Debe Axan cortarse el cabello o no para poder volver a la escuela y tener derecho a la educación, es el dilema.
Aunque ya hemos informado el avance del caso y explicamos por qué se debe respetar la libertad de apariencia del niño, llama la atención que miles de personas siguen convencidas de que la madre está haciendo berrinche y que debe enseñar a su hijo a respetar las "reglas", a tal grado, que puede decirse que las opiniones están divididas un 50 y 50 por ciento.
Sin embargo, ¿realmente es un capricho de la mujer o será que la señora conoce los derechos de su hijo y está dispuesta a hacerlos respetar? ¿Qué reglas son las que Axan y su madre no están respetando? ¿Cuál es el grave delito que cometió el menor? ¿Por qué lo están tratando como si fuera un "delincuente" o un rebelde? Tanto así, que ya existe una petición en change.org para que el menor se corte el cabello en cumplimiento de las reglas y disciplinas de su escuela.
Al respecto, Estefanía Vela Barba, quien se dedica a la docencia y a la investigación sobre la relación entre el derecho y la sexualidad, escribió en El Universal un artículo donde cuestiona las reglas escolares que hemos aceptado como válidas cuando, constitucionalmente hablando, en realidad no lo son.
Básicamente, la mitad de los internautas piensa que, indiscutiblemente, las reglas están para respetarse. El problema es ¿cuáles reglas? De acuerdo con Vela Barba, la respuesta a esta pregunta también es incontrovertible: las de la Constitución, los tratados internacionales y las leyes que rigen a la educación. El reglamento escolar tiene que adaptarse a estas normas, no al revés.
Todos sabemos que las escuelas privadas no están exentas de cumplir con la Constitución, misma que es muy clara en el artículo tercero: "En el caso de la educación preescolar, primaria, secundaria y normal, los particulares deberán impartir la educación con apego a los mismos fines y criterios". Así, los menores cuentan con el derecho a que las decisiones que los impactan sean tomadas con su interés superior en mente.
La Ley General de Educación es aún más específica en su artículo 8: "La educación... que los particulares impartan... luchará contra la... formación de estereotipos, la discriminación y la violencia". En este caso específico, la Ley de Educación para el estado de Sonora reitera, en su artículo 13, que la educación privada debe apegarse a la Constitución y a la Ley General de Educación.
Como escribe Estefanía, esto es un punto irrelevante en el caso que ni siquiera debe mencionarse, pues los derechos humanos no dependen de, ni se pierden con, un "contrato entre particulares". Y, la lectura nos brinda un claro ejemplo:
"Para el caso de la esclavitud: por más que dos personas pacten vender su alma, este pacto es constitucionalmente inválido. Lo mismo pasa en el contexto laboral: en un contrato no se pueden anular los derechos de una trabajadora, por más que se convenga sobre ello. Así también en el ámbito escolar: los niños y niñas no pierden sus derechos al ingresar a una escuela. Si la escuela viola la normatividad aplicable, la viola; que algo forma parte de sus 'reglas internas' no es una excusa para sostener lo contrario".
La respuesta también es sencilla: no. Al establecer reglas sobre cómo deben los niños (y no las niñas) llevar el cabello, no se apega al marco constitucional, pues, La Constitución, en su artículo 1, establece que "queda prohibida toda discriminación motivada por el género", un mandato que, como ya reconoció la misma Suprema Corte de Justicia, aplica tanto para las autoridades, como para los particulares.
Entonces, con base en las premisas, el reglamento de la escuela IMARC viola el derecho de su Axan a no ser discriminado por la visión estereotípica del género que tiene la institución (que cree que los niños y las niñas deben llevar el pelo de manera distinta). Y, hay que decirlo también, viola su libertad de apariencia.
Sin embargo, la oposición también argumenta que "¡Una madre que le hace caso a su hijo de 4 años! ¿Qué sigue?" "¿Mañana le va a permitir no ir a la escuela porque atenta contra su libertad?" "¿Mañana lo va a dejar delinquir porque es lo que le gusta?" ¿Si ya no quiere usar ropa porque le da calor, lo va a mandar desnudo a la escuela?"
Según la autora del texto, este tipo de ideas en realidad son falacias. La lógica de los usuarios hacen creer que la madre, en este caso, está proponiendo un mundo sin reglas y que es sólo el capricho del niño lo que motiva su decisión.
"Esta manera de pensar es engañosa. La madre no está proponiendo un mundo sin reglas; está proponiendo un mundo con reglas apegadas al marco de los derechos humanos", dice Vela Barba.
Conforme a esta lógica, la madre no podría aceptar que mañana su hijo no vaya a la escuela porque esto viola su derecho a la educación. Por otra parte, y siguiendo con la misma línea, muchas cosas que creemos que "se valen" (como tratar de manera distinta a niños y niñas vulnerando derechos tan importantes como el que tienen a la educación", en realidad no se valen.
Regresando con lo que muchos piensan: "si no le enseñamos obediencia al niño, ¿qué nos espera?" El punto aquí es qué tipo de obediencia... Veánlo de esta manera, si le enseñamos que la Constitución no se respeta, ¿qué nos espera? Si le enseñamos que los derechos humanos sólo son de papel, ¿qué nos espera? Si le enseñamos que los particulares están por encima de la ley, ¿qué nos espera?
Como dice Barba, en los pequeños ejemplos como el caso Axan se muestra qué tan poco en serio nos tomamos a los derechos humanos cuando seguimos creyendo que "las reglas" son lo que dicta una escuela que prefiere privarnos de nuestra educación, a revisar su concepción estereotípica e inconstitucional del género.
Extendemos la invitación a leer el artículo completo de Estefanía aquí.