Como dicen en el rancho, la mazorca se desgrana en el PAN en Nuevo León y cada día van quedando menos albiazules…
Todo por la chiflazón de manejar el partido como si fuera un club campestre o mejor dicho, “El Club de Toby” en el que no hay afiliados, sino socios, de varias calañas, pero socios.
Los dueños del negocio, todo el mundo lo sabe, se llaman Zeferino Salgado Almaguer, quien va por enésima ocasión por la alcaldía de San Nicolás de los Garza, y si no, se la dejará su hermano, Pedro, quien también ya fue alcalde.
El otro propietario es el oscuro Raúl Gracia, aficionado a la tenebra y a los negocios por debajo de la mesa… y de las sábanas.
Sin la voluntad de esos dos, en el árbol panista en Nuevo León no se mueve una sola hoja.
Es por eso que ha faltado la figura que reviva al PAN en el estado, después de que fue vapuleado en las elecciones del 2015 y del 2018.
A lo mejor mis amigos panistas, (que los tengo) se van a enojar conmigo, pero la revolcada que les dieron en las pasadas contiendas electorales hablan por sí solas.
Ahora andan (con todo respeto lo digo) queriendo revivir a un muerto, como Felipe de Jesús Cantú quien lleva dos derrotas al hilo… y todo porque en el fondo de su corazón no aceptan y no les cae bien Víctor Fuentes, como para que los represente en la búsqueda de rescatar la silla de la gubernatura.
Ahora hay quien dirá que si el encabezado de este texto lo saqué una de esas películas de comedia norteamericana setentera, pero no es así. La pregunta la hago yo y muchos de los que nos dedicamos a mirar la vida política en Nuevo León para saber dónde quedó Fernando Larrazabal Bretón, quien en el 2009 pudo haber sido gobernador por el PAN, solo que la mano negra de Felipe Calderón se equivocó, seguramente al maniobrar una copa, y mandó al “Señor Burns”, o sea Fernando Elizondo Barragán y ya saben la historia.
Fue tanto el desgaste de Elizondo, que terminó abandonando el partido y se fue a chambear de segundón con Jaime “El Bronco” Rodríguez Calderón… Pero esa es otra historia.
Los miembros de los medios realmente en muchas ocasiones en base a investigaciones saben poner el dedo en la yaga, e incluso son tan tercos que hasta no culminar un trabajo llevando a un personaje tras las rejas cuando hay los elementos precisos junto con un sistema de justicia oportuno.
Pero también hay ocasiones que hay miembro de los medios que por simple capricho les cae mal un político y se lanzan a la yugular de alguien sin razón, lo calumnian y hasta quieren verlo colgado del poste más alto de la Macroplaza.
Me parece que en Nuevo León, al menos, es el momento en que ocupamos políticos de sangre fría, que sepan soportar todo tipo de presiones, y más cuando saben que no hay razón en los ataques o cuando analizan una campaña difamatoria en su contra.
Lo curioso es que aquí en Nuevo León sufrimos un medio impreso cuyos dueños se sienten los máximos rectores del periodismo y la moral y tal vez antes del año 2000 tenían otra imagen y otra credibilidad, pero a partir de este nuevo siglo ya no tienen ni el 30 por ciento de ese prestigio que tanto presumían.
Aun y así, los de El Norte (papá de Reforma) lanzan campañas con intereses sin despistar en lo absoluto, por lo cual la gente además de que ya no compra su producto, menos se deja intimidar por sus supuestas noticas no solo amarillistas sino tendenciosas.
Ahora que Larrazabal Bretón no ha sido ni es santo de mi devoción, pero lo conozco desde principios de este siglo y no puedo decir menos que fue de los mejores alcaldes que tuvo San Nicolás de los Garza y Monterrey, ya que en los dos casos supo sostener una ciudad limpia, con proyección, ordenada en sus vialidades, con buena seguridad municipal y otras cosas.
La mala suerte le tocó a Larrazabal no solamente por ser alcalde de Monterrey en el período más negro del crimen organizado, cuando unos delincuentes le prendieron fuego al Casino Royale en el 2011, sino por la estupidez de su hermano Jonás, quien fue captado recibiendo un moche.
Ciertamente su hermano “El de los quesos”, como se le apodó, fue un golpe duro, pero no debía ser mortal para que siguiera con su carrera. Pudo haber hecho ajustes como todo mundo, pero decidió mejor quedarse quieto y a la sombra.
Otros personajes en Nuevo León han sufrido suerte parecida a la de Larrazabal, ahì tienen ustedes a Miguel Angel García, Jesús María Elizondo, Felipe Enriquez, Adalberto Madero, Dionisio Herrera, el mismo Felipe de Jesús Cantú, y tantos otros, que aun y cuando han tenido momentos de ataques orquestados, siempre salen con la cara en alto y luchan por un espacio en la política.
Pero a Larrazabal parece que el miedo a los ataques de El Norte lo metió debajo de la tierra y decidió quedarse encerrado para siempre, a pesar de que apenas tiene 56 años de edad y en estos momentos sin duda podía será una buena carta albiazul y no andar mendigando alguna cara fuera de sus tierras.
Hay que quitarse el sombrero y felicitar a todos los políticos que entienden lo difícil de esta profesión y que encaran cada momento con su presencia, que no se meten como los avestruces con su cabeza debajo de la tierra.
Y alguien debería decirle a Larry, como lo conocen sus gentes, que ya es hora de volver al ruedo, porque gente como él escasean en el PAN y en Nuevo León… Antes que el partido quede solamente como un recuerdo, una anécdota…