Yo voté por AMLO para Presidente. Lo hice cada vez que se lanzó como candidato presidencial. No me arrepiento. El PRI ya no daba de sí y el PAN lucía desfondado, todo dado al catre. AMLO era la opción moral. Ahora bien, no siempre coinciden las opciones morales con las opciones eficientes. Es cierto que las escaleras se limpian de arriba a abajo, pero también hay que saber de qué lado agarrar la escoba, sobre todo si está muy traqueteada. Dicho truco no lo saben ni los neófitos ni los cansados. Con el tiempo las escobas se pandean.
Pues bueno, muchas veces, cuando barre la escalera de la patria, AMLO agarra su vieja escoba por el lado equivocado. O sea, por el lado pando. Y así nada más levanta polvo. Lo esparce en remolinos aéreos en vez de juntarlo para el recogedor. Es entonces cuando yo saco mi bolígrafo (porque yo escribo a la antigüita, a mano, y luego transcribo en la computadora), y suelto mi veneno crítico. Palabra que mi veneno lo echo sobre el error, no me gusta pasar por alto ningunmetida de pata. AMLO, como persona, me sigue cayendo bien. Aunque su escoba para hacer política esté más vieja que mi bolígrafo para escribir artículos.
Sin embargo, en contra de AMLO, hay una bola de energúmenos. Cuando más queremos algunos críticos analizar los hechos con cierta imparcialidad, y exigir al gobierno un plan de rescate económico, se aparecen estos energúmenos con un taladro, en vez de escoba, y nos dicen a todos que así se limpian las escaleras. A dos o tres de estos trogloditas, Enrique Krauze ya los santificó en vida. Los llama héroes históricos. Y se supone que los demás debemos aplaudirle. Yo no lo voy a hacer. Primero, porque no voy a contribuir a tumbar a un presidente sin elecciones de por medio. Segundo, porque soy periodista, no conspirador.
Para acabar pronto, mi apoyo a López Obrador es condicionado. Yo estoy con él (con la 4T no, porque es fecha que no se cómo se come o de qué se trata). Mañana puedo cambiar de parecer, no por culpa mía, sino por culpa suya; porque no se diseñó un plan de rescate económico, por ejemplo. O porque la brújula de AMLO ya no marcó el Norte. Pero la figura presidencial, como titular de un poder democráticamente constituido, debe mantenerse. Y cada quién a lo suyo, los periodistas a analizar, los gobernantes a gobernar y la señora del mercado a vender sus frutas y verduras.