La banda toca en la sala de una casa a un ataúd gris, la escena se observa en un pequeño video que Rosa sube a su estado de WhatsApp. Es la despedida de Pablo, uno de los 53 migrantes que murió en el trailer de San Antonio, Texas.
Los videos que sube su hermana Rosa reconstruyen la forma en que le dicen adiós a Pablo: con ánimos, con porras, con gritos, con canciones, tal como él quería.
“Todos te recibieron con amor”, pone Rosa, mientras muestra la forma en que su hermano llega a su natal Tlapacoyan, Veracruz, dos semanas después de su muerte en Estados Unidos.
El video registra las motos que conformarían la caravana que más tarde se armaría para llevarlo al panteón a dar el último adiós a Pablo.
Despiden a Pablo por segunda vez; la primera, la de la migración, no fue rara en Tlapacoyan, Veracruz
“Pablo, Pablo” gritan a coro los amigos del joven de 19 años, que muy jóvenes le dicen adiós por segunda vez y esta vez para siempre. Ya se habían despedido una vez, cuando les dijo que se iba a Estados Unidos para lograr sus metas: pagar el parto de su hijo, liquidar las deudas que adquirió para irse, tener una casa y un carro.
Pero esa primera despedida no era rara. La realizan de manera frecuente en en Tlapacoyan, Veracruz. Muchas personas conocidas de Pablo ya se han ido antes y muchas se irán después de su muerte.
De hecho la mamá de Pablo no puede regresar a Tlapacoyan a despedirse de él porque es una de esas tantas migrantes que han cruzado la frontera de manera ilegal para establecerse en Estados Unidos y si vuelve, tiene riesgo de no poder regresar a donde tiene su vida y sus otros cinco hijos.
La cantidad de mexicanos que son regresados de Estados Unidos siempre es alta. En 2022 ya van 112 mil 298 y eso que apenas es la mitad.
En 2021 fueron 160 mil 689, de acuerdo con el boletín estadístico de repatriación de las y los mexicanos desde Estados Unidos del Instituto Nacional de Migración.
Pero Pablo no regresó como ellos. Él lo hizo en un ataúd gris marcado con su nombre y el pueblo de donde partió. A él lo tuvieron que llevar a su casa y de ahí al panteón donde lo dejaron acompañado de un cúmulo de flores que su familia y amistades llevaron.
Cobran cuota para el permiso de trabajo en Estados Unidos, por eso Pablo y otros más optan por la vía ilegal
Quizá si Pablo se hubiera ido como muchos otros que lo hacen con una feria, donde el representante les cobra una cuota para tramitarles el permiso de trabajo. Pero la demanda ahí es muy alta, muchos se quieren ir pues es seguro estar unos meses y volver.
Por eso es que muchos, como Pablo, optan por otro métodos para cruzar la frontera, legales o ilegales. Muchos de Tlapacoyan y de tantos otros pueblos de Veracruz, como todos con los que él se encontró en su travesía durante un mes de estancias en casas de seguridad en los que siempre les cambiaban de compañeros.
Junto con Pablo regresó su tío en un doble luto para la familia, aunque a él se lo llevaron a Misantla. Era la segunda vez que volvía de Estados Unidos. La primera deportado en la época de Donald Trump y ahora muerto. De no ser así, estaba seguro que lo seguiría intentando, su idea era establecerse allá de por vida.
“Mi última caravana la quiero disfrutar como si estuviera vivo con amigos y familiares”, suena en el video grabado mientras el cortejo fúnebre de Pablo entraba al panteón de Tlapacoyan.
Unos minutos antes el sonido era apagado por los aceleradores y claxon de las motos que tanto le gustaban a Pablo y que eran conducidas por sus amigos, como él lo pidió.