En medio de la nada, una camioneta repleta de migrantes se descompone haciendo que el pollero solo apunte hacia el norte y les desee buena suerte a los 14 ilegales. Afortunadamente, Moisés, uno del grupo, ya ha hecho antes la travesía y los guiará, pero la suerte los abandona cuando intentan ser asesinados uno por uno a manos de un vigilante extremista americano y su perro llamado Traker.  

Casi como una película tipo b americana, llega esta historia a manos de Jonás Cuarón,  con una moral monocromática y sin mucho que profundizar. El director, más que buscar un discurso migratorio sólido, se concentra en mostrar un escenario al extremo. 

Gael García Bernal da vida a Moisés, el migrante líder de la flota en peligro. Casi sin profundizar en el personaje nos lanzan en esta carrera por supervivencia. Él hace un buen trabajo y nos conecta de inmediato con las acciones que está viviendo. El cazador ultraviolento (simplemente llamado Sam), encarnado por Jeffrey Dean Morgan, llega sin nada detrás pero con mucha sed de sangre. No se puede agregar más al respecto.

Desierto es el equivalente a fallar penales en un mundial,  donde quedan nuelas las esperanzas de un mensaje que exponga aún más las cicatrices de un pueblo en busca de una vida mejor. Queda como una cinta de suspenso con tomas largas y, por supuesto, de alta tensión. 

Debe ser vista por gente gustosa del género más que por buscar opiniones acerca de un problema migratorio severo.