en la cúspide de sí mismos. Afirma tener autoridad para pedir lo que pide -a fin de cuentas, la presidencia-, porque no le ha robado a nadie, porque vive de su trabajo. Algo, por cierto, que la inmensa mayoría de los mexicanos hacen todos los días sin ponerse medallas ni recordárselo a nadie. Según estos indicios, Ferriz sería el candidato de la decencia. Tanto es así, que ahora, asociada a su postulación, promueve una iniciativa en las redes para perseguir la corrupción y se compromete a reclutar un ejército de abogados para darle curso a las denuncias. No hay por qué dudar de sus intenciones; todas las ideas son respetables, como decía Cantinflas, sean “ideítas” o “ideotas”. En México, la rebeldía es obligación, como necesidad la indignación. Lo que importa es el modo de canalizar esos impulsos: si pasa por depurar las instituciones, blindarlas y someterlas a permanente escrutinio, o más bien hacerles el trabajo, que es lo que Ferriz, impávido ante el riesgo de ridículo, propone en virtud de su autoconferido mandato. ¿Atenderá personalmente el precandidato el previsible aluvión de llamadas y mensajes? ¿Montará una central con otro ejército de voluntarios para darles seguimiento a las denuncias, que sin duda llegarán a millones? No no no…Y es que en su ardor cívico Pedro Ferriz olvida que en este país hasta los muertitos se mueren de la risa.
En México hay un considerable movimiento opositor a la partitocracia. Entre otros ciudadanos, Pedro Ferriz, ha llegado a la convicción de que la mejor forma de hacer política es prescindir de los partidos políticos, es decir, de los políticos, para que la política no sea lo que es, sino otra cosa. Empoderar a los ciudadanos. Así dicen quienes como él, se sienten legitimados a tanto. Si bien es cierto que los partidos en México resultan ser bastante odiosos, tampoco resulta tan claro si ellos mismos son el problema, o más bien síntoma del problema.
Gracias a su visibilidad, Ferriz de Con puede alcanzar con sus argumentos a un segmento urbano de clase media descontento con la situación y deseoso de castigar al estamento político. Habla de un nuevo sistema del que aún se desconocen los detalles. Sería deseable que no fueran todos de índole emocional. Su visión de la alternativa al sistema partidista, es una coalición de independientes, con políticos o expoliticos entre ellos, en la que maneja nombres como Jorge Castañeda, Margarita Zavala (si al final no lograra llegar por el PAN), Emilio Álvarez Ycaza, Juan Ramón de la Fuente y Denise Dresser. Todos, unos más que otros, han sentido el llamado. En la visión de Ferriz deberían alinearse para elegir de entre ellos al más fuerte, de modo “que haya una opción que pueda llevar a un candidato independiente a la presidencia en México”. Eso para empezar, el resto ya se vería. Solo en una sociedad disfuncional como la nuestra cabe entender la feria de visionarios y aspirantes a la pomposa silla del águila. En cualquier caso, el postulante Ferriz lo tiene claro.