El caso el albergue "La Gran Familia" colocó en la mira la responsabilidad del gobierno federal con respecto a la protección y cuidado de los infantes en situación de calle, pobreza extrema o abandono; de las revelaciones periodísticas, las opiniones se polarizaron tras descubrir con horror las condiciones de vida de los niños que habitaban en el lugar.

León Krauze entrevistó a Rosa Verduzco con la intención de conocer su opinión sobre los acontecimientos recientes, así como su misión y visión acerca del albergue que fundó hace más de 50 años; Enrique Krauze describió en diciembre de 2000 al albergue de Mamá Rosa como un lugar agradable.

Algunos pretenden explicar las condiciones de insalubridad en las que transcurría la vida en el albergue, por la senectud de su fundadora, sin embargo, con algunas de sus respuestas "Mamá Rosa" deja entrever que no carece de lucidez.

Rosa del Carmen Verduzco tuvo una idea cuando tenía 13 años: fundar un hogar para los niños de la calle; desde los 8 años mostró interés por esta población y como presidenta de la congregación  Elección de María cumplió con apostolados que involucraban a estos chicos.

Rosa pudo cumplir su sueño de adquirir un espacio propio para los menores que ella adoptaba, cuando le prestaron una casa que se ubicaba a una cuadra de la de sus padres y donde subsistían con base en donaciones de comida y gas, así como de la venta de gelatinas.

Eventualmente crecieron y su madre le prestó otra casa, donde se albergaba hasta a 100 personas. En 1961, su madre y parientes adinerados le proporcionaron dinero para adquirir un terreno; en 1963 la educación proporcionada ahí fue incorporada a la Secretaría de Educación Pública y pudieron extender certificados.

De acuerdo con Rosa Verduzco, ella habita otro mundo, "el mundo de los desposeídos", de parte de los cuales se encuentra.

Mamá Rosa también indica que su relación con el gobierno ha sido buena: la SEP pagaba los maestros, el Seguro Social otorgaba la salud, incluso disponían se su propio consultorio dental con pasante incluido.

Al preguntarle sobre el recuerdo de su experiencia del operativo efectuado la semana pasada, informa que "llegó una persona, se plantó frente a mí, me dijo que era de la policía de la república", cuando volteó se percató de la presencia de 135 personas adentro de la casa, muchos de los cuales estaban armados, tras lo cual quedó retenida.

La composición de la familia ha cambiado, los niños no son huérfanos, ni venden periódico o gelatina, asegura Rosa, más bien los "hijos" son menores con problemas de conducta. 

"Rosa, se ha dicho que su disciplina era muy severa", menciona Krauze "yo soy dura en la vida, sin disciplina no hay nada", contesta Verduzco.

A pregunta expresa de si parte de la "disciplina" incluía los golpes a menores, Rosa admite sin tapujos que brindaba cachetadas y golpes en el rostro, sobre la intensidad ella no especifica.

De acuerdo con Verduzco, los golpes son "parte importante de una línea afectiva", incluso se justifica "si no pegas no quieres, no porque los corrigiera los iba a dañar".

Verduzco también admite que proporcionaba comida caduca, justificando su acción con el argumento de los "dos mundos diferentes" y se pone a si misma como ejemplo, comiendo así desde hace 80 años y sana, afirma.

El problema no sólo era la comida, la casa tenía chinches y ratas, pero Mamá Rosa desvirtúa la realidad, es poco cosa, porque "una persona que luce una bolsa Cartier le va a parecer que mi falda es corriente".

Los niños recolectaban, de acuerdo con Rosa, lo que la gente les brindaba y podían adquirir en el albergue productos a través de los vales "paletones, malvaviscos o hasta jabón", que ganaban por su buena conducta o la limpieza de su área.

"¿Y por qué no los dejaban salir con toda libertad?", pregunta Krauze, "porque son muy proclives a la droga y a todas esas cosas", admite Mamá Rosa, quien se negaba a entregar los hijos a las madres biológicas, bajo el argumento de que "es más madre la que cría que la que engendra", además de que según ella, también eran sus hijos y debía esperarse hasta que el convenio culminara; sin embargo, aunque el menor hubiera pedido ser liberado, no lo hubieran dejado, por el dichoso "convenio", el cual tenía que ser dirimido en última instancias en un juzgado, lo cual en la realidad no ocurrió.

De acuerdo con Verduzco, los contratos notariales se efectuaban a tutela de la casa, mediante inscripción y cuoatas de recuperación que iban de los 3 a los 100 pesos mensuales, además de presentar su credencial de elector, los papeles del niño y cartilla de vacunación.

Pero, ¿por qué ceder la tutela bajo contrato notariado? "porque este no es un internado ni una guardería (...) somos una familia", de hecho, si los padres pretendían llevarse al menor, la petición debía hacerse por escrito, ser considera y cubrir los gastos del menor dentro de la institución, los cuales de acuerdo con Rosa Verduzco, no excedían los 20 ó 30 pesos por día, dinero que se ingresaba a la institución.

Rosa del Carmen evade las respuestas concretas, divaga y lo adjudica a su senectud "mis fuerzas menguaron y hubo cosas que no pude vigilar", sin embargo, esta mujer que admite ser férreamente disciplinada, se excusa bajo el argumento de los malentendidos y se ampara en una visión del mundo que no explica, la catástrofe y abuso que los testimonios confirman, una vez más esgrime el argumento de los desposeídos, "un mundo muy duro, naciste sin derecho a la salud, a la educación y te vas a morir sin él", declaraciones que no parecen provenir de un corazón sensible.

"¿Se arrepiente de algo?" pregunta León Krauze, la respuesta de Mamá Rosa es sensiblera y poco realista: "Todos nos arrepentimos de algo. Por ejemplo si yo les fallé con omisión de cuidados a los niños no sólo me arrepiento sino que me duele. Y les digo: perdónenme".

¿Es este episodio sólo un asunto moral o judicial, además?

Con información de El Universal