México.- Pese a sus 71 años y el reconocimiento mundial como uno de los más grandes guitarristas que ha pisado el planeta, para Carlos Santana sigue siendo de vital importancia lo que su público sienta con su música. Lo que su eterna novia, la guitarra, provoque en quienes abran sus sentidos para recibir las enseñanzas que ambos necesitan transmitir.
Pese a los luminosos laureles que bien podría presumir a cada paso que da, el influyente músico oriundo de Autlán de Navarro, Jalisco, se permitió camuflarse entre las sombras para observar la reacción de un pequeño y selecto grupo de seguidores que tuvieron el privilegio de oír, antes que muchos, su último disco de estudio: Africa Speaks.
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Luego de 7 tracks por medio de los que Santana en sus propias palabras, hace “una ofrenda de amor” a la música que lo influyó desde sus más tempranos acordes, Carlos, el mortal, aparece frente al pequeño auditorio de Universal Music.
Sin ninguna pretensión, agradece a quienes sin notar su presencia aplaudieron cada canción de su vigésimo quinta producción.
Por medio de un breve discurso en español aderezado con algunas palabras en inglés -tal vez olvidó cómo decirlo en su lengua materna- apunta que a sus 71 años decidió hacer un disco para “curar la enfermedad del miedo, la enfermedad de la superioridad y las falsas ilusiones”.
Música para construir armonía, no muros
Unas cuantas horas antes de la íntima presentación de su último disco, Santana y su banda ofrecieron un concierto ante miles de personas en el escenario del Vive Latino. Poco importa el tamaño del entarimado o la cantidad de oídos que se abren para escuchar lo que tiene que decir ya sea con su guitarra o con su voz. En ambos actos, Santana tiende un lazo que lo conecta de forma inmediata con la gente.
Y esa, confiesa, es justamente la intención de Africa Speaks.
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Para poder “conectar con los corazones de la gente”, explica el intérprete de clásicos como Black Magic Woman, echó mano los sonidos que desde su perspectiva, tienen la capacidad de hermanar a cualquiera sin importar el estrato social del que provengan.
El curandero que alguna vez tocó en Woodstock
Durante una sesión de preguntas hechas por sus mismos seguidores, Carlos Santana develó algunas de sus más íntimas pulsiones; reveló uno que otro deseo que le resta por cumplir y dio unas cuantas recomendaciones.
Diversos cuestionamientos orillaron al guitarrista a confesar quiénes son los músicos que admira; quienes lo influenciaron en su estilo o con quiénes le hubiera gustado o le gustaría hacer mancuerna.
En su lista, aparecen nombres de icónicos intérpretes de jazz: “el perseguidor” Charlie Parker, el salvaje Miles Davis y por supuesto “el santo” John Coltrane: Tampoco deja de lado la conocida por muchos influencia del tijuanense, Javier Bátiz, BB King y Aretha Franklin.
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Además, rememora que durante su infancia sufrió de abuso sexual, lo cual lo colocó en una posición de víctima, sin embargo entendió que mediante el odio no lograría sanar su espíritu, razón por la cual buscó la manera de “transformar el miedo y la oscuridad”.
Desde el escenario, las palabras de Santana que en diferentes momentos alude a la luz que Dios trae en su vida, se asemejan a las de un pastor que pretende traer paz a quienes oyen su sermón o tal vez como él mismo cita, a un curandero que trae el bienestar por medio de la naturaleza.
Y recuerda que en su juventud, durante los años en los que el nombre de Santana se hermanó de forma inmediata con la guitarra, era un asiduo consumidor de estupefacientes.
Incluso, rememora, durante su icónica presentación en el ya mítico festival de Woodstock, se encontraba bajo los efectos de diferentes sustancias.
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El hecho, comparte, lo acercó por primera vez a Dios, pues temeroso de no poder ejecutar su instrumento como debía, le pidió encontrar la forma de estar afinado y en tiempo, para lo cual ofreció a cambio, "nunca volverlo a hacer".
Sin embargo no demoniza su experiencia ni el consumo de las drogas, siempre y cuando, resalta e insiste en diversas ocasiones, se haga bajo supervisión.