En México hay 4 grupos de rock que son venerados por casi todo mundo: Los Beatles, The Rolling Stones, Queen y The Doors; destacan sobretodo estos últimos porque a pesar de no tener una carrera tan extensa (apenas 5 discos con la alineación original), han llegado a varias generaciones y a todos los estratos sociales; uno puede ir a una fiesta "rockera" o tomar el transporte público, con una alta probabilidad de escuchar alguna de las melodías de Morrison y compañía.
Por ello no es de sorprender que se estrene en salas de cine "The Doors: Live at the Bowl 68", la grabación oficial del concierto que dio la mítica banda en el Hollywood Bowl en 1968. También como una continuación de la serie de conciertos en cine que se presentan año con año en el país. Si bien la construcción del documento es impecable, el concierto en sí mismo tiene un problema de ritmo que bien podría desagradar a todas aquellas personas que no sean muy adeptas al "Rey Lagarto".
Esto lo decimos porque la selección de canciones es un tanto obscura para cualquiera que no esté adentrado en la obra del grupo; es cierto que suenan Light my Fire y Hello, I Love You, sin embargo, en su mayoría se tratan de obras de sus primeros dos álbumes, lo cuales erroneamente han quedado relegados en favor de obras como L. A. Woman.
No sólo eso, se debe de tomar en cuenta que estamos hablando de un concierto muy íntimo, sin parafernalia visual ni espectáculo alguno fuera de la misma música y Jim Morrison bailando ocasionalmente; quien esté acostumbrado a los conciertos masivos actuales, el despliegue creativo de Pink Floyd, el virtuosismo de Black Sabbath y Led Zeppelin, o la excesiva pirotecnia de los grupos de metal; podría sentir al material no sólo ajeno, también aburrido.
¿Entonces la obra es desechable? En absoluto, menos si se va al cine a apreciarla, esto gracias a que está pensada para salas Dolby Atmos, lo que le confiere una potencia al sonido pocas veces vista. La voz de Morrison, el teclado de Manzarek, las cuerdas de Krieger y las percusiones de Densmore, se escuchan y sientes como si uno estuviera en el propio concierto en 1968; no sólo eso, incluso podemos escuchar al público asistente de esa época.
Está demás decir que la ecualización y conversión al formato está bien ejecutada, potenciando la ya de por sí excelente ejecución de los artistas en pantalla. Algo que es de agradecer porque, más allá de lo visual, lo que vale la pena de este tipo de obras es el sonido como tal.
The Doors: Live at the Bowl 68 no es una pieza accesible para todos, como lo fueran otros conciertos cinematográficos presentados en salas de México, vease el The Wall de Roger Waters, The End de Sabbath o Fligh 666 de Iron Maiden. No obstante, es un documento indispensable para todo aquél que se diga fan del rock en general, y claro, de los miles de fans de The Doors en el país.
La película se exhibirá en salas de la cadena Cinemex a partir del 19 de diciembre.