Una nueva desgracia ha vuelto a golpear París, una de las capitales más importantes del mundo tanto a nivel político como histórico y cultural.
Como sabrás, esta tarde a las 18:50 horas (hora local) se registró un incendio en la parte superior de la Catedral de Notre Dame de París, edificio gótico que se erige en el centro de la ciudad francesa y que tras su casi dos siglos de construcción, se convirtió en un referente turístico a nivel mundial que además ha inspirado decenas o centenas de obras de arte e historias de todo tipo.
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Pero esta construcción que es en sí una obra de arte alberga importantes piezas que en este momento están en riesgo de queda dañadas o incluso desaparecer pues a pesar de que las autoridades correspondientes están trabajando por controlar el fuego y acabar con el incendio, no se sabe aún cuanto daño causará el siniestro que supuestamente se habría originado en la zona que estaba en restauración desde 2017.
Como ya dijimos, entre los 5 mil 500 metros cuadrados de la catedral de altos techos e impresionantes cúpulas, hay cientos de obras de arte y aunque se ha comenzado a decir que la mayoría han sido resguardadas antes de sufrir daños, no se ha dado un informe oficial al respecto. Te contamos sobre algunas de las piezas albergadas en el inmueble ubicado a la orilla del Río Sena.
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El órgano
Notre Dame posee un impresionante órgano hecho por uno de los fabricantes más destacados de instrumentos del siglo XIX, Aristide Cavaillé-Coll.
Foto: Ludovic Marin / AFP
La Piedad
Hecha por Nicolas Coustou en el siglo XVIII es una de las esculturas más destacas del edificio y está ubicada en uno de los puntos centrales de la catedral.
Foto: Ludovic Marin / AFP
Los 28 reyes antes de Cristo
Ubicadas a veinte metros del suelo, estas esculturas representan las 28 generaciones de reyes de Judea que vivieron y gobernaron antes de Cristo. Si estas se dañaran, no sería la primera vez que tendrían que pasar por un proceso de restauración pues en 1793, durante la Revolución Francesa, fueron decapitados y así se mantuvieron hasta 1844 cuando Jean-Baptiste Lassus y Viollet-le-Duc volvieron a poner cabezas sobre sus hombros.