El 3 de julio de 1968, Valerie Solanas, quien formaba parte de una organización en contra de los hombres, disparó a Andy Warhol mientras viajaban en el mismo ascensor. Estaba diagnosticada con esquizofrenia.
Al salir del elevador, el artista contestó una llamada y después de varios minutos de conversación, dejó el teléfono; entonces Valerie sacó un revólver y disparó dos veces. Warhol cayó al suelo e intentó protegerse bajo un escritorio, pero un tercer disparó le atravesó el cuerpo.
Esa misma tarde Solanas se entregó a la policía, argumentando que Andy controlaba demasiado su vida. El ya director de arte más famoso de Nueva York sobrevivió pero su creatividad se vio afectada. Warhol cambió de ambiente y se concentró en un enfoque comercial.
Millonario y famoso (luego de haber llegar a la Gran Manzana con apenas 200 dólares en el bolsillo), retrató a celebridades como Mick Jagger, John Lennon, y Grace Jones por sumas astronómicas.
Comenzó a leer compulsivamente los diarios y explotar fotografías de muertes con un matiz brutal. Incluso pintó a Marilyn Monroe el día que falleció, con el fin de que muerte y espectáculo se entrelazaran.
En 1987 realizó su última pintura; una variación de la última cena de Leonardo Da Vinci, y murió el 22 de febrero de 1987 de un ataque al corazón después de una cirugía de vesícula.
Había vivido 58 años, realizado más de 60 películas en 5 años, conseguido un sueño americano de nada a todo, y posicionado las latas Campbell’s como La Mona Lisa de la edad moderna. Este 6 de agosto, Andrew Warhola cumpliría 90 años.