Siempre vas a encontrar gente que te critique hasta por cómo respiras. Todos cometemos errores, todos sufrimos la envidia de otros. Y, por lo tanto, es normal que tarde o temprano recibamos fuertes críticas, incluso por parte de aquellos que más confían en nosotros.
Lo más importante de todo es que hay una gran diferencia entre hundirse y salir a flote. Quienes optan por fracasar, suelen ser débiles a las críticas que reciben debido a que dañan su autoestima, lo que provoca que dejen de afrontar muchos retos por temor a sentirse expuestos. Por otro lado, si aprendemos a escuchar lo que otros opinan de nosotros, podremos tomarlo como algo para reforzar nuestra confianza.
Existe un término que se aplica a este tipo de casos: “resiliencia”, un concepto tan de moda que habla de la capacidad para responder a las dificultades.
A continuación te damos 5 puntos que te ayudarán a tomar la crítica de una mejor manera y salir victorioso ante cualquier situación:
Lo primero que hacemos al recibir una crítica es defendernos. Lo más probable es que comencemos a pensar en razones por las que nuestro interlocutor está equivocado, y así se lo haremos saber. Es natural: se trata del proceso mediante el cual protegemos nuestro orgullo y nuestra autoestima. Pero ¿a quién pretendemos engañar? Si se nos hace saber que hemos hecho algo mal, es probable que haya cierta razón en dichas palabras o que quizá estemos dando una imagen que no nos corresponde.
Peor aún que defendernos es contraatacar y echar otras cosas en la cara de aquel que nos ha criticado. Es ese “tú más” que no puede deparar nada bueno, ya que sólo perjudicará la relación sin que ninguno ponga nada por su parte para solucionar los problemas.
¿De verdad nos están criticando o simplemente es que somos demasiado inseguros? Como explica Susan Krauss en Psychology Today, tendemos a proyectar nuestra falta de confianza personal en las palabras de los demás. Cuanto más daño nos hace una crítica, más probable es que haya tocado un punto sensible que, incluso inconscientemente, sabemos que no es precisamente nuestro fuerte. En ocasiones, nos tomamos lo que es un comentario constructivo como algo destructivo, por lo que debemos conocer nuestras limitaciones para entender qué es aquello que nos pueden reprochar con razón. También debemos tener presente la posibilidad de tocar en nervio cuando critiquemos a los demás, por lo que hay que tener cuidado. Krauss sugiere que sigamos la estrategia de la “crítica sandwich”, es decir, introducir el reproche entre dos elogios. Ello no solo atenuará su efecto negativo, sino que hará más probable que nuestro interlocutor se muestre proclive a escucharnos.
Ante la crítica, lo mejor, en muchos casos, es callarse y asentir. Suena a mansa sumisión, pero especialmente si somos pasionales, es mejor darnos tiempo cuando estemos a solas para reflexionar sobre aquello que nos han dicho. Sólo entonces podremos distinguir lo útil de lo accesorio, y extraer una valiosa enseñanza. Uno de los grandes problemas de ser criticado es que podemos reaccionar exageradamente mal, lo que provocará que la otra persona no esté dispuesta a ayudarnos nunca más. Si contestamos en menos de diez segundos, será nuestro corazón quien hable; si lo hacemos un día más tarde, de forma calmada, será nuestra mente quien lo haga. Además, como recuerda Lori Deschene de Tiny Buddha, es un buen momento para practicar la escucha activa, y analizar cuidadosamente las palabras de la otra persona.
Hasta este momento, hemos hablado de estrategias de aguante. Pero también es posible que la crítica no tenga nada de razón (algo que pensamos quizá con demasiada frecuencia). De igual manera que proyectábamos nuestras inseguridades sobre las palabras de los demás, puede ser que los demás proyecten sus problemas sobre nosotros. ¿Quién ha hecho la crítica? ¿En qué tono la ha realizado? ¿Tiene alguna razón para estar envidioso de nosotros? Puede ser una estrategia, incluso inconsciente, para hacernos fracasar, especialmente si es nuestro competidor. Piensa si la crítica puede ser en realidad un argumento ad hominem, y réstale importancia. Incluso en dicho caso, es preferible callar que contraatacar.
Las críticas más despiadadas pronunciadas por nuestros peores enemigos pueden tener parte de razón. Para evitar que nuestro orgullo salga herido, solemos quedarnos con la forma y no con el contenido. Las palabras fieras pueden encubrir una gran verdad, así que, aunque no aceptemos ser tratados injustamente, en nuestro fuero interno debemos hacer ejercicio de autocrítica y juzgar si de verdad debemos cambiar algo de nuestro comportamiento. Al final, nosotros debemos ser nuestros mejores (y más rigurosos) críticos. Los demás simplemente nos proporcionan las pistas para que cambiemos nuestro comportamiento a mejor. No es fácil, pero sólo ello nos permitirá subsanar nuestros defectos.